«Aquí nadie merma nuestras alegrías con miradas oblicuas» escribe el poeta latino Horacio (65 a. C.) para referirse a esa forma especial de mirar de soslayo, de reojo o de refilón que suele expresar envidia, odio o desconfianza. Pero que –dependiendo del contexto– encierra muchos más significados, como el de señalar a alguien con disimulo o incluso interesarse por otro con un fin seductor, y que han llegado hasta nuestros días conservando prácticamente el mismo sentido que tenían hace 2.000 años.
«Y cuando oyó mis gemidos, se sentó ante la puerta y, oprimiendo la rodilla izquierda con su rodilla derecha y con los dedos unidos entre sí como un peine, detuvo el parto». En este pasaje de Las Metamorfosis, Ovidio describe el gesto maléfico de entrelazar los dedos y cruzar las piernas que realiza Lucina, diosa de los partos, para que el nacimiento de Hércules no llegue a buen puerto. Y es que en la antigua Roma ambas posturas eran consideradas de muy mal augurio, en especial si se realizaban delante de mujeres embarazadas o enfermos que estaban recibiendo un tratamiento, porque se creía que dificultaban el proceso. Asimismo estaba prohibido realizarlas en las ceremonias, ritos religiosos o reuniones de magistrados, manteniendo el mismo significado de obstrucción e impedimento.
En la actualidad, las normas de etiqueta desaconsejan adoptar el gesto de cruzar las piernas en determinados actos y también se considera una postura inapropiada en recintos religiosos. «Quieres servirme de testigo. Le presentó la oreja. Y arrastra al otro al juicio». En este texto perteneciente a las Sátiras de Horacio se cuenta una práctica que formaba parte del ritual de la antestatio (citación de alguien como testigo en un juicio) y que consistía en tocar la oreja de un individuo y decirle «recuerda que serás mi testigo». Pero también existía el gesto de tocarse uno mismo el lóbulo de la oreja para recordar algo que se tenía olvidado porque para los romanos, y así lo escribe, entre otros, Plinio en su Historia Natural: «En el lóbulo de la oreja tiene su sede la memoria». Probablemente, la costumbre que existe en muchos lugares del tirón de orejas para felicitar el cumpleaños tiene su origen en esta creencia.
El signo harpocrático –dedo índice sobre la boca para representar el silencio–; el denominado ciconia pinsit –dedos imitan el movimiento del pico de la cigüeña para mofarse de los charlatanes–; el digitus impudicus (dedo deshonesto) –levantar el dedo corazón manteniendo los otros apretados– bien como insulto obsceno o como protector para desviar el ‘mal de ojo’; o el gesto de tocar la barba a otro como una actitud de falta de respeto, burla o afrenta son algunos de los componentes no verbales objeto de investigación de Los textos como fuente de información pragmática: estudio de la gestualidad en la Antigüedad romana. Está elaborado por un grupo de filólogos de la UIB y de la Universidad de Barcelona y al frente está la doctora Maria Antònia Farnés.
El proyecto se enmarca dentro de las orientaciones de la Pragmática, una disciplina lingüística que se ocupa del estudio de los elementos que intervienen en el discurso al margen del campo sintáctico y semántico, como la comunicación no verbal que se da mediante gestos. Esta investigación pretende llevar a cabo un análisis, lo más completo posible, de la gestualidad en el mundo romano. Su objetivo final es el establecimiento de un corpus que debe abarcar dos ámbitos bien diferenciados: el literario descriptivo y el iconográfico. A partir de estos dos campos se puede descubrir la existencia del gesto, definirlo y clasificarlo.
Uno de los aspectos más novedosos del proyecto es la confección de una base de datos digital que reúne los textos estudiados junto con toda la información que se ha ido recopilando sobre ellos y que está estructurada a partir de los diferentes gestos investigados. De cada uno de ellos se recoge la expresión o expresiones latinas que lo definen, la parte o partes del cuerpo implicadas en su realización y un campo de observaciones sobre ese gesto en el que se incluye su descripción y el modo cómo se realizaba.
Además, se insertan las fichas de correspondencia del gesto romano con el gesto actual, detallando, cuando procede, los posibles cambios en el modo de realización y el mantenimiento o cambio de variación en su significado. En definitiva, se trata de elaborar un repertorio que contemple tanto la descripción, fuentes y significado de los gestos en la antigua Roma como su pervivencia en la cultura occidental.
«Iniciamos este estudio en el año 2001 –explica la doctora Fornés– comenzamos a encontrar muchísimo material y decidimos realizarlo por fases, centradas cada una de ellas en una parte del cuerpo. Así, durante el primer proyecto se analizaron los gestos que se realizan con la parte inferior del rostro (boca, mentón, barba, nariz, orejas), así como una parte de los realizados con las manos. Durante los tres años de duración del segundo proyecto se acabó de analizar la gestualidad facial incorporando al repertorio los gestos de la mitad superior de la cara, esto es, aquellos realizados con los ojos, las cejas y la frente».
La siguiente fase del proyecto –que va de 2010 a 2013– estará dedicada a las manos, una parte del cuerpo que, aunque ha estado presente desde los inicios de su investigación, debido a su complejidad merece un capítulo aparte.
Dos mil años después muchos de estos gestos culturales perviven; algunos se mantienen del mismo modo y con el mismo significado, en otros se cambia la manera de hacerlo o se transforma total o parcialmente su sentido. Existen ejemplos de todo tipo. Así, hacer las orejas de asno apoyando el pulgar en la cabeza y moviendo los dedos con las palmas abiertas ha sido desde la antigüedad un gesto de burla y mofa que se ha conservado inalterable hasta nuestros días.
Pero existen otros modificados, como el beso a distancia en el que los dedos índice y pulgar se juntaban, tocaban los labios y realizaban un gesto hacia el objeto venerado que solían ser imágenes de dioses. En la actualidad ha perdido todo su significado religioso y ha quedado como forma de expresar la admiración o de demostrar que algo nos gusta mucho; también ha cambiado la forma, ya que solemos realizarlo juntando los cinco dedos de la mano.
Una parte interesante de los gestos realizados con la mano son los fascinium, que servían de protección contra ‘el mal de ojo’. Entre ellos se encuentra la higa o figa –cerrar el puño con el dedo pulgar entre el índice y el corazón– o la variante de cruzar los dedos corazón e índice; el digitum impudicum –levantar el dedo corazón a modo de miembro viril erecto–; y los cuernos –levantar los dedos meñique e índice con el puño cerrado–. Hoy en día se mantienen todos ellos, pero en la mayor parte de los casos han perdido su significado mágico y tienen un sentido de insulto, afrenta o se emplean como gestos obscenos.
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