COLONIAS GRIEGAS EN LA MAGNA GRECIA: SIBARIS, LA CIUDAD DEL LUJO

La península Itálica y Sicilia fueron la tierra prometida de los griegos: allí fundaron colonias que alcanzaron una brillantez sin igual, como Síbaris, que desapareció engullida por el lodo.

Simposio. Tumba del Nadador  480-470 a.C.
Museo Arqueológico de Paestum.
Los historiadores romanos llamaron Magna Grecia, «gran Grecia», al conjunto de las zonas costeras del sur de Italia y de Sicilia donde los griegos habían fundado colonias desde el siglo VIII a.C. Esta expresión, más que designar un territorio determinado, aludía a la magnificencia cultural y económica de aquellas ciudades estado o poleis, comparadas con las de la Grecia propiamente dicha. Su desarrollo urbanístico y monumentalidad muestran el alto nivel económico que llegaron a alcanzar. Al mismo tiempo, fueron centros de creación literaria, filosófica y de todas las artes en general. El éxito de esas fundaciones fue tal que ellas mismas establecieron nuevas colonias en la zona, lo que las hacía aún más fuertes. Así sucedió con Síbaris, que, a su vez, fundó Poseidonia (la Paestum romana), cuyos templos nos confirman las noticias de los antiguos sobre la impresionante arquitectura de esas ciudades, que tenían como denominador común su alto nivel económico, su mezcla de poblaciones y su riqueza cultural. Pero también poseían sus peculiaridades, y Síbaris es buen ejemplo de ello.

Templo de Poseidón;
detrás, el templo de Hera,
la llamada «basílica»
La creación de Síbaris fue obra de emigrantes procedentes de la región de Acaya y de la polis de Trecén, en el Peloponeso. Ellos fundaron hacia 720-710 a.C., en la costa de la actual Calabria, una ciudad que contaba con un amplio territorio interior, ideal para el cultivo de cereales; el toro que vemos en sus monedas es un símbolo de esa actividad agrícola. Además, las pequeñas colinas de la zona estaban cubiertas de viñedos; y de las montañas circundantes se obtenía lana, miel, cera, betún, madera e incluso plata. Síbaris estaba estrechamente relacionada con la ciudad de Mileto, en la costa de Asia Menor, a la que los sibaritas compraban sobre todo púrpura. Con ella teñían, en sus propios talleres, unas telas cuya demanda por parte de las élites de la península Itálica les hacía alcanzar precios astronómicos. Los etruscos, que se habían convertido en la potencia hegemónica de Italia, se contaban entre sus mejores clientes para ésa y otras mercancías caras.

Plato para pescado.
S. V a.C. M.A.N.N. 
Abundancia, lujo y confort eran las señas de identidad de los sibaritas, a quienes se imaginaba degustando sofisticados alimentos en interminables banquetes, durante los que utilizaban orinales, un refinamiento cuya invención se les atribuía, como la de las bañeras. Algunas de sus innovaciones se nos muestran pioneras. Procuraban que el ruido no perturbara su tranquilidad, y por eso no tenían dentro de la ciudad ni herreros ni carpinteros; tampoco estaban permitidos los gallos. Por otra parte, ¿por qué esforzarse en practicar deporte, o viajar hasta Olimpia para tomar parte en las competiciones o presenciarlas? Las celebraban ellos mismos simultáneamente, con los atletas que se dejaban seducir por la elevada cuantía de los premios ofrecidos.

Estátera acuñada en Poseidonia
Diodoro de Sicilia atribuyó la extraordinaria pujanza de Síbaris a su disposición favorable a convertir nuevos inmigrantes en ciudadanos, el número de los cuales habría llegado a 100.000, según cuenta el historiador griego Éforo. Suponemos, sin embargo, que esa cifra incluía no sólo a los ciudadanos, sino a todos los habitantes de Síbaris, cuyas murallas abarcaban unos cinco kilómetros cuadrados. Por otra parte, el territorio controlado por la ciudad era enorme: el geógrafo griego Estrabón refiere que comprendía 25 ciudades entre las que se contaban sus propias fundaciones y cuatro comunidades sin centro urbano. Por eso las fuentes antiguas refieren, sin duda con exageración, que su ejército sumaba 300.000 soldados de a pie y 5.000 jinetes.

Está claro que la polis incluía una gran población indígena itálica y muchas otras personas cuyo trabajo hacía posible el espectacular tren de vida de los auténticos sibaritas. Pero eso terminó el año 510 a.C. Según Diodoro, un demagogo –al que Heródoto califica de «tirano»– se hizo con el poder en Síbaris y confiscó las propiedades de los 500 ciudadanos más ricos. Los afectados buscaron refugio en Crotona, lo cual desencadenó una guerra entre las dos ciudades.

Templo de Poseidón
El legendario atleta Milón de Crotona condujo el ataque de las tropas contra Síbaris. Les hizo frente la caballería de los sibaritas, pero éstos pagaron caros sus proverbiales caprichos. Como habían enseñado a sus caballos a bailar al son de la flauta, hubieron de presenciar impotentes, mientras sus monturas danzaban, el avance por su territorio del enemigo que tañía ese instrumento. Hasta ahí, la leyenda.

En general, los autores antiguos que tratan esa contienda atribuyen a la molicie de los sibaritas su derrota; y, además, intentan demonizarlos con supuestos sacrilegios y con la desautorización, por parte del oráculo de Delfos, de una guerra que habrían provocado ellos. Los sibaritas aparecen también como un héroe de tragedia griega que, no sabiendo poner límite a cuanto le brinda la fortuna, cae en la desmesura y con ello atrae sobre sí el castigo divino. Pero lo que pone de manifiesto la guerra es la gran rivalidad de dos ciudades hermanas compitiendo por un mismo espacio económico, y la debilidad provocada en la poderosa Síbaris por un conflicto interno, social y económico muy importante.
Vaso nupcial

De acuerdo con el relato de Estrabón, los crotoniatas, una vez tomada Síbaris, desviaron el curso del río Cratis para borrarla literalmente del mapa. Y hasta dos veces impidieron a los sibaritas huidos que volvieran a ocupar su solar. Los restos de la que había sido una de las ciudades más importantes del mundo griego fueron localizados por vez primera en la década de 1960, bajo más de cuatro metros de depósitos aluviales. En febrero de 2013, la rotura de un dique del Crati volvió a dejarlos profundamente sepultados por el barro. De todos modos, no era gran cosa (áreas de viviendas, un edificio público, un alfar), porque sobre la antigua Síbaris se emplazaron la colonia ateniense de Turios y la fundación romana de Copia, de manera que la imagen de aquella gran ciudad resulta irrecuperable.

National Geographic

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