Ha pasado a la historia como la más depravada de las emperatrices de Roma. Sin embargo, la disipada vida de la esposa de Claudio tuvo como objetivo la defensa de su hijo Británico y de los derechos de éste al trono.
Los autores antiguos -entre ellos Tácito, Dión Casio, Suetonio o Plinio el Viejo- han calificado a Valeria Mesalina, tercera esposa del emperador Claudio, de adúltera, lasciva, libertina o depravada, además de intrigante sin escrúpulos, dispuesta a deshacerse físicamente de todos sus rivales. Sin embargo, se trata de una imagen interesada, pues el propósito de estos historiadores era descalificar indirectamente el gobierno de Claudio.
Si bien es cierto que muchos de los hechos son verídicos, hay que situarlos en el contexto de la Roma imperial del siglo I d.C., marcado, a la vez, por la lujosa existencia de las clases altas y las tremendas rivalidades dentro de la dinastía Julio-Claudia, a la que Mesalina pertenecía.
Al ascender Calígula al trono, entregó a Mesalina -que contaba apenas 17 años- en matrimonio a su tío Claudio, un hombre treinta años mayor que ella, tartamudo y cojo. Pronto tuvieron dos hijos, Octavia y Tiberio Claudio Germánico, más conocido por el sobrenombre de Británico. Pero según los historiadores no tardó en granjearse una fama de libertina y amante insaciable que obsequiaba con favores diversos a cuantos accedían a sus caprichos y destruía a quienes no se prestaban a ellos.
Pero hoy parece claro que Mesalina usó el sexo en el círculo de la corte como una estrategia política dirigida a defender su posición y la de sus hijos, en particular Británico.
En el año 48 d.C. Mesalina celebró una boda con el cónsul Gayo Silio. La ceremonia constituyó un desafío público al emperador Claudio, que estaba de viaje y que a su vuelta decidió deshacerse de Mesalina.
Los autores antiguos -entre ellos Tácito, Dión Casio, Suetonio o Plinio el Viejo- han calificado a Valeria Mesalina, tercera esposa del emperador Claudio, de adúltera, lasciva, libertina o depravada, además de intrigante sin escrúpulos, dispuesta a deshacerse físicamente de todos sus rivales. Sin embargo, se trata de una imagen interesada, pues el propósito de estos historiadores era descalificar indirectamente el gobierno de Claudio.
Si bien es cierto que muchos de los hechos son verídicos, hay que situarlos en el contexto de la Roma imperial del siglo I d.C., marcado, a la vez, por la lujosa existencia de las clases altas y las tremendas rivalidades dentro de la dinastía Julio-Claudia, a la que Mesalina pertenecía.
Al ascender Calígula al trono, entregó a Mesalina -que contaba apenas 17 años- en matrimonio a su tío Claudio, un hombre treinta años mayor que ella, tartamudo y cojo. Pronto tuvieron dos hijos, Octavia y Tiberio Claudio Germánico, más conocido por el sobrenombre de Británico. Pero según los historiadores no tardó en granjearse una fama de libertina y amante insaciable que obsequiaba con favores diversos a cuantos accedían a sus caprichos y destruía a quienes no se prestaban a ellos.
Pero hoy parece claro que Mesalina usó el sexo en el círculo de la corte como una estrategia política dirigida a defender su posición y la de sus hijos, en particular Británico.
En el año 48 d.C. Mesalina celebró una boda con el cónsul Gayo Silio. La ceremonia constituyó un desafío público al emperador Claudio, que estaba de viaje y que a su vuelta decidió deshacerse de Mesalina.
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