Romansudoku
[+/-] | LOS MITOS SIGUEN VIVOS (artículo de Carlos García Gual en el diario "El País") |
- En la antigüedad se crearon relatos fabulosos que terminaron dando fondo a las diversas culturas.
- Ofrecen a la sociedad que los alberga “una carta de fundación" .
- Un mito no se inventa, sino que se cuenta como un saber acreditado.
- El personaje literario deviene mítico tan solo cuando pasa a la memoria colectiva
Es difícil dar una definición del Mito, como término unívoco y digno de letra mayúscula. Me parece que situar el “pensamiento mítico” como una forma simbólica singular y oponer el Mito a la Razón como incompatibles simplifica demasiado el enfoque. “No hay ninguna definición del mito. No hay ninguna forma platónica del mito que se ajuste a todos los casos reales”, escribió G. S. Kirk, helenista experto en el tema. Evitemos enredarnos en la retórica y la metafísica. Es más claro enfocar “lo mítico” como una vasta región de lo imaginario y tratar de “los mitos” como resonantes relatos que configuran lo que llamamos la mitología. Partamos de un trazo claro: los mitos no son dominio de ningún individuo, sino una herencia colectiva, narrativa y tradicional, que se transmite desde lejos (a veces unida a la religión, en los ritos o en la literatura).
Toda cultura alberga una tradición mítica. Según Georges Dumézil: “Un país sin leyendas se moriría de frío. Un pueblo sin mitos está muerto”. Desde siempre, “los mitos viven en el país de la memoria” (Marcel Detienne). Es decir, pertenecen a la memoria comunitaria y, como señaló el antropólogo Malinowski, ofrecen a la sociedad que los alberga, venera y difunde “una carta de fundación” utilitaria. Son, en sus orígenes, las fundamentales “historias de la tribu”; ofrecen a sus creyentes una interpretación del sentido del mundo.
Partiendo de esa consideración de la mitología, podemos proponer una definición sencilla y funcional. Con la venia del escéptico Kirk, tomemos, modestamente, esta: “Un mito es un relato memorable y tradicional que cuenta la actuación paradigmática de seres extraordinarios (dioses y héroes) en un tiempo prestigioso y lejano”. El insistir en lo narrativo y no en las vacilantes creencias que los individuos pueden tener al respecto nos permite aceptar como “mitos” no solo a los mitos religiosos, sino también a los “literarios”. Ese aspecto narrativo es el rasgo esencial del mito ya en la palabra griega mythos, que los sofistas y Platón opusieron al vocablo logos (palabra, razón, razonamiento), en el sentido de “narración tradicional, relato antiguo”. (Antes, en Homero, mythos y logos eran sinónimos). Una frase famosa define el progreso filosófico en Grecia como avance “del mito al logos”; pero ese avance —en términos absolutos— está hoy muy cuestionado. La contraposición sirve para señalar el claro progreso histórico de la razón en la Grecia antigua, en la filosofía, la historia y las ciencias, ideas y no creencias, que explican el mundo, marginando las creencias míticas. Sin embargo, ya el mythos era una búsqueda de verdad, ya el mito ofrecía, en su estilo, una ilustración (Hans Blumenberg). Hay “mito en el logos y logos en el mito”, dice Lluís Duch, que apunta la conveniencia de una ágil combinación “logomítica” para la comprensión cabal del mundo y la condición humana.
Nuestra mitología clásica viene de la antigua Grecia, aunque solo persiste como brumosa herencia cultural, desde hace siglos desvinculada de su fundamento religioso. (Cómo el cristianismo la sustituyó y desterró a sus dioses es una historia bien conocida y que podemos dejar de lado ahora). Pero cualquier religión tiene su propia mitología, es decir, su oferta narrativa, que puede adquirir pretensiones dogmáticas, reforzada por los rituales y la espiritualidad personal. La cristiana se recoge en la Biblia. Con todo, la mitología griega (y su versión romana) se nos ha transmitido en la literatura europea con una belleza poética que le ha permitido una pervivencia fantasmal a través de los siglos. Recordemos que la gran poesía griega (la épica, la tragedia y gran parte de la lírica) se fundaba en la evocación de los mitos: las acciones de los famosos héroes y los dioses, y su celebración y reinterpretación constante en los poemas y los teatros. Esos mitos, que suelen designarse con el nombre de sus protagonistas, perduran así como ejemplos y enigmas (como los de Prometeo, Odiseo, Edipo, Medea, Orfeo, Casandra y otros). Y los poetas, transmisores por excelencia de los mitos, fueron, en Grecia, populares “maestros de verdad” antes de ser desplazados en esa tarea educativa por los filósofos. Pero, sin embargo, no lo olvidemos, Platón es un gran narrador de mitos, metidos en sus Diálogos. Lo que no deja de ser una admirable paradoja: el gran filósofo, tan crítico con las opiniones ajenas, tan duro con los poetas, resulta luego un fabuloso mitólogo.
Pero no solo los griegos; toda cultura tiene sus mitos, como ya sabemos. Y su, más o menos fantástica, brillante tradición mitológica. Que se caracteriza, por doquier, por ese carácter memorable, en gran medida educativo. Pues un mito no se inventa, sino que se cuenta como un saber acreditado. Ya estaba antes; como una creencia, como un enigma, como lección de sabiduría, una reliquia de las “historias de la tribu”. Podemos preguntarnos qué lo hace duradero y ubicuo, ¿cómo persiste así, arcaico, y, tal vez, reactualizado? Sin duda es su temática. Los mitos hablan de los grandes temas de la existencia. Y dan respuesta. De por qué existimos, de quién hizo el mundo, cuál es nuestro destino, qué hay tras la muerte, qué significa vivir en un tiempo breve, y en una condición de dudosa justicia. Los filósofos —desde los sofistas griegos— han ofrecido respuestas varias: según unos, fueron el espanto y el agradecimiento ingenuo ante los prodigios naturales los que les crearon los dioses; según otros ilustrados, fue la codicia y astucia de los sacerdotes. Me parece más convincente la tesis de Hans Blumenberg: los mitos animan y dan sentido profundo a lo real. Frente al “absolutismo de la naturaleza”, los seres humanos ansían vivir en un albergue benévolo, un mundo humanizado y con sentido trascendente, donde, más allá de la inevitable muerte, quede algo perdurable, respondiendo al anhelo humano de pervivir y no ser un absurdo accidente disuelto en la nada. Según Blumenberg, el ser humano anhela esperanza y consuelo. El mito lo da. En otras versiones, como en la de Jung, los temas de los mitos están en la propia alma de forma innata, y tienen, como arquetipos, honda relación con el mundo de los sueños.
El caso es que los mitos están ahí, desde muy antiguo y en todas partes. Aunque, desde luego, hay épocas y culturas que los cuidan más y los tienen de mejor calidad. Y, por otra parte, parece que conviene distinguir entre los grandes y fundamentales (como los de la creación, del mundo divino, de las almas y sus viajes de ultratumba) y mitos menores, por ejemplo, los de tipo político o nacionalista más o menos manipulados. En fin, los mitos se insertan en la cultura y suelen recurrir a símbolos propios y expresarse de modo vivaz en imágenes impactantes. El código simbólico que usan con frecuencia los relatos míticos viene requerido por su propia temática, fabulosa y trascendente. El símbolo remite a algo ausente, difícil de representar por los signos de la comunicación habitual; sugiere más que dice e invita a ir más allá de lo real aparente y objetivo. Sobre todo en los símbolos religiosos. Las imágenes mitológicas actúan en el mismo sentido. Invitan a la imaginación de ese universo fabuloso de dioses, monstruos y seres extraños y prodigiosos con más fuerza que las palabras. Cada cultura, luego, elabora imágenes y símbolos propios, aunque la mitología comparada puede revelar entre mitos, imágenes y símbolos de lugares muy lejanos coincidencias sorprendentes. (Acaso porque la imaginación humana tiene sus límites). El repertorio de símbolos e imágenes resulta, en la mirada comparatista, fascinante.
He apuntado ya que hay mitos de primera instancia y mitos de segunda fila. En el mundo griego, los relatos de los dioses contados por Hesíodo evocan los orígenes del cosmos, los mitos de la épica heroica nos hablan de un mundo más cercano. Y también hay, en esa mitología y en otras, frente a los mitos religiosos y cósmicos (los de los orígenes, de los que tanto escribió Mircea Eliade), mitos literarios, esto es, productos míticos de prestigio más limitado y pedigree más moderno, ya que se inscriben en una tradición libresca. A esos mitos literarios (como el de Don Juan o el de Fausto) se les puede encontrar un primer autor —lo que va en contra de lo que hemos dicho antes—. Pero el personaje literario deviene mítico tan solo cuando pasa a la memoria colectiva y no es necesario recordar quién los inventó. En ese sentido, creo, la mayoría de la gente que los conoce no sabe quién fabricó a Frankenstein o a Carmen, o a Robinsón, no menos que quién, antes de Homero, relató las aventuras del griego Ulises; los héroes se han mitificado al perdurar en el imaginario colectivo, sin que la gente necesite el texto original. Y también hay —descendiendo de nivel— héroes del cómic que pueden revestir un tono mítico (son la calderilla del fondo, para el consumo popular y más mediático). Son “superhéroes” de papel; pero conservan algunas chispas del fulgor de los clásicos, ya desconocidos para el público juvenil. (Grant Morrison subraya bien, en Supergods, su impacto social, y apunta sagazmente que “Supermán es un héroe apolíneo y Batman un héroe dionisiaco”).
Es usual calificar de “míticos” o “mitos” a las grandes estrellas del espectáculo, a futbolistas y atletas, y ahora también a algunos cocineros. “Mito” es así un sinónimo de “ídolo adorado por las masas”; “ídolo” es, en cambio, vocablo pasado de moda. Para sus fans son seres mitológicos, tan de fábula como los superhéroes, glorificados por los focos de la actualidad.
Si bien entró bastante tarde en nuestra lengua —último tercio del XIX—, la palabra “mito” tuvo un éxito enorme: hoy, “el mito se dice de muchas maneras”. En el sentido de “lo fabuloso”, el término “mito” apunta a lo irreal, y se confunde con “lo falso”, y con esa fuerte connotación negativa se usa para descalificar exageraciones, bulos, y creencias ajenas. En ese sentido, los “mitos” son vanas “ilusiones” de los otros. A las “creencias” se contraponen “ideas”, como dijo Ortega, y antes los sofistas griegos. Pero los mitos perviven, se prestan a relecturas y a manipulaciones, a veces perversas.
Partiendo de esa consideración de la mitología, podemos proponer una definición sencilla y funcional. Con la venia del escéptico Kirk, tomemos, modestamente, esta: “Un mito es un relato memorable y tradicional que cuenta la actuación paradigmática de seres extraordinarios (dioses y héroes) en un tiempo prestigioso y lejano”. El insistir en lo narrativo y no en las vacilantes creencias que los individuos pueden tener al respecto nos permite aceptar como “mitos” no solo a los mitos religiosos, sino también a los “literarios”. Ese aspecto narrativo es el rasgo esencial del mito ya en la palabra griega mythos, que los sofistas y Platón opusieron al vocablo logos (palabra, razón, razonamiento), en el sentido de “narración tradicional, relato antiguo”. (Antes, en Homero, mythos y logos eran sinónimos). Una frase famosa define el progreso filosófico en Grecia como avance “del mito al logos”; pero ese avance —en términos absolutos— está hoy muy cuestionado. La contraposición sirve para señalar el claro progreso histórico de la razón en la Grecia antigua, en la filosofía, la historia y las ciencias, ideas y no creencias, que explican el mundo, marginando las creencias míticas. Sin embargo, ya el mythos era una búsqueda de verdad, ya el mito ofrecía, en su estilo, una ilustración (Hans Blumenberg). Hay “mito en el logos y logos en el mito”, dice Lluís Duch, que apunta la conveniencia de una ágil combinación “logomítica” para la comprensión cabal del mundo y la condición humana.
Nuestra mitología clásica viene de la antigua Grecia, aunque solo persiste como brumosa herencia cultural, desde hace siglos desvinculada de su fundamento religioso. (Cómo el cristianismo la sustituyó y desterró a sus dioses es una historia bien conocida y que podemos dejar de lado ahora). Pero cualquier religión tiene su propia mitología, es decir, su oferta narrativa, que puede adquirir pretensiones dogmáticas, reforzada por los rituales y la espiritualidad personal. La cristiana se recoge en la Biblia. Con todo, la mitología griega (y su versión romana) se nos ha transmitido en la literatura europea con una belleza poética que le ha permitido una pervivencia fantasmal a través de los siglos. Recordemos que la gran poesía griega (la épica, la tragedia y gran parte de la lírica) se fundaba en la evocación de los mitos: las acciones de los famosos héroes y los dioses, y su celebración y reinterpretación constante en los poemas y los teatros. Esos mitos, que suelen designarse con el nombre de sus protagonistas, perduran así como ejemplos y enigmas (como los de Prometeo, Odiseo, Edipo, Medea, Orfeo, Casandra y otros). Y los poetas, transmisores por excelencia de los mitos, fueron, en Grecia, populares “maestros de verdad” antes de ser desplazados en esa tarea educativa por los filósofos. Pero, sin embargo, no lo olvidemos, Platón es un gran narrador de mitos, metidos en sus Diálogos. Lo que no deja de ser una admirable paradoja: el gran filósofo, tan crítico con las opiniones ajenas, tan duro con los poetas, resulta luego un fabuloso mitólogo.
Pero no solo los griegos; toda cultura tiene sus mitos, como ya sabemos. Y su, más o menos fantástica, brillante tradición mitológica. Que se caracteriza, por doquier, por ese carácter memorable, en gran medida educativo. Pues un mito no se inventa, sino que se cuenta como un saber acreditado. Ya estaba antes; como una creencia, como un enigma, como lección de sabiduría, una reliquia de las “historias de la tribu”. Podemos preguntarnos qué lo hace duradero y ubicuo, ¿cómo persiste así, arcaico, y, tal vez, reactualizado? Sin duda es su temática. Los mitos hablan de los grandes temas de la existencia. Y dan respuesta. De por qué existimos, de quién hizo el mundo, cuál es nuestro destino, qué hay tras la muerte, qué significa vivir en un tiempo breve, y en una condición de dudosa justicia. Los filósofos —desde los sofistas griegos— han ofrecido respuestas varias: según unos, fueron el espanto y el agradecimiento ingenuo ante los prodigios naturales los que les crearon los dioses; según otros ilustrados, fue la codicia y astucia de los sacerdotes. Me parece más convincente la tesis de Hans Blumenberg: los mitos animan y dan sentido profundo a lo real. Frente al “absolutismo de la naturaleza”, los seres humanos ansían vivir en un albergue benévolo, un mundo humanizado y con sentido trascendente, donde, más allá de la inevitable muerte, quede algo perdurable, respondiendo al anhelo humano de pervivir y no ser un absurdo accidente disuelto en la nada. Según Blumenberg, el ser humano anhela esperanza y consuelo. El mito lo da. En otras versiones, como en la de Jung, los temas de los mitos están en la propia alma de forma innata, y tienen, como arquetipos, honda relación con el mundo de los sueños.
El caso es que los mitos están ahí, desde muy antiguo y en todas partes. Aunque, desde luego, hay épocas y culturas que los cuidan más y los tienen de mejor calidad. Y, por otra parte, parece que conviene distinguir entre los grandes y fundamentales (como los de la creación, del mundo divino, de las almas y sus viajes de ultratumba) y mitos menores, por ejemplo, los de tipo político o nacionalista más o menos manipulados. En fin, los mitos se insertan en la cultura y suelen recurrir a símbolos propios y expresarse de modo vivaz en imágenes impactantes. El código simbólico que usan con frecuencia los relatos míticos viene requerido por su propia temática, fabulosa y trascendente. El símbolo remite a algo ausente, difícil de representar por los signos de la comunicación habitual; sugiere más que dice e invita a ir más allá de lo real aparente y objetivo. Sobre todo en los símbolos religiosos. Las imágenes mitológicas actúan en el mismo sentido. Invitan a la imaginación de ese universo fabuloso de dioses, monstruos y seres extraños y prodigiosos con más fuerza que las palabras. Cada cultura, luego, elabora imágenes y símbolos propios, aunque la mitología comparada puede revelar entre mitos, imágenes y símbolos de lugares muy lejanos coincidencias sorprendentes. (Acaso porque la imaginación humana tiene sus límites). El repertorio de símbolos e imágenes resulta, en la mirada comparatista, fascinante.
He apuntado ya que hay mitos de primera instancia y mitos de segunda fila. En el mundo griego, los relatos de los dioses contados por Hesíodo evocan los orígenes del cosmos, los mitos de la épica heroica nos hablan de un mundo más cercano. Y también hay, en esa mitología y en otras, frente a los mitos religiosos y cósmicos (los de los orígenes, de los que tanto escribió Mircea Eliade), mitos literarios, esto es, productos míticos de prestigio más limitado y pedigree más moderno, ya que se inscriben en una tradición libresca. A esos mitos literarios (como el de Don Juan o el de Fausto) se les puede encontrar un primer autor —lo que va en contra de lo que hemos dicho antes—. Pero el personaje literario deviene mítico tan solo cuando pasa a la memoria colectiva y no es necesario recordar quién los inventó. En ese sentido, creo, la mayoría de la gente que los conoce no sabe quién fabricó a Frankenstein o a Carmen, o a Robinsón, no menos que quién, antes de Homero, relató las aventuras del griego Ulises; los héroes se han mitificado al perdurar en el imaginario colectivo, sin que la gente necesite el texto original. Y también hay —descendiendo de nivel— héroes del cómic que pueden revestir un tono mítico (son la calderilla del fondo, para el consumo popular y más mediático). Son “superhéroes” de papel; pero conservan algunas chispas del fulgor de los clásicos, ya desconocidos para el público juvenil. (Grant Morrison subraya bien, en Supergods, su impacto social, y apunta sagazmente que “Supermán es un héroe apolíneo y Batman un héroe dionisiaco”).
Es usual calificar de “míticos” o “mitos” a las grandes estrellas del espectáculo, a futbolistas y atletas, y ahora también a algunos cocineros. “Mito” es así un sinónimo de “ídolo adorado por las masas”; “ídolo” es, en cambio, vocablo pasado de moda. Para sus fans son seres mitológicos, tan de fábula como los superhéroes, glorificados por los focos de la actualidad.
Si bien entró bastante tarde en nuestra lengua —último tercio del XIX—, la palabra “mito” tuvo un éxito enorme: hoy, “el mito se dice de muchas maneras”. En el sentido de “lo fabuloso”, el término “mito” apunta a lo irreal, y se confunde con “lo falso”, y con esa fuerte connotación negativa se usa para descalificar exageraciones, bulos, y creencias ajenas. En ese sentido, los “mitos” son vanas “ilusiones” de los otros. A las “creencias” se contraponen “ideas”, como dijo Ortega, y antes los sofistas griegos. Pero los mitos perviven, se prestan a relecturas y a manipulaciones, a veces perversas.
Fuente: Elpais.com
[+/-] | PREFIJOS LATINOS Y GRIEGOS: ACTIVIDADES |
- Estos prefijos, añadidos a una palabra, aportan el significado de...
- Si queremos formar adjetivos, utilizaremos como sufijos...
- Significan...
- Con el prefijo adecuado consigues los significados...
- Significan...
- Significan...
- Con qué prefijo expresarías...
- Con el prefijo adecuado consigues los significados...
- Significan...
[+/-] | PRIMERA Y SEGUNDA DECLINACIÓN: ORFEO Y EURÍDICE (segunda parte) |
Iam Orpheus Eurydicam ex inferis in terras secum ducebat laetusque erat. Orpheus ad inferos respicere non debebat, sed magna cura motus, retrorsum respicit. Tunc Eurydica in inferos rursus descendit atque ibi perpetuo manet. Orpheus ex inferis in terram venit, ubi maestus errabat suamque Eurydicam cum multis lacrimis saepe
appellabat.
Vocabulario:
- ad : prep. + ac. : hacia, a, cerca de
- appello – as-are... : llamar
- cum : Preposición + abl. = con
- cura-ae, f. : cuidado, preocupación
- debeo-es-ere... : deber
- descendo : is-ere... : descender ; - in certamen : acudir a un combate
- duco-is-ere... : I. llevar 1. llevar fuera de 2. atraer 3. hacer entrar 4. contar, estimar II. conducir
- erro-as-are...: vagar; equivocarse, errar
- Eurydica-ae,f: Eurídice
- ex : prép. : + Abl. : de, desde, a partir de
- iam : adv. : ya, en este momento
- ibi : adv. : allí
- in : prep. : (ac.) a, hacia, para, contra; (abl.) en
- inferi-orum, m : los infiernos)
- lacrima : ae, f. : lágrima, gota
- laetus : a, um : 1. alegre 2. que alegra 3. favorable 4. agradable 5. rico, abundante
- maestus : a, um : triste, afligido; severo,
- magnus : a, um : grande
- maneo-es-ere... : permanecer, quedarse
- motus-a-um : movido por... llevado por..., conmovido por...
- multus : a, um : mucho, abundante (sobre todo en plural : numeroso)
- Orpheus : i, m. : Orfeo
- perpetuo : adv. : sin interrupción, continuamente; constante, siempre
- respicere: infinitivo del verbo respicio : volver a mirar; tomar en consideración; pensar en, contar
- retrorsum: adv.: hacia atrás
- rursus: adverbio: de nuevo
- saepe : inv. : a menudo, con frecuencia,
- secum : = cum se : consigo
- sed : conj. coordinante adversativa: pero, sino
- suus : a, um : adj. : su;
- terra : ae, f. : tierra
- tunc : adv. : entonces
- ubi : adv. relativo. : donde (referido a in terram)
- venit: 3ª persona del singular del pretérito perfecto de indicativo del verbo venio- is-ire...vino, volvió.
[+/-] | TEXTOS PARA TRADUCIR: ORACIONES DE PARTICIPIO |
Antonio proscribe a Cicerón. Éste intenta huir.
Antonius Ciceronem iamdiu sibi inimicum proscripsit. Qua re audita, Cicero fugit in villam quae mari proxima erat et navem conscendit.
El cónsul Flaminio se lanza al combate sin atender a los presagios
Bello Punico secundo C. Flaminius consul neglexit signa rerum futurarum magna cum clade rei publicae. Exercitum primum lustravit, deinde castra moverat.
Campaña de César en las Galias
C. Iulius Caesar cum L. Bibulo consul factus est. Decreta est ei Gallia cum legionibus decem. Is primo vicit Helvetios, qui nunc Sequani appellantur.
César emprende una marcha con su ejército
Caesar, signo profectionis dato, exercitum educit, duplicatoque eius diei itinere, octo milia pasuum ex eo loco procedit.
Rodea un amplio espacio para apacentar el ganado
Castellis enim XXIII effectis, XV milia pasuum circuitu locum amplexus, hoc spatio pabulabatur; multaque erant in eo spatio sata, quibus interim iumenta pasceret.
Los generales de Darío mueren como valientes
Circa currum Darii iacebant nobilissimi duces, ante oculos regis egregia morte defuncti; omnes dimicantes procubuerant, adverso corpore vulneribus acceptis.
Los bárbaros, aterrorizados, huyen
Clamorem hostium barbari tolerare non potuerunt, omnesque, effusis habenis -namque equestris acies erat- capessunt fugam.
Ante la llegada de la caballería, Casio se retira a las montañas
Equitatus regis ad castra Caesaris advolavit. Tum timore perterritus Casius, cognito regis adventu, se convertit ad montes qui Thesaliam cingunt.
Vuelta a la Galia
His confectis rebus conventibusque peractis, in citeriorem Galliam revertitur atque inde ad exercitum proficiscitur.
Actitud de Escipión haciéndose llamar general
His temporibus Scipio, detrimentis circa montem Amanum acceptis, sese imperatorem appellaverat. Quo facto, civitatibus tyrannisque magnas imperaverat pecunias.
Alejandro Magno: su deseo de gloria y el respeto a su padre
Macedoniae tyrannus fuit Alexander. A pueritia iam de gloria loquebatur. In patrem amoris plenus, omnem per vitam illius effigiem sub oculis habuit.
Rómulo pacta con el rey Tacio, acoge a los sabinos y funda el Senado
Romulus cum Tatio foedus percussit et Sabinos in urbem recepit. Centum ex senioribus elegit qui, ob senilem aetatem, Senatus vocati sunt.
Alejandro llega al río Licus y muchos fugitivos se arrojan al río
Alexander, inhibito suorum impetu, ad amnem Lycum pervenerat. Ibi ingens multitudo fugientium oneraverat pontem et plerique in flumen se praecipitaverant.
A causa del ataque de Aníbal a Sagunto, los romanos envían una embajada a Cartago
Amilcare mortuo, Hannibal causam belli quaerens Saguntum, urbem Romanis foederatam,evertit. Quapropter Roma missi sunt Carthaginem legati, qui populi Romani querimonias deferrent.
Combate de una escuadra griega con la del rey de Persia
At classis communis Graeciae trecentarum navium, in qua ducentae erant Atheniensium, primum apud Artemisium, inter Euboeam continentemque terram, cum classiariis regis conflixit.
Dotes de Pericles como gobernante y como hombre
Athenis praeerat vir unus, qui civilem scientiam summae humanitati et exquisitam comitatem gravissimae animi firmitati adiungebat. Is fuit Pericles, Xanthipi filius, magnus vir, summusorator.
El emperador Aureliano reorganiza unas provincias romanas
Aurelianus abductos Romanos ex urbibus et agris Daciae, in mediam Moesiam collocavit appellavitque eam provinciam Daciam, quae nunc duas Moesias dividit.
Los belgas se dirigen a los campamentos de César y ponen los suyos cerca
Belgae, omnibus vicis aedificiisque incensis, ad castra Caesaris omnibus copiis contenderuntatque non longe ab iis sua castra posuerunt.
César se reúne en Rímini con los tribunos y con las legiones
Caesar, cognita militum voluntate, Ariminum cum ea legione proficiscitur ibique tribunos plebis, qui ad eum confugerant, convenit; reliquas legiones ex hibernis evocat.
César se encamina hacia el reino de Casivelauno, cerca del Támesis
Caesar, cognito consilio eorum, ad flumen Tamesim in fines Cassivelauni exercitum ducit; hoc flumen uno omnino loco pedibus transiri potest.
César recibe rehenes y armas y la sumisión de los suesiones y luego se dirige a los belovacos
Caesar, obsidibus acceptis primis civitatis atque ipsius Galbae regis duobus filiis armisque omnibus ex oppido traditis, in deditionem Suessiones accepit exercitumque in Bellovacos ducit.
El cónsul Flaminio se lanza al combate sin atender a los presagios
Bello Punico secundo C. Flaminius consul neglexit signa rerum futurarum magna cum clade rei publicae. Exercitum primum lustravit, deinde castra moverat.
Campaña de César en las Galias
C. Iulius Caesar cum L. Bibulo consul factus est. Decreta est ei Gallia cum legionibus decem. Is primo vicit Helvetios, qui nunc Sequani appellantur.
César emprende una marcha con su ejército
Caesar, signo profectionis dato, exercitum educit, duplicatoque eius diei itinere, octo milia pasuum ex eo loco procedit.
Rodea un amplio espacio para apacentar el ganado
Castellis enim XXIII effectis, XV milia pasuum circuitu locum amplexus, hoc spatio pabulabatur; multaque erant in eo spatio sata, quibus interim iumenta pasceret.
Los generales de Darío mueren como valientes
Circa currum Darii iacebant nobilissimi duces, ante oculos regis egregia morte defuncti; omnes dimicantes procubuerant, adverso corpore vulneribus acceptis.
Los bárbaros, aterrorizados, huyen
Clamorem hostium barbari tolerare non potuerunt, omnesque, effusis habenis -namque equestris acies erat- capessunt fugam.
Ante la llegada de la caballería, Casio se retira a las montañas
Equitatus regis ad castra Caesaris advolavit. Tum timore perterritus Casius, cognito regis adventu, se convertit ad montes qui Thesaliam cingunt.
Vuelta a la Galia
His confectis rebus conventibusque peractis, in citeriorem Galliam revertitur atque inde ad exercitum proficiscitur.
Actitud de Escipión haciéndose llamar general
His temporibus Scipio, detrimentis circa montem Amanum acceptis, sese imperatorem appellaverat. Quo facto, civitatibus tyrannisque magnas imperaverat pecunias.
Alejandro Magno: su deseo de gloria y el respeto a su padre
Macedoniae tyrannus fuit Alexander. A pueritia iam de gloria loquebatur. In patrem amoris plenus, omnem per vitam illius effigiem sub oculis habuit.
Rómulo pacta con el rey Tacio, acoge a los sabinos y funda el Senado
Romulus cum Tatio foedus percussit et Sabinos in urbem recepit. Centum ex senioribus elegit qui, ob senilem aetatem, Senatus vocati sunt.
Alejandro llega al río Licus y muchos fugitivos se arrojan al río
Alexander, inhibito suorum impetu, ad amnem Lycum pervenerat. Ibi ingens multitudo fugientium oneraverat pontem et plerique in flumen se praecipitaverant.
A causa del ataque de Aníbal a Sagunto, los romanos envían una embajada a Cartago
Amilcare mortuo, Hannibal causam belli quaerens Saguntum, urbem Romanis foederatam,evertit. Quapropter Roma missi sunt Carthaginem legati, qui populi Romani querimonias deferrent.
Combate de una escuadra griega con la del rey de Persia
At classis communis Graeciae trecentarum navium, in qua ducentae erant Atheniensium, primum apud Artemisium, inter Euboeam continentemque terram, cum classiariis regis conflixit.
Dotes de Pericles como gobernante y como hombre
Athenis praeerat vir unus, qui civilem scientiam summae humanitati et exquisitam comitatem gravissimae animi firmitati adiungebat. Is fuit Pericles, Xanthipi filius, magnus vir, summusorator.
El emperador Aureliano reorganiza unas provincias romanas
Aurelianus abductos Romanos ex urbibus et agris Daciae, in mediam Moesiam collocavit appellavitque eam provinciam Daciam, quae nunc duas Moesias dividit.
Los belgas se dirigen a los campamentos de César y ponen los suyos cerca
Belgae, omnibus vicis aedificiisque incensis, ad castra Caesaris omnibus copiis contenderuntatque non longe ab iis sua castra posuerunt.
César se reúne en Rímini con los tribunos y con las legiones
Caesar, cognita militum voluntate, Ariminum cum ea legione proficiscitur ibique tribunos plebis, qui ad eum confugerant, convenit; reliquas legiones ex hibernis evocat.
César se encamina hacia el reino de Casivelauno, cerca del Támesis
Caesar, cognito consilio eorum, ad flumen Tamesim in fines Cassivelauni exercitum ducit; hoc flumen uno omnino loco pedibus transiri potest.
César recibe rehenes y armas y la sumisión de los suesiones y luego se dirige a los belovacos
Caesar, obsidibus acceptis primis civitatis atque ipsius Galbae regis duobus filiis armisque omnibus ex oppido traditis, in deditionem Suessiones accepit exercitumque in Bellovacos ducit.
[+/-] | PRIMERA DECLINACIÓN: MINERVA Y DIANA |
Fabŭlae carae sunt puellis, atque
etiam incōlas delectant. Multae fabŭlae memŏrant antīquas deas. Minerva dea non solum sapientiae magna dea erat, sed etiam pugnas
amābat atque hastam galeamque habēbat. Multae erant statuae et
arae Minervae, regīnae incolārum Graeciae. Graecae puellae magna
cura diligentiaque Minervae aras rosis ornābant. Diana, lunae
silvārumque dea, pharětram et sagittas portat atque sagittis feras
vulněrat et necat . Cerva Dianae sacra erat. Puellae aras Dianae
rosis complent.
Vocabulario
- amo: amar
- antiqua: antigua
- ara- ae, f. : altar
- aro: arar,labrar, cultivar
- atque : conj. : y , y también, y además
- cara: querida, agradable, entretenida
- cerua- ae, f. : cierva
- compleo : llenar
- cura- ae, f. : cuidado, preocupación
- dea-ae, f. : diosa
- delecto: 1. atraer, retener 2. agradar, producir placer
- Diana - ae, f. : Diana
- diligentia : ae, f. : atención, cuidado, esmero
- et : conj. : y. adv. también
- etiam : adv. : todavía, también, incluso
- fabula-ae,f: fábula
- fera - ae, f. : fiera
- galea - ae, f. : casco
- graeca: griega
- Graecia- ae, f. : Grecia
- hasta- ae, f. : lanza, pica, venablo
- incola-ae, m: habitante,
- luna - ae, f. : luna
- magna: grande
- memoro: recordar
- Minerua- ae, f. : Minerva
- multa: mucha, abundante
- neco: matar
- non : neg. : no
- orno: adornar
- pharetra-ae, f: jabalina
- porto: llevar, transportar, portear
- puella - ae, f. : doncella, muchacha, niña; amada
- pugna - ae, f. : batalla, combate; pugilato
- regina-ae, f: reina
- rosa - ae, f. : rosa
- sacra: sagradaa
- sagitta - ae, f. : flecha
- sapientia : ae, f. : sabiduría, inteligencia, juicio, sensatez
- sed : conj. : pero, sino
- silva-ae,f: selva
- solum : solo
- statua - ae, f. : estatua
- vulnero: herir
[+/-] | TEXTOS DE EUTROPIO (Historia de Roma) |
Romanum imperium a Romulo exordium habet, qui Reae Silviae, Vestalis virginis, filius et Martis cum Remo fratre uno partu editus est. Is, cum inter pastores latrocinaretur, decem et octo annos natus, urbem exiguam in Palatino monte constituit XI Kal. Maias, Olympiadis sextae anno tertio, post Troiae excidium anno trecentesimo nonagesimo quarto.
Condita civitate, quam ex nomine suo Romam vocavit, haec fere egit. Multitudinem finitimorum in civitatem recepit, centum ex senioribus legit, quorum consilio omnia ageret, quos senatores nominavit propter senectutem.
Tum, cum uxores ipse et populus suus non haberent, invitavit ad spectaculum ludorum vicinas urbi Romae nationes atque earum virgines rapuit. Commotis bellis propter raptarum iniuriam Caeninenses vicit, Antemnates, Crustuminos, Sabinos, Fidenates, Veientes. Haec omnia oppida urbem cingunt.
Romulus, Martis filius, urbem Romam condidit et regnavit annos duodequadraginta. Isque primus dux, duce hostium Acrone rege Caeninensium interfecto, spolia opima Iovi Feretrio consecravit, receptusque in deorum numerum Quirinus appellatus est.
Postea Numa Pompilius rex creatus est, qui bellum quidem nullum gessit, sed non minus civitati quam Romulus profuit. Nam et leges Romanis moresque constituit, qui consuetudine proeliorum iam latrones ac semibarbari putabantur, et annum descripsit in decem menses prius sine aliqua supputatione confusum, et infinita Romae sacra ac templa constituit. Morbo decessit quadragesimo et tertio imperii anno.
Huic successit Tullus Hostilius. Hic bella reparavit, Albanos vicit, qui ab urbe Roma duodecimo miliario sunt, Veientes et Fidenates, quorum alii sexto miliario absunt ab urbe Roma, alii octavo decimo, bello superavit, urbem ampliavit, adiecto Caelio monte. Cum triginta et duos annos regnasset, fulmine ictus cum domo sua arsit.
Condita civitate, quam ex nomine suo Romam vocavit, haec fere egit. Multitudinem finitimorum in civitatem recepit, centum ex senioribus legit, quorum consilio omnia ageret, quos senatores nominavit propter senectutem.
Tum, cum uxores ipse et populus suus non haberent, invitavit ad spectaculum ludorum vicinas urbi Romae nationes atque earum virgines rapuit. Commotis bellis propter raptarum iniuriam Caeninenses vicit, Antemnates, Crustuminos, Sabinos, Fidenates, Veientes. Haec omnia oppida urbem cingunt.
Romulus, Martis filius, urbem Romam condidit et regnavit annos duodequadraginta. Isque primus dux, duce hostium Acrone rege Caeninensium interfecto, spolia opima Iovi Feretrio consecravit, receptusque in deorum numerum Quirinus appellatus est.
Postea Numa Pompilius rex creatus est, qui bellum quidem nullum gessit, sed non minus civitati quam Romulus profuit. Nam et leges Romanis moresque constituit, qui consuetudine proeliorum iam latrones ac semibarbari putabantur, et annum descripsit in decem menses prius sine aliqua supputatione confusum, et infinita Romae sacra ac templa constituit. Morbo decessit quadragesimo et tertio imperii anno.
Huic successit Tullus Hostilius. Hic bella reparavit, Albanos vicit, qui ab urbe Roma duodecimo miliario sunt, Veientes et Fidenates, quorum alii sexto miliario absunt ab urbe Roma, alii octavo decimo, bello superavit, urbem ampliavit, adiecto Caelio monte. Cum triginta et duos annos regnasset, fulmine ictus cum domo sua arsit.
[+/-] | LA ERUPCIÓN DEL VESUBIO: EL TESTIMONIO DE UN POMPEYANO |
La terrible erupción del Vesubio que en el año 79 d.c. sepultó Pompeya, Herculano y otras poblaciones de la Campania, fue presenciada desde lejos por Plinio el Joven. Su tío y padre adoptivo, el naturalista Plinio el Viejo, mandaba la flota romana estacionada en Miseno, y en cuanto advirtió la catástrofe se encaminó a las proximidades del volcán, lo que le costó la vida. Su sobrino se quedó con su madre en Miseno, población que también sufrió las consecuencias de la erupción y de los terremotos, pero se retiraron al campo en los momentos de mayor peligro. Más tarde Plinio, en dos cartas, explicará a su amigo el historiador Tácito sus impresiones sobre aquel terrible acontecimiento.
Si quieres leer en latín estas dos cartas de Plinio a Tácito en las que habla de esta catástrofe, las tienes aquí: Epistulae VI, 16 y Epistulae VI, 20.
Epistulae VI, 16
"Cayo Plinio a Tácito, salud
Me pides que te describa la muerte de mi tío a fin de que más verazmente se transmita a la posteridad. te lo agradezco porque estoy convencido de que, si tú conmemoraras su muerte, alcanzará gloria inmortal. Porque, aunque haya perecido en la destrucción de una de las tierras más bellas, con tantos pueblos y ciudades, y aunque aquel inolvidable acontecimiento le asegure una vida inmortal y aunque él mismo haya dejado obras permanentes, la eternidad de tus escritos le añadirá eternidad. Considero felices a los que, por gracia de los dioses, les es dado hacer cosas dignas de ser escritas o escribir cosas dignas de ser leídas, pero felicísimos considero a los que cupo hacer ambas cosas. Mi tío se contará en el número de estos, tanto por sus libros como por los tuyos. Y así gustosamente me pongo a hacer lo que de mí solicitas. Estaba en Miseno y mandaba personalmente la escuadra. El noveno día antes de las Kalendas de septiembre (24 de agosto), casi a hora séptima, mi madre le indicó la aparición de una nube de inusitadas grandeza y forma. Había tomado el sol y se había lavado con agua fresca y luego había comido un poco, y echado, estudiaba. Se calzó las sandalias y subió a un sitio desde donde se podía contemplar mejor aquel portento. Aparecía una nube y los que la miraban desde lejos no sabían desde que montaña salía, pero después se supo que se trataba del Vesubio. La nube tenía un aspecto y una forma que recordaba a un pino, más que a ningún otro árbol, porque se elevaba como si se tratara de un tronco muy largo y se diversificaba en ramas. Creo que ello se debía a que, al debilitarse la corriente que en un principio la impulsaba, la nube, sin esta fuerza impulsora o debido a su propio peso, se desvanecía a lo ancho y tan pronto era blanca como sucia y manchada, según llevara tierra o ceniza. Como hombre muy sabio, le pareció que aquel portento debía ser visto desde más cerca. Hizo preparar una nave libúrnica y me permitió ir con él, si quería, y le contesté que prefería quedarme trabajando, pues me había encargado que le escribiera ciertas cosas. Cuando salía de casa recibió un mensaje de Rectina, la mujer de Tasco, la cual le rogaba que le sacara de aquel trance, pues estaba atemorizada por el inminente peligro, ya que su villa estaba precisamente debajo de la montaña y sólo le era dado huir con navíos. Cambió de opinión y se afanó en llevar a término lo que había empezado con intención de estudio. Se embarca en cuatirremes con la intención de prestar auxilio no sólo a Rectina sino a muchos, porque aquel litoral era tan agradable que era muy frecuentado. Directamente se dirige ahí donde los demás huían, mantiene el timón en dirección al peligro, y tan ajeno al miedo que tomaba nota de los movimientos de aquella calamidad y de cuanto se ofrecía ante sus ojos. Cuanto más se aproximaba, la ceniza caía en las naves cada vez más caliente y más densa, y también pedruscos y piedras ennegrecidas quemadas y rajadas por el fuego, al paso que el mar se abría como un vado y las playas se veían obstucalizadas por los cascotes. Estuvo a punto de volver atrás, pero dijo al piloto, que se lo aconsejaba:
Pareció oportuno ir a la playa y ver que posibilidades existían en el mar, que estaba desierto y adverso. Allí se echó sobre un lienzo y pidió agua fresca, y la bebió dos veces. A él le despertó y a los demás les hizo huir el olor del azufre, precursos de las llamas y estas llegaron luego. Se levantó apoyándose en dos siervos, pero cayó en seguida debido, a lo que creo, a que el vaho caliginoso le tapó la respiración y le cerró el estómago, que tenía muy delicado y propenso al vómito. Cuando nuevamente se hizo de día -y era el tecero desde que había dejado de ver- su cuerpo fue hallado intacto y tal como iba vestido; pero más tenía el aspecto de dormir que de estar muerto. Acabo, pues, añadiendo únicamente que te lo he contado tal como lo vi, o tal como oí relatar inmediatamente después de sucedido, es decir, cuando el recuerdo era reciente. Tú escoge lo que más te convenga, pues no es lo mismo escribir una carta que una historia, ni dirigirse a un amigo que a todos.
Ten salud. "
Epistulae VI, 20.
"Cayo Plinio a Tácito, salud
Inducido por la carta que, a instancia tuya, te escribí sobre la muerte de mi tío, me dices que deseas saber sobre los temores por los que pasé cuando me quedé en Miseno, que es donde interrumpía mi relato. Aunque mi ánimo se horroriza al recordarlo, empezaré. Así que mi tío se hubo marchado me entregué al estudio , pues para esto me había quedado; luego me bañé, cené y dormí con inquietud y poco. Hacía muchos días habá sufrido un terremoto no muy alarmante, ya que es algo muy frecuente en Campania. Pero aquella noche fue tan fuerte que parecía que todo más que moverse se venía abajo. Mi madre entró precipitadamente en mi habitación en el preciso momento que yo salía con intención de despertarla si dormía. Nos sentamos en la explanada que había entre los edificios y el mar. No sé si por provocación o por imprudencia, pues aún no tenía dieciocho años, me llevé un volumen de Tito Livio, y para distraerme, me puse a leerlo y a tomar notas, como había hecho antes. De pronto se acercó un amigo de mi tío, que recientemente había llegado de España para visitarlo, y al vernos ahí sentados, y a mí que aun estaba leyendo, reprochó a mi madre su paciencia y a mí mi confianza. No obstante, yo seguí ocupado con mi libro.
Llegó la primera hora del día y no era todavía claro. Los edificios de los alrededores estaban tan agrietados que en aquel lugar descubierto y angosto el miedo crecía por momentos. Entonces nos pareció oportuno abandonar la villa. La multitud nos seguía admirada, pues en los momentos de pánico uno se suele guiar por las decisiones de los demás, y todos empujaban a los fugitivos. Al llegar al campo, nos paramos. Nos sorprendían muchas cosas dignas de admiración y de temor. Entre otras, ocurría que los vehículos que habíamos ordenado que nos precedieran, a pesar de estar en un campo llanísimo, emprendían diversas direcciones y no era posible mantenerlos quietos. Además veíamos que el mar se recogía en si mismo, como si temiese los temblores de la tierra. La playa se había ensanchado y muchos animales marinos habían quedado en seco sobre la arena. Por otro lado una negra y horrible nube, rasgada por torcidas y vibrantes sacudidas de fuego, se abría en largas grietas de fuego, que semejaban relámpagos, pero eran mayores.
Entonces aquel amigo que había venido de España nos dijo seca y llanamente, a mi madre y a mí:
Le respondimos que no buscaríamos nuestra salvación mientras no supiéramos de la suya; y él sin esperar más se alejó del peligro lo más velozmente que pudo. No tardó mucho tiempo en descender aquella nube hasta la tierra y cubrir el mar; ya había rodeado y escondido a Capri, y, corriéndose hacia el Miseno, lo ocultaba. Entonces mi madre me pedía, me rogaba y me mandaba que huyese como pudiera, porque siendo yo joven bien lo podría hacer, y ella apesadumbrada por los años y el cuerpo, moriría tranquila al no ser la causa de mi muerte. yo, por mi parte, no me quería poner a salvo si no era justamente con ella; y asi la cogí de la manoy la obligué a ir de prisa, lo que hizo acusándose a sí misma de constituir un estrobo para mí. Ya caía ceniza, aunque poca, pero al volver el rostro vi que se aproximaba una espesa niebla por detrás de nosotros que, como un torrente, se extendía por tierra.
Apenas había dicho esto cuando anocheció, no como en las noches sin luna o nubladas sino con una oscuridad igual a la que se produce en un sitio cerrado en el que no hay luces. Allí hubieras oído chillidos de mujeres, gritos de niños, vocerío de hombres: todos buscaban a voces a sus padres, a sus hijos, a sus esposos, los cuales también a gritos respondían. Unos lamentaban su desgracia, otros la de sus parientes, y había quienes que por miedo a la muerte la imprecaban. Muchos eran los que elevaban las manos hacia los dioses, y otros se habían convencido de que los dioses no existen, creían que era la última noche del mundo. No faltaban los que con terror falso y fingido exageraban los peligros reales. Algunos notificaban a los crédulos con falsedad que se había desmoronado e incendiado el Miseno. Cuando aclaró un poco nos pareció que no amanecía sino que el fuego se iba aproximando; pero se detuvo un poco lejos y luego volvieron las tinieblas y otra vez la densa y espesa ceniza. De cuando en cuando nos levantábamos para sacudirnos las cenizas, de lo contrario nos hubiera cubierto y ahogado con su peso. Me podría envanecer de no haberme lamentado y no haber proferido ningún grito fuerte en medio de tantos peligros, pero me consolaba, en mi mortalidad, la idea de que todos y todo acababa conmigo.
Aquel vaho caliginoso, no obstante, se desvaneció en humo y niebla, y pronto amaneció de veras y hasta lució el sol, aunque algo sombrío, como cuando se produce un eclipse. Ante nuestros ojos parpadeantes todo parecía distitnto y cubierto de espesa ceniza, como si fuera nieve. Tras haber curado como pudimos nuestros cuerpos volvimos a Miseno y pasamos una noche angustiosa y terrible entre la esperanza y el miedo.
Prevaleció el miedo, porque todavía duraba el terremoto, y eran muchos los que añadían a las desventuras propias y ajenas terroríficos vaticinios. Pero nosotros no determinamos marcharnos, aunque todavía estábamos expuestos al peligro, porque esperábamos noticias de mi tío.
Ten salud."
Reportaje de la Historia. Editorial Planeta, SA. Barcelona - España. 1986
Si quieres leer en latín estas dos cartas de Plinio a Tácito en las que habla de esta catástrofe, las tienes aquí: Epistulae VI, 16 y Epistulae VI, 20.
Epistulae VI, 16
"Cayo Plinio a Tácito, salud
Me pides que te describa la muerte de mi tío a fin de que más verazmente se transmita a la posteridad. te lo agradezco porque estoy convencido de que, si tú conmemoraras su muerte, alcanzará gloria inmortal. Porque, aunque haya perecido en la destrucción de una de las tierras más bellas, con tantos pueblos y ciudades, y aunque aquel inolvidable acontecimiento le asegure una vida inmortal y aunque él mismo haya dejado obras permanentes, la eternidad de tus escritos le añadirá eternidad. Considero felices a los que, por gracia de los dioses, les es dado hacer cosas dignas de ser escritas o escribir cosas dignas de ser leídas, pero felicísimos considero a los que cupo hacer ambas cosas. Mi tío se contará en el número de estos, tanto por sus libros como por los tuyos. Y así gustosamente me pongo a hacer lo que de mí solicitas. Estaba en Miseno y mandaba personalmente la escuadra. El noveno día antes de las Kalendas de septiembre (24 de agosto), casi a hora séptima, mi madre le indicó la aparición de una nube de inusitadas grandeza y forma. Había tomado el sol y se había lavado con agua fresca y luego había comido un poco, y echado, estudiaba. Se calzó las sandalias y subió a un sitio desde donde se podía contemplar mejor aquel portento. Aparecía una nube y los que la miraban desde lejos no sabían desde que montaña salía, pero después se supo que se trataba del Vesubio. La nube tenía un aspecto y una forma que recordaba a un pino, más que a ningún otro árbol, porque se elevaba como si se tratara de un tronco muy largo y se diversificaba en ramas. Creo que ello se debía a que, al debilitarse la corriente que en un principio la impulsaba, la nube, sin esta fuerza impulsora o debido a su propio peso, se desvanecía a lo ancho y tan pronto era blanca como sucia y manchada, según llevara tierra o ceniza. Como hombre muy sabio, le pareció que aquel portento debía ser visto desde más cerca. Hizo preparar una nave libúrnica y me permitió ir con él, si quería, y le contesté que prefería quedarme trabajando, pues me había encargado que le escribiera ciertas cosas. Cuando salía de casa recibió un mensaje de Rectina, la mujer de Tasco, la cual le rogaba que le sacara de aquel trance, pues estaba atemorizada por el inminente peligro, ya que su villa estaba precisamente debajo de la montaña y sólo le era dado huir con navíos. Cambió de opinión y se afanó en llevar a término lo que había empezado con intención de estudio. Se embarca en cuatirremes con la intención de prestar auxilio no sólo a Rectina sino a muchos, porque aquel litoral era tan agradable que era muy frecuentado. Directamente se dirige ahí donde los demás huían, mantiene el timón en dirección al peligro, y tan ajeno al miedo que tomaba nota de los movimientos de aquella calamidad y de cuanto se ofrecía ante sus ojos. Cuanto más se aproximaba, la ceniza caía en las naves cada vez más caliente y más densa, y también pedruscos y piedras ennegrecidas quemadas y rajadas por el fuego, al paso que el mar se abría como un vado y las playas se veían obstucalizadas por los cascotes. Estuvo a punto de volver atrás, pero dijo al piloto, que se lo aconsejaba:
Pomponiano vivía en Estabia, y la mitad del golfo lo separaba de nosotros, porque ahí el mar se interna a causa de una curva del litoral. aunque por aquella parte el peligro no era tan inminente, por el momento, llevó sus enseres a las naves, dispuesto a escapar si amainaba el viento contrario. Este viento fue favorable a mi tío, que llegó, lo abrazó tembloroso y lo consoló y animó, con la intención de apartar su temor con serenidad. ordenó que se le presentara el baño, y después se dirigió a la mesa, donde cenó alegremente o, lo que todavía es más digno de admiración, fingiendo estar alegre. Mientras tanto en el Vesubio relucían, en diversos lugares, anchísimas llamas y elevados incendios, cuyo fulgor y cuya claridad se destacaban en las tinieblas de la noche. Mi tío, para excusar el miedo, decía que se trataba de hogueras hechas por campesinos fugitivos o villas abandonadas que ardían. Entonces se fue a dormir y en verdad que durmió con un sueño profundo, pues sus ronquidos eran oídos por los que estaban de guardia en la puerta. Pero el patio por el que se llegaba a la habitación empezó a llenarse de tal modo de ceniza y de pedruscos que si hubiesen permanecido ahí, no hubieran podido salir. Se despertó y se reunió con Pomponiano y los demás que habían estado velando. Deliberaron si se quedarían bajo cubiertoo si saldrían al raso, ya que el edificio vacilaba debido a frecuentes y largos temblores y parecía que sus cimientos se corrían de un lado para otro. No obstante, si salían a la intemperie, eran de temer las lluvias de pedruscos, aunque más soportables. Cotejados ambos peligros, se optó por la segunda solución: en mi tío ello constituyó el triunfo de la razón sobre la razón, en los demás, el miedo sobre el miedo. Se pusieron almohadas en la cabeza, sujetas con trapos, única protección contra lo que caía. En otras partes había amanecido ya; allí seguía una noche más negra y más densa que todas las noches, sólo rota por antorchas y luces variadas."La fortuna favorece a los fuertes. dirígete a la casa de Pomponiano".
Pareció oportuno ir a la playa y ver que posibilidades existían en el mar, que estaba desierto y adverso. Allí se echó sobre un lienzo y pidió agua fresca, y la bebió dos veces. A él le despertó y a los demás les hizo huir el olor del azufre, precursos de las llamas y estas llegaron luego. Se levantó apoyándose en dos siervos, pero cayó en seguida debido, a lo que creo, a que el vaho caliginoso le tapó la respiración y le cerró el estómago, que tenía muy delicado y propenso al vómito. Cuando nuevamente se hizo de día -y era el tecero desde que había dejado de ver- su cuerpo fue hallado intacto y tal como iba vestido; pero más tenía el aspecto de dormir que de estar muerto. Acabo, pues, añadiendo únicamente que te lo he contado tal como lo vi, o tal como oí relatar inmediatamente después de sucedido, es decir, cuando el recuerdo era reciente. Tú escoge lo que más te convenga, pues no es lo mismo escribir una carta que una historia, ni dirigirse a un amigo que a todos.
Ten salud. "
Epistulae VI, 20.
"Cayo Plinio a Tácito, salud
Inducido por la carta que, a instancia tuya, te escribí sobre la muerte de mi tío, me dices que deseas saber sobre los temores por los que pasé cuando me quedé en Miseno, que es donde interrumpía mi relato. Aunque mi ánimo se horroriza al recordarlo, empezaré. Así que mi tío se hubo marchado me entregué al estudio , pues para esto me había quedado; luego me bañé, cené y dormí con inquietud y poco. Hacía muchos días habá sufrido un terremoto no muy alarmante, ya que es algo muy frecuente en Campania. Pero aquella noche fue tan fuerte que parecía que todo más que moverse se venía abajo. Mi madre entró precipitadamente en mi habitación en el preciso momento que yo salía con intención de despertarla si dormía. Nos sentamos en la explanada que había entre los edificios y el mar. No sé si por provocación o por imprudencia, pues aún no tenía dieciocho años, me llevé un volumen de Tito Livio, y para distraerme, me puse a leerlo y a tomar notas, como había hecho antes. De pronto se acercó un amigo de mi tío, que recientemente había llegado de España para visitarlo, y al vernos ahí sentados, y a mí que aun estaba leyendo, reprochó a mi madre su paciencia y a mí mi confianza. No obstante, yo seguí ocupado con mi libro.
Llegó la primera hora del día y no era todavía claro. Los edificios de los alrededores estaban tan agrietados que en aquel lugar descubierto y angosto el miedo crecía por momentos. Entonces nos pareció oportuno abandonar la villa. La multitud nos seguía admirada, pues en los momentos de pánico uno se suele guiar por las decisiones de los demás, y todos empujaban a los fugitivos. Al llegar al campo, nos paramos. Nos sorprendían muchas cosas dignas de admiración y de temor. Entre otras, ocurría que los vehículos que habíamos ordenado que nos precedieran, a pesar de estar en un campo llanísimo, emprendían diversas direcciones y no era posible mantenerlos quietos. Además veíamos que el mar se recogía en si mismo, como si temiese los temblores de la tierra. La playa se había ensanchado y muchos animales marinos habían quedado en seco sobre la arena. Por otro lado una negra y horrible nube, rasgada por torcidas y vibrantes sacudidas de fuego, se abría en largas grietas de fuego, que semejaban relámpagos, pero eran mayores.
Entonces aquel amigo que había venido de España nos dijo seca y llanamente, a mi madre y a mí:
"Si tu hermano, si tu tío, vive todavía, quiere que vosotros también os salveís. Si ha muerto quiso que le sobreviviérais. Por tanto ¿qué esperáis para emprender la huida?"
Le respondimos que no buscaríamos nuestra salvación mientras no supiéramos de la suya; y él sin esperar más se alejó del peligro lo más velozmente que pudo. No tardó mucho tiempo en descender aquella nube hasta la tierra y cubrir el mar; ya había rodeado y escondido a Capri, y, corriéndose hacia el Miseno, lo ocultaba. Entonces mi madre me pedía, me rogaba y me mandaba que huyese como pudiera, porque siendo yo joven bien lo podría hacer, y ella apesadumbrada por los años y el cuerpo, moriría tranquila al no ser la causa de mi muerte. yo, por mi parte, no me quería poner a salvo si no era justamente con ella; y asi la cogí de la manoy la obligué a ir de prisa, lo que hizo acusándose a sí misma de constituir un estrobo para mí. Ya caía ceniza, aunque poca, pero al volver el rostro vi que se aproximaba una espesa niebla por detrás de nosotros que, como un torrente, se extendía por tierra.
"Apartémonos -dije- mientras veamos, a fin de que la multitud no nos atropelle en la calle empedrada cuando vengan las tinieblas"
Apenas había dicho esto cuando anocheció, no como en las noches sin luna o nubladas sino con una oscuridad igual a la que se produce en un sitio cerrado en el que no hay luces. Allí hubieras oído chillidos de mujeres, gritos de niños, vocerío de hombres: todos buscaban a voces a sus padres, a sus hijos, a sus esposos, los cuales también a gritos respondían. Unos lamentaban su desgracia, otros la de sus parientes, y había quienes que por miedo a la muerte la imprecaban. Muchos eran los que elevaban las manos hacia los dioses, y otros se habían convencido de que los dioses no existen, creían que era la última noche del mundo. No faltaban los que con terror falso y fingido exageraban los peligros reales. Algunos notificaban a los crédulos con falsedad que se había desmoronado e incendiado el Miseno. Cuando aclaró un poco nos pareció que no amanecía sino que el fuego se iba aproximando; pero se detuvo un poco lejos y luego volvieron las tinieblas y otra vez la densa y espesa ceniza. De cuando en cuando nos levantábamos para sacudirnos las cenizas, de lo contrario nos hubiera cubierto y ahogado con su peso. Me podría envanecer de no haberme lamentado y no haber proferido ningún grito fuerte en medio de tantos peligros, pero me consolaba, en mi mortalidad, la idea de que todos y todo acababa conmigo.
Aquel vaho caliginoso, no obstante, se desvaneció en humo y niebla, y pronto amaneció de veras y hasta lució el sol, aunque algo sombrío, como cuando se produce un eclipse. Ante nuestros ojos parpadeantes todo parecía distitnto y cubierto de espesa ceniza, como si fuera nieve. Tras haber curado como pudimos nuestros cuerpos volvimos a Miseno y pasamos una noche angustiosa y terrible entre la esperanza y el miedo.
Prevaleció el miedo, porque todavía duraba el terremoto, y eran muchos los que añadían a las desventuras propias y ajenas terroríficos vaticinios. Pero nosotros no determinamos marcharnos, aunque todavía estábamos expuestos al peligro, porque esperábamos noticias de mi tío.
Ten salud."
Reportaje de la Historia. Editorial Planeta, SA. Barcelona - España. 1986
[+/-] | ELECCIONES EN POMPEYA |
Un paseo por la Vía de la Abundancia de la ciudad arrasada por el Vesubio.
Fuentes, termas, tabernas y casas con carteles electorales del siglo I
(César Antonio Molina en la sección El viajero del diario El País)
Lleva este nombre por la fuente pública colocada a su inicio, sobre la cual está esculpida en relieve la Concordia Augustea que soporta el cuerno de la abundancia. En los cruces de los caminos eran habituales las fuentes. Por esta zona la mayoría son de piedra de lava. Muy pocas como ésta de caliza tan blanca. Abro el grifo y me mojo las manos y el rostro, como tantos debieron hacer habitualmente. Hasta 43 fuentes públicas se conocen en Pompeya. El acueducto llevaba el agua a la ciudad y, ya en la época de Augusto, había agua corriente en las casas.
La Vía de la abundancia va desde el Foro hasta la puerta del Sarno. Iba, porque ahora en su parte final está cortada. Al inicio se encuentran las Termas Estabianas. Luego la Casa del citarista. Se debe este nombre a una estatua de Apolo en bronce portando una cítara. Es muy grande y llaman la atención las pintadas electorales (que hay en casi todas las fachadas de las casas) promovidas por la familia Popidii probablemente propietaria de la misma. La Casa del Citarista es ahora un gran depósito de todas las ánforas de la ciudad.
Siguiendo el curso de la vía pasamos por la lavandería-tintorería de Stephanus; el thermopolium (un bar), donde en un hueco del mostrador se encontraron cientos de monedas; y la fonda de Asellina asediada de publicidades electorales. La tabernera y sus alegres camareras Zmyrina, Ismurna y Aegle recomendaban el voto para unos candidatos.
En los muros de las casas en las que se permitía esta promoción política, se blanqueaban primero de cal por losdealbator y luego, generalmente por la noche bajo las linternas de aceite, losscriptores pintaban los nombres y las recomendaciones. Los Programmata, es decir, los carteles, no estaban firmados por los candidatos sino por sus electores.
Durante los días de las elecciones, el candidato se paseaba por la ciudad acompañado de un Nomenclator, un esclavo que susurraba al patrón el nombre de las personas con quienes se iba encontrando y que se acercaban a saludarlo. Difícil oficio el de este esclavo, conocer a todas las familias y personas de la ciudad. Durante el año debía de estar liberado para aprender los nombres y los oficios de cada uno de estos posibles votantes. Los hombres, no las mujeres, con derecho a voto, escribían el nombre del favorito en una tablilla encerada que introducían en una urna. Hasta dos mil quinientos carteles electorales hay en Pompeya, varios suscritos por mujeres.
Calle abajo pasamos por la Casa del efebo, también el nombre debido a una estatua de bronce, y la panadería de Sotericus. Tenía un horno, depósito para el grano, un dormitorio para los trabajadores y cuatro muelas accionadas por burros. En Pompeya se han localizado más de treinta panaderías y doscientos restaurantes.
El famoso retrato de un joven matrimonio, ella de cejas pobladas sosteniendo el stilum con una mano y, con la otra, una tablilla encerada; él togado, de rasgos poco delicados, con barba mal cuidada y cabellos rizados, sosteniendo en su mano derecha un rollo de papiro; no son los de dos aristócratas –así como pretendían pasar- sino los rostros del panadero y su joven esposa. Ya por aquellas fechas el saber leer y escribir era un signo de distinción. ¿Lo sabrían hacer ellos? Sea como fuere sus rostros me embelesan cada vez que los observo en el Museo arqueológico de Nápoles.
En el Taller del Garum se confeccionaba esta salsa famosa y fundamental en todas las comidas romanas, hecha a base de pescado. En esta calle también se encuentran otras casas. El complejo de los ritos mágicos, la Casa de Octavio Quartio repleta de anuncios electorales, la Casa de Venus y la acomodada Casa de Julia Felice que alquilaba habitaciones, baños y disponía también de una parte para tiendas. En los anuncios que hacía exigía fianza y responsabilidad, pues aquel lugar no era una casa cualquiera. En esta calle había otras muchas casas. En Pompeya se tienen localizadas unas ochocientas casas, la mayor parte de ellas aún sin excavar. Por ejemplo en la Vía de la Abundancia había una consulta ginecológica.
Otras casas que visitamos en la Vía de la Abundancia, cerradas al público, son la Casa de Julio Polibio, la Casa de los castos amantes y la Casa del larario de Aquiles. La casa de Julio Polibio está al lado de la Casa de los castos amantes. Polibio era un edil y candidato a duunviro, es decir, magistrado de la administración pública y juez supremo de la ciudad. Se elegían a razón de dos por año. Luego pasaban a formar parte del Senado de la ciudad. Cuando se produjo la erupción la casa se encontraba en obras, por eso hay ánforas llenas de cal y objetos de unas estancias acumulados en otras. Tiene una curiosa puerta pintada, un trampantojo, para camuflar una puerta tapiada.
Pero la sorpresa con la que nos encontramos no es su vestíbulo pequeño, el atrio que conectaba con las diferentes estancias, el peristilo o el triclinium(el comedor donde los comensales se recostaban sobre los sillones-cama dispuestos a tal efecto) con las magníficas pinturas sobre las paredes que cuentan la historia de Dirce, sino una gran pantalla de TV, unos potentes altavoces y copias en madera del mobiliario de la casa así como de la cocina. Un comisario nombrado por Berlusconi llegó a Pompeya para revolucionar su gestión y, entre las varias ideas peregrinas que tuvo, fue la de reconstruir la vida de esta casa a través de los medios audiovisuales, personajes vestidos de época y el mobiliario que tuvo que ser encargado a ebanistas. Se gastó todo el presupuesto en este asunto desatendiendo las excavaciones y el mantenimiento de la ciudad. Por otra parte, el resultado fue nulo pues los visitantes no aumentaron y la casa de Julio Polibio, que está cerrada, sufrió también un gran deterioro.
Ahora contemplamos las ruinas antiguas con las modernas. Las pinturas al lado de la cocina representan a un larario (una pequeña capilla donde están las divinidades protectoras de la casa y de la familia). Es muy llamativa la alargada serpiente que aparece en la parte inferior, La agathodaemon, protectora del hogar y de la fertilidad.
La cocina estaba junto a las habitaciones de la servidumbre en un pequeño patio. Se reconstruyeron todos los elementos de la cubertería, chimenea, ollas, trípodes, etc. que también ahora están abandonados. Sólo montar la instalación eléctrica para dar luz y sonido a este lugar costó mucho dinero. El silencio, esencial en este tipo de paseos entre ruinas, quedaba roto por la música que ni siquiera era de la época sino muchas veces obtenida de las bandas sonoras de películas de romanos.
Cuando llegamos al final del peristilo, donde crecían árboles frutales, nos encontramos con una amplia habitación que era el triclinium y otras más pequeñas destinadas al reposo. En la habitación central hay pinturas de tema mitológico en las que intervienen Apolo, Dafne, Hermafrodito y Eros. En el triclinium los sillones y camas reproducidos tienen encima de ellos, todavía, los colchones blancos cubiertos ahora de polvo. Hay además otras dos grandes mesas (también reproducciones) donde se apoyaban los manjares. Todos estos artilugios inútiles y carentes del más mínimo valor ocupan un espacio que le roban a lo verdaderamente importante de esta estancia, las pinturas que hacen referencia a la historia de Dirce.
En el triclinium, que no se había acabado de decorar, se encontraron amontonados, la casa estaba en obras, muchos objetos de bronce de gran valor, vajilla, una crátera, una estatua de Apolo. Al salir se cierra la casa con llave y nos asomamos a la vecina Casa de los castos amantes, denominada así por la pintura allí descubierta. Una pareja besándose castamente. Esta casa está llena de andamios pues se están llevando a cabo importantes excavaciones. Cuando se produjo la erupción, en una de las habitaciones se estaba procediendo a su decoración por lo que en ella aparecieron todos los útiles pictóricos con los que se estaba trabajando. Los arqueólogos nos dicen que era una casa importante y están convencidos de que aún aparecerán cosas interesantes.
Regresando por la Vía de la Abundancia hacia el foro nos paramos en la Casa del larario de Aquiles. Toma nombre del friso con figuras en parte en relieve y en parte pintadas sobre fondo azul que ilustran los últimos episodios de la guerra de Troya. En la primera escena Príamo, Hécuba la reina y esposa de Príamo, y Astianacte, el nieto de ambos e hijo de Héctor y Andrómaca, llaman a Héctor desde lo alto de la puerta de la ciudad sitiada. En la segunda escena las diosas Hera y Afrodita presencian el duelo entre Aquiles y Héctor. El cadáver de este último es arrastrado por el caballo de Aquiles. En la tercera escena un esclavo troyano lleva a Aquiles un vaso como símbolo del rescate para ser recuperado el cuerpo del héroe. En la cuarta y última escena Héctor es transportado por Príamo sobre un carro. La Ilíada era grandiosa porque toda vida es un combate; la Odisea porque toda vida es un viaje; y el Libro de Job porque toda vida es un enigma. Ante estas pinturas inesperadas que me encuentro casualmente al entrar en esta casa, siento mi combate, mi viaje y mi enigma.
Fuente: César Antonio Molina en la sección El viajero del diario El País.
Lleva este nombre por la fuente pública colocada a su inicio, sobre la cual está esculpida en relieve la Concordia Augustea que soporta el cuerno de la abundancia. En los cruces de los caminos eran habituales las fuentes. Por esta zona la mayoría son de piedra de lava. Muy pocas como ésta de caliza tan blanca. Abro el grifo y me mojo las manos y el rostro, como tantos debieron hacer habitualmente. Hasta 43 fuentes públicas se conocen en Pompeya. El acueducto llevaba el agua a la ciudad y, ya en la época de Augusto, había agua corriente en las casas.
La Vía de la abundancia va desde el Foro hasta la puerta del Sarno. Iba, porque ahora en su parte final está cortada. Al inicio se encuentran las Termas Estabianas. Luego la Casa del citarista. Se debe este nombre a una estatua de Apolo en bronce portando una cítara. Es muy grande y llaman la atención las pintadas electorales (que hay en casi todas las fachadas de las casas) promovidas por la familia Popidii probablemente propietaria de la misma. La Casa del Citarista es ahora un gran depósito de todas las ánforas de la ciudad.
Siguiendo el curso de la vía pasamos por la lavandería-tintorería de Stephanus; el thermopolium (un bar), donde en un hueco del mostrador se encontraron cientos de monedas; y la fonda de Asellina asediada de publicidades electorales. La tabernera y sus alegres camareras Zmyrina, Ismurna y Aegle recomendaban el voto para unos candidatos.
En los muros de las casas en las que se permitía esta promoción política, se blanqueaban primero de cal por losdealbator y luego, generalmente por la noche bajo las linternas de aceite, losscriptores pintaban los nombres y las recomendaciones. Los Programmata, es decir, los carteles, no estaban firmados por los candidatos sino por sus electores.
Durante los días de las elecciones, el candidato se paseaba por la ciudad acompañado de un Nomenclator, un esclavo que susurraba al patrón el nombre de las personas con quienes se iba encontrando y que se acercaban a saludarlo. Difícil oficio el de este esclavo, conocer a todas las familias y personas de la ciudad. Durante el año debía de estar liberado para aprender los nombres y los oficios de cada uno de estos posibles votantes. Los hombres, no las mujeres, con derecho a voto, escribían el nombre del favorito en una tablilla encerada que introducían en una urna. Hasta dos mil quinientos carteles electorales hay en Pompeya, varios suscritos por mujeres.
Calle abajo pasamos por la Casa del efebo, también el nombre debido a una estatua de bronce, y la panadería de Sotericus. Tenía un horno, depósito para el grano, un dormitorio para los trabajadores y cuatro muelas accionadas por burros. En Pompeya se han localizado más de treinta panaderías y doscientos restaurantes.
El famoso retrato de un joven matrimonio, ella de cejas pobladas sosteniendo el stilum con una mano y, con la otra, una tablilla encerada; él togado, de rasgos poco delicados, con barba mal cuidada y cabellos rizados, sosteniendo en su mano derecha un rollo de papiro; no son los de dos aristócratas –así como pretendían pasar- sino los rostros del panadero y su joven esposa. Ya por aquellas fechas el saber leer y escribir era un signo de distinción. ¿Lo sabrían hacer ellos? Sea como fuere sus rostros me embelesan cada vez que los observo en el Museo arqueológico de Nápoles.
En el Taller del Garum se confeccionaba esta salsa famosa y fundamental en todas las comidas romanas, hecha a base de pescado. En esta calle también se encuentran otras casas. El complejo de los ritos mágicos, la Casa de Octavio Quartio repleta de anuncios electorales, la Casa de Venus y la acomodada Casa de Julia Felice que alquilaba habitaciones, baños y disponía también de una parte para tiendas. En los anuncios que hacía exigía fianza y responsabilidad, pues aquel lugar no era una casa cualquiera. En esta calle había otras muchas casas. En Pompeya se tienen localizadas unas ochocientas casas, la mayor parte de ellas aún sin excavar. Por ejemplo en la Vía de la Abundancia había una consulta ginecológica.
Otras casas que visitamos en la Vía de la Abundancia, cerradas al público, son la Casa de Julio Polibio, la Casa de los castos amantes y la Casa del larario de Aquiles. La casa de Julio Polibio está al lado de la Casa de los castos amantes. Polibio era un edil y candidato a duunviro, es decir, magistrado de la administración pública y juez supremo de la ciudad. Se elegían a razón de dos por año. Luego pasaban a formar parte del Senado de la ciudad. Cuando se produjo la erupción la casa se encontraba en obras, por eso hay ánforas llenas de cal y objetos de unas estancias acumulados en otras. Tiene una curiosa puerta pintada, un trampantojo, para camuflar una puerta tapiada.
Pero la sorpresa con la que nos encontramos no es su vestíbulo pequeño, el atrio que conectaba con las diferentes estancias, el peristilo o el triclinium(el comedor donde los comensales se recostaban sobre los sillones-cama dispuestos a tal efecto) con las magníficas pinturas sobre las paredes que cuentan la historia de Dirce, sino una gran pantalla de TV, unos potentes altavoces y copias en madera del mobiliario de la casa así como de la cocina. Un comisario nombrado por Berlusconi llegó a Pompeya para revolucionar su gestión y, entre las varias ideas peregrinas que tuvo, fue la de reconstruir la vida de esta casa a través de los medios audiovisuales, personajes vestidos de época y el mobiliario que tuvo que ser encargado a ebanistas. Se gastó todo el presupuesto en este asunto desatendiendo las excavaciones y el mantenimiento de la ciudad. Por otra parte, el resultado fue nulo pues los visitantes no aumentaron y la casa de Julio Polibio, que está cerrada, sufrió también un gran deterioro.
Ahora contemplamos las ruinas antiguas con las modernas. Las pinturas al lado de la cocina representan a un larario (una pequeña capilla donde están las divinidades protectoras de la casa y de la familia). Es muy llamativa la alargada serpiente que aparece en la parte inferior, La agathodaemon, protectora del hogar y de la fertilidad.
La cocina estaba junto a las habitaciones de la servidumbre en un pequeño patio. Se reconstruyeron todos los elementos de la cubertería, chimenea, ollas, trípodes, etc. que también ahora están abandonados. Sólo montar la instalación eléctrica para dar luz y sonido a este lugar costó mucho dinero. El silencio, esencial en este tipo de paseos entre ruinas, quedaba roto por la música que ni siquiera era de la época sino muchas veces obtenida de las bandas sonoras de películas de romanos.
Cuando llegamos al final del peristilo, donde crecían árboles frutales, nos encontramos con una amplia habitación que era el triclinium y otras más pequeñas destinadas al reposo. En la habitación central hay pinturas de tema mitológico en las que intervienen Apolo, Dafne, Hermafrodito y Eros. En el triclinium los sillones y camas reproducidos tienen encima de ellos, todavía, los colchones blancos cubiertos ahora de polvo. Hay además otras dos grandes mesas (también reproducciones) donde se apoyaban los manjares. Todos estos artilugios inútiles y carentes del más mínimo valor ocupan un espacio que le roban a lo verdaderamente importante de esta estancia, las pinturas que hacen referencia a la historia de Dirce.
En el triclinium, que no se había acabado de decorar, se encontraron amontonados, la casa estaba en obras, muchos objetos de bronce de gran valor, vajilla, una crátera, una estatua de Apolo. Al salir se cierra la casa con llave y nos asomamos a la vecina Casa de los castos amantes, denominada así por la pintura allí descubierta. Una pareja besándose castamente. Esta casa está llena de andamios pues se están llevando a cabo importantes excavaciones. Cuando se produjo la erupción, en una de las habitaciones se estaba procediendo a su decoración por lo que en ella aparecieron todos los útiles pictóricos con los que se estaba trabajando. Los arqueólogos nos dicen que era una casa importante y están convencidos de que aún aparecerán cosas interesantes.
Regresando por la Vía de la Abundancia hacia el foro nos paramos en la Casa del larario de Aquiles. Toma nombre del friso con figuras en parte en relieve y en parte pintadas sobre fondo azul que ilustran los últimos episodios de la guerra de Troya. En la primera escena Príamo, Hécuba la reina y esposa de Príamo, y Astianacte, el nieto de ambos e hijo de Héctor y Andrómaca, llaman a Héctor desde lo alto de la puerta de la ciudad sitiada. En la segunda escena las diosas Hera y Afrodita presencian el duelo entre Aquiles y Héctor. El cadáver de este último es arrastrado por el caballo de Aquiles. En la tercera escena un esclavo troyano lleva a Aquiles un vaso como símbolo del rescate para ser recuperado el cuerpo del héroe. En la cuarta y última escena Héctor es transportado por Príamo sobre un carro. La Ilíada era grandiosa porque toda vida es un combate; la Odisea porque toda vida es un viaje; y el Libro de Job porque toda vida es un enigma. Ante estas pinturas inesperadas que me encuentro casualmente al entrar en esta casa, siento mi combate, mi viaje y mi enigma.
Fuente: César Antonio Molina en la sección El viajero del diario El País.