LOS MUERTOS DE POMPEYA CONTRADICEN LA FECHA DE LA ERUPCIÓN DEL VESUBIO

Podría haber ocurrido dos meses después de lo que marca la tradición literaria, a finales del mes de noviembre y no de agosto, según revelan los últimos estudios sobre la población del pueblo romano

Radiografía de una momia
La erupción del Vesubio que sepultó Pompeya en el año 79 d.C. podría haber ocurrido dos meses después de lo que marca la tradición literaria, a finales del mes de noviembre y no de agosto, según revelan los últimos estudios sobre la población del pueblo romano. En el momento de su muerte, las víctimas vestían prendas de lana, un vestuario que parece inapropiado llevar un 24 de agosto, día en que Plinio el joven, que vio la erupción desde el otro lado del Golfo de Nápoles, situó el suceso: «El noveno día antes de las calendas de septiembre». Además, en el escenario de la erupción se han encontrado numerosas granadas, una fruta más propia del mes de noviembre que de agosto y que vuelve a poner en cuestión el relato de Plinio, quien narra la erupción del Vesubio en una carta enviada al historiador Tácito, escrita unos veinticinco años después.

Las dudas sobre la fecha del suceso han surgido tras el análisis de los cuerpos encontrados en el yacimiento, según explica el superintendente de Bienes Culturales de Pompeya y Herculano, Massimo Osanna, durante su visita a Toledo para participar en el máster sobre patrimonio histórico organizado por la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM).

Osanna, no obstante, plantea que existe otra teoría que avala en parte la versión del joven escritor: las víctimas podrían haberse vestido con prendas de lana, precisamente, para protegerse de las temperaturas extremas y las piedras volcánicas. Algo que sí está más claro es que los habitantes de Pompeya no tenían caries sino los dientes perfectos gracias a una alimentación baja en azúcares, típica de la dieta mediterránea, que consumían no sólo las élites sino también los estratos más bajos de la población.

Calco pompeyano
«Los huesos pueden dar muchas informaciones sobre el estatus social, la dieta, las patologías o las costumbres», afirma Osanna, quien explica que también se está realizando un proyecto de musealización de los productos de la dieta mediterránea encontrados en Pompeya.

Por las ruinas pasan cada año casi tres millones de turistas, algo «positivo porque dejan mucho dinero», afirma el responsable del yacimiento, pero arriesgado al mismo tiempo, porque se trata de miles de personas «pisando cada día el mismo mosaico» o incluso algunos escribiendo sus nombres en las piedras.

Un problema que han resuelto con la instalación de sistemas de videovigilancia y con la contratación de cuarenta nuevos vigilantes en el marco del denominado «Gran Proyecto Pompeya», un plan de conservación cofinanciado por la Unión Europea, que, tras haber estado en riesgo de suspenderse, se ha logrado ampliar hasta 2017, dos años más de lo previsto inicialmente.

«Este no es un tiempo para relajarse, es un tiempo para hacer bien las cosas», afirma Osanna, quien recuerda que la Unesco, que declaró Pompeya patrimonio de la humanidad en 1997, «aconsejó vivamente seguir con el proyecto, porque los resultados logrados eran muy buenos». Con todo ello, el superintendente de Bienes Culturales de Pompeya y Herculano recalca la importancia de la restauración y la conservación.

ABC

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