Huic tamen ablati doluit iactura decoris, cetera sospes habet. capitis quoque fronde saligna aut superinposita celatur harundine damnum. 100 at te, Nesse ferox, eiusdem virginis ardor perdiderat volucri traiectum terga sagitta. namque nova repetens patrios cum coniuge muros venerat Eueni rapidas Iove natus ad undas. uberior solito, nimbis hiemalibus auctus, 105 verticibusque frequens erat atque inpervius amnis. intrepidum pro se, curam de coniuge agentem Nessus adit, membrisque valens scitusque vadorum, 'officio' que 'meo ripa sistetur in illa haec,' ait 'Alcide. tu viribus utere nando!' 110 pallentemque metu, fluviumque ipsumque timentem tradidit Aonius pavidam Calydonida Nesso. mox, ut erat, pharetraque gravis spolioque leonis— nam clavam et curvos trans ripam miserat arcus— 'quandoquidem coepi, superentur flumina' dixit, 115 nec dubitat nec, qua sit clementissimus amnis, quaerit, et obsequio deferri spernit aquarum. iamque tenens ripam, missos cum tolleret arcus, coniugis agnovit vocem Nessoque paranti fallere depositum 'quo te fiducia' clamat 120 'vana pedum, violente, rapit? tibi, Nesse biformis, dicimus. exaudi, nec res intercipe nostras. si te nulla mei reverentia movit, at orbes concubitus vetitos poterant inhibere paterni. haud tamen effugies, quamvis ope fidis equina; 125 vulnere, non pedibus te consequar.' ultima dicta re probat, et missa fugientia terga sagitta traicit. exstabat ferrum de pectore aduncum. quod simul evulsum est, sanguis per utrumque foramen emicuit mixtus Lernaei tabe veneni. 130. excipit hunc Nessus 'ne' que enim 'moriemur 131 inulti' secum ait, et calido velamina tincta cruore 132 dat munus raptae velut inritamen amoris. 133 |
Sin embargo, a éste que domó la pérdida de su arrebatada gracia, el resto salvo lo tiene. De su cabeza el daño, además, con fronda de sauce o sobrepuesta caña lo esconde. 100 Mas a ti, Neso fiero, tu ardor por esa misma doncella te había perdido, atravesado en tu espalda por una voladora saeta. Pues regresando con su nueva esposa a los muros patrios había llegado, rápidas del Eveno, el hijo de Júpiter a sus ondas. Más abundante de lo acostumbrado, por las borrascas invernales acrecido, 105 concurrido estaba de torbellinos e intransitable ese caudal. A él, no temeroso por sí mismo, pero preocupado por su esposa, Neso se acerca y, fuerte de cuerpo y conocedor de sus vados: «Por servicio mío será ella depositada en aquella orilla,» dice, «Alcida. Tú usa tus fuerzas nadando». 110 Y a ella, palideciente de miedo y al propio río temiendo, se la entregó el Aonio, a la asustada Calidonia, a Neso. En seguida, como estaba y cargado con la aljaba y el despojo del león -pues la clava y los curvos arcos a la otra orilla había lanzado-: «Puesto que lo he empezado, venzamos a las corrientes», dijo, 115 y no duda, ni por dónde es más clemente su caudal busca y desprecia ser llevado a complacencia de las aguas. Y ya teniendo la orilla, cuando levantaba los arcos por él lanzados, de su esposa conoció la voz, y a Neso, que se disponía a defraudar su depósito: «¿A dónde te arrastra», le clama, 120 «tu confianza vana, violento, en tus pies? A ti, Neso biforme, te decimos. Escucha bien y no las cosas interceptes nuestras. Si no te mueve temor ninguno de mí, mas las ruedas de tu padre podrían disuadirte de esos concúbitos prohibidos. No escaparás, aun así, aunque confíes en tu recurso de caballo; 125 a herida, no a pie te daré alcance». Sus últimas palabras con los hechos prueba y lanzando a sus fugitivas espaldas una saeta los traspasa: sobresalía corvo de su pecho el hierro. El cual, no bien fue arrancado, sangre por uno y otro orificio rielaba, mezclada con la sanguaza del veneno de Lerna. 130 La recoge Neso; «Mas no moriremos sin vengarnos», 131 dice entre sí y unos velos teñidos de su sangre caliente 132 da de regalo a su secuestrada como si fuera un excitante de amor. |
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