En la primitiva monarquía romana -con soberanos violentos, heroicos, piadosos o legisladores- se manifiestan el afán de conquista y el impulso civilizador que marcarían la historia futura de Roma.
Los orígenes de la antigua ciudad de Roma se mueven entre lo histórico y lo mítico. Ante historiadores como Tito Livio –autor de Historia de Roma desde su fundación (Ab urbe condita)– el lector debe discernir lo patriótico de lo plausible, y aprender sobre el engrandecimiento de esta primitiva ciudad junto al Tíber.
Eneas y su hijo Ascanio son los primeros protagonistas del relato; gracias a ellos se fundaron las ciudades de Lavinio y Alba Longa. Luego les siguieron Eneas Silvio, Númitor y Amulio, hasta la aparición de los célebres hermanos Rómulo y Remo. Hijos de la vestal Rea Silvia, fueron salvados por una loba que les descubrió y amamantó hasta que un pastor llamado Faustulo se los llevó a casa para criarlos junto a su mujer. Una vez crecidos se establecieron en el trono, ya reconocidos por su abuelo Númitor, y –de acuerdo con la leyenda– hacia el año 753 a.C decidieron fundar una ciudad en la comarca.
Mientras Remo prefería la colina del Aventino, Rómulo se decantó por la del Palatino. Los augurios dieron la razón al último. El receloso Remo, desafiando a su hermano, saltó por encima del pomerium –espacio consagrado– provocando la consecuente ira fraticida de Rómulo: «¡Muera de igual modo todo aquel que franquee mis murallas!» Roma había nacido.
Bajo el mandato de Rómulo la ciudad se pobló primero con pastores y jóvenes errantes, y más tarde con las mujeres raptadas de la tribu de los sabinos. Se instituyó asimismo el senado –formado por los patres– y se formó la asamblea popular –la del populus–.
Durante 250 años se sucedieron siete reyes, hasta la expulsión del último, Tarquinio el Soberbio. Roma se haría fuerte y al mismo tiempo se abriría al exterior con su río y su puerto. Tras los años de monarquía llegaría el turno para la República. Curiosamente en ese mismo año (510 a.C) caía la tiranía ateniense.
Según Pierre Grimal: «Los caracteres geográficos de esta ciudad, cerrada entorno del Foro como una mano sobre sí misma, separada de la ribera derecha del río y de la metrópoli albana por una enorme muralla de tierra cerrando la meseta de los Esquilios, corresponde bien al feroz particularismo de los romanos. Siempre –incluso en los tiempos de sus lejanas victorias– los romanos se sintieron sitiados. Sus conquistas no tenían otro objeto que mantener a distancia a algún temido posible asesor. No tuvo Roma un feliz nacimiento, una expansión tranquila, sino siempre la desconfianza de un pueblo en guerra contra una naturaleza hostil, inquieto por su propia seguridad y atrincherado contra el mundo».
Los orígenes de la antigua ciudad de Roma se mueven entre lo histórico y lo mítico. Ante historiadores como Tito Livio –autor de Historia de Roma desde su fundación (Ab urbe condita)– el lector debe discernir lo patriótico de lo plausible, y aprender sobre el engrandecimiento de esta primitiva ciudad junto al Tíber.
Eneas y su hijo Ascanio son los primeros protagonistas del relato; gracias a ellos se fundaron las ciudades de Lavinio y Alba Longa. Luego les siguieron Eneas Silvio, Númitor y Amulio, hasta la aparición de los célebres hermanos Rómulo y Remo. Hijos de la vestal Rea Silvia, fueron salvados por una loba que les descubrió y amamantó hasta que un pastor llamado Faustulo se los llevó a casa para criarlos junto a su mujer. Una vez crecidos se establecieron en el trono, ya reconocidos por su abuelo Númitor, y –de acuerdo con la leyenda– hacia el año 753 a.C decidieron fundar una ciudad en la comarca.
Mientras Remo prefería la colina del Aventino, Rómulo se decantó por la del Palatino. Los augurios dieron la razón al último. El receloso Remo, desafiando a su hermano, saltó por encima del pomerium –espacio consagrado– provocando la consecuente ira fraticida de Rómulo: «¡Muera de igual modo todo aquel que franquee mis murallas!» Roma había nacido.
Bajo el mandato de Rómulo la ciudad se pobló primero con pastores y jóvenes errantes, y más tarde con las mujeres raptadas de la tribu de los sabinos. Se instituyó asimismo el senado –formado por los patres– y se formó la asamblea popular –la del populus–.
Durante 250 años se sucedieron siete reyes, hasta la expulsión del último, Tarquinio el Soberbio. Roma se haría fuerte y al mismo tiempo se abriría al exterior con su río y su puerto. Tras los años de monarquía llegaría el turno para la República. Curiosamente en ese mismo año (510 a.C) caía la tiranía ateniense.
Según Pierre Grimal: «Los caracteres geográficos de esta ciudad, cerrada entorno del Foro como una mano sobre sí misma, separada de la ribera derecha del río y de la metrópoli albana por una enorme muralla de tierra cerrando la meseta de los Esquilios, corresponde bien al feroz particularismo de los romanos. Siempre –incluso en los tiempos de sus lejanas victorias– los romanos se sintieron sitiados. Sus conquistas no tenían otro objeto que mantener a distancia a algún temido posible asesor. No tuvo Roma un feliz nacimiento, una expansión tranquila, sino siempre la desconfianza de un pueblo en guerra contra una naturaleza hostil, inquieto por su propia seguridad y atrincherado contra el mundo».
Historia National Geographic