EL RUIDO DE ANIBAL EN HISPANIA

Una exposición de 300 piezas en el Museo de Arqueología Regional de Madrid muestra en Alcalá de Henares las huellas que dejó Aníbal Barca en Hispania.


Un grupo de monedas con motivos púnicos como los elefantes. / LUIS SEVILLANO
Año 220 a. C. Aníbal Barca regresa de su expedición conquistadora por el interior de Hispania, tras poner Salamanca a sus pies. En el camino de vuelta hacia la capital de lo que hoy es Cartagena, Qart Hadasht, el general cartaginense debe cruzar el valle del Duero, un terreno en apariencia dócil para su ejército de guerreros, mercenarios y elefantes. Al adentrarse en la parte alta del río Tajo, los soldados se topan con los carpetanos, una tribu aliada de los romanos. Los enemigos resultan ser luchadores y orgullosos, y se niegan a someterse a otro poder. Pero Aníbal ha decidido ya su destino. Las pisadas de sus elefantes hacen temblar las aguas del Tajo. Una bandada de pájaros emprende rápido el vuelo al predecir el peligro que se avecina. Queda poco para que el príncipe Bárcida y su ejército arrasen con todo. No muy lejos, un pobre carpetano mira la escena con una mezcla de asombro, miedo y curiosidad. Se pregunta quién será ese hombre que se acerca con talante de rey. ¿Quién es Aníbal? ¿De dónde proviene? ¿En qué radica su enorme poder?

Este pequeño personaje y sus preguntas estructuran Fragor Hannibalis, la exposición del Museo de Arqueología Regional de la Comunidad de Madrid. Se trata de un recorrido histórico a través de 300 piezas arqueológicas que provienen de una decena de museos españoles y extranjeros. A través de pinturas, pequeñas figuras, vasijas, monedas, espadas y esculturas se responderán a las preguntas que, al igual que el carpetano de la historia, se hicieron gran parte de los pobladores de Hispania. La exposición estará abierta al público desde el 9 de julio hasta el 12 de enero de 2014.

Los habitantes de aquella Hispania vieron cómo poco a poco la dinastía de los Barca, integrada por Amílcar (padre de Aníbal), Asdrúbal (el cuñado) y el propio Aníbal, conquistaba con contundencia las ciudades de la región. El desafío a los cimientos de Roma estaba claro.

Las hazañas militares de Aníbal son más que conocidas: atravesó los Alpes con su ejército de elefantes y mercenarios para conquistar Roma. En la batalla de Cannas, en el año 216 a. C., cuando todo estaba en su contra, logró acorralar a los romanos y vencerlos. Esa estrategia se convirtió después en una de las más estudiadas de la historia. Pero su figura va más allá de este aspecto belicoso y eso es precisamente lo que quiere contar la exposición. “Queremos destacar cómo Aníbal y los Barca, modernizaron la vida política y económica que existía en la península”, dice Manuel Bendala Galán, comisario de la exposición y catedrático de Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid, ya jubilado. Bendala explica que se intenta también profundizar en el mundo de los hispanos, una serie de pueblos y tribus que habitaban la región, y que algunas veces fueron derrotados por las tropas púnicas. En otras ocasiones, en cambio, se aliaron con ellos.

El punto es, según Bendala, conocer el contraste entre ambas culturas y ver cómo se relacionaban los íberos con el pueblo helenístico. “En la península ibérica había un mundo de reyes que se creían en parte dioses. Y por eso se unen a los de Cartago, porque ellos también representaban una cierta divinidad”, añade Bendala.

Volviendo a la historia, el pobre joven carpetano se sienta algo confundido en la orilla del Tajo. No entiende muy bien lo que acaba de ocurrir, pero está decidido a darle sentido. Lo primero es descubrir quién es ese tal Aníbal, ante quien el resto de los pobladores se inclina y llaman Rey. Si este joven viviera en la época actual se daría cuenta de que la tarea no es fácil. Si entrara a la exposición, lo primero que se encontraría sería una imagen gigante del que supuestamente es Aníbal. Está de perfil con semblante serio y plateado y lleva una clava en la cabeza. “Esto es la imagen de lo que creemos que es Aníbal. Aunque no pone quién es y se puede pensar que es la figura del dios Heracles, hay estudios que indican que el rostro tiene los rasgos reales de una persona”, explica Bendala. Pese a tratarse casi seguro de la representación de un ser humano, su imagen está obligada a entrañar algo de divino. “Los Barca eran príncipes helenos que procedían del mundo de Alejandro Magno, el espejo dónde ellos se veían. Así que está caracterizado como un príncipe muy divinizado, algo que es visible por la clava de Heracles que lleva”, comenta Bendala.

El hombrecito ibérico continúa su reflexión después del ataque. Con el tiempo se da cuenta de que el rastro de sangre que ha dejado el guerrero cartaginés lo va limpiando poco a poco el asentamiento de una nueva civilización, más moderna. Cartago era en ese entonces, junto con Roma, la vanguardia de la cultura antigua del mediterráneo. Pero en muchos aspectos la superaba. “Los cartaginenses son los inventores de la agricultura antigua, aunque siempre creímos que fueron los romanos. Además, fueron unos genios de la ingeniería naval: crearon grandes barcos, era una vanguardia civilizadora. Inventaron la navegación por las estrellas”, comenta el comisario de la exposición.

El peso de los cartaginenses, cuyo ámbito de expansión fue sobre todo por el sur y el sureste de la región fue muy fuerte. “En época de Asdrúbal fundan la capital Qart Hadasht y se convierte así en la primera gran ciudad helenística que se crea en España. Es una ciudad de gran porte, símbolo de la riqueza económica. Ahí se encontraba el palacio de Asdrúbal. Tenía además mucha población para hacer una economía de producción masiva con miras al comercio”, cuenta el comisario.

La presencia de los púnicos en Hispania acentúa el contraste entre dos mundos, el de los carpetanos y bretones y otras tribus, que se encontraban en un proceso de desarrollo limitado y el de los helenos, más adelantados. Pero el joven ibérico se niega a pensar que su pueblo es un bárbaro o un atrasado. Y razón tenía. De hecho, el mismo Aníbal se llegó a casar con Imilce, una princesa de la ciudad de Cástulo, ubicada en el alto Guadalquivir. “Casarse con hijas de los nobles ibéricos era una forma de unir tronos y hacer alianza. Pero también era una manera de vincularse a la concepción de nobleza que tenían los hispanos que era muy evolucionada”, explica el comisario. “Por eso Aníbal se casa con Imilce, porque le aporta ese concepto de realeza que tiene los iberos”.

Aníbal no fue el primero. Asdrúbal, su cuñado, se había casado también con una princesa hispana. Y la aristocracia ibérica no tenía nada de bárbara. “Esta gente adornaba, en el siglo VII y VI, sus ambientes monumentales con las piezas más lujosas que había en el mediterráneo en esa época” explica Bendala.

Al igual que los príncipes helenísticos, los reyes hispanos también tenían algo de divino. “Cuando morían había un ritual funerario que consistía en que grupo de parejas de hombres se mataban como una especie de ofrenda. El objetivo era demostrar que no podían superar en vida a su jefe”, dice Bendala, que reconoce que debió de existir alguna ritualización del acto para evitar que fuera muriendo tanta gente. Hay algunas excepciones, claro. “Cuando murió Viriato, el principal caudillo de la tribu lusitana que hizo frente a la expansión de Roma en el año 139 a. C., se mataron en torno a 200 parejas de hombres y eso está documentado. Los que morían eran guerreros”, dice. En esta parte de la exposición, los organizadores pondrán sonidos de batallas, de espadas, el viento, para dar más viveza al momento.

Algo curioso es la figura de la Dama de Baza, una representación funeraria de una mujer hispana que tiene bajos sus pies una ofrenda de armas. “Es interesante ver que a una mujer también podía tener el mismo trato que un hombre cuando moría. Por supuesto que tenía que tratarse de una noble. Pero las mujeres aristócratas en el mundo ibérico gozaban de grandes honores”, comenta.

Batalla de Baécula
Los púnicos modernizaron la región ibérica con sus construcciones, su economía, su forma de hacer las cosas. Pero los hispanos también contribuyeron a mejorar la cultura cartaginesa. Sus armas por ejemplo, fueron utilizadas por los hombres de Aníbal. Bendala apunta hacia el dibujo de una espada larga, esbelta y muy afilada. “Las espadas de los ibéricos eran muy buenas por el metal y el cobre del que estaban hechas. Pese a que una de las características de Aníbal y de su época es que ellos son los primeros en traer un tipo de tecnología de armas más avanzadas, como grandes ballestas que se empleaban para lanzar bolaños, aprovecharon también la flexibilidad y la fuerza de las espadas de los hispanos, cuya fuerza era inigualable”, añade.

El museo recoge algunas de los últimos hallazgos arqueológicos. Un ejemplo es la batalla de Baécula en la que se enfrentaron los ejércitos romano y cartaginés, a las órdenes de Escipión el Africano y Asdrúbal Barca en el año 208 a. C. El hallazgo de lanzas, puntas de flecha, tachuelas de las sandalias, y proyectiles de los honderos baleares que lucharon en las filas cartaginesas, broches de los ropajes, espuelas han permitido situar el verdadero lugar de la batalla, en el cerro de Las Albahacas cerca de la actual localidad de Santo Tomé, en Jaén.

No todo dura para siempre. Probablemente el carpetano que mira al río se pregunta cuándo terminó el reinado de Aníbal. La toma de Sagunto por parte de guerrero fue el pretexto para reabrir la guerra entre Cartago y Roma, comenzando la Segunda Guerra Púnica. El ejército púnico, bajo el liderazgo de Aníbal, marchó a Italia para atacar a Roma en su propio terreno. La guerra tuvo poderosos frentes en Italia, pero también en Hispania, adonde se desplazaron los ejércitos de Roma, llegados por vez primera a Emporion en el 218 a. C.

Tras diversas vicisitudes, el dominio de los cartagineses en Hispania terminó con la decisiva llegada de Publio Cornelio Escipión, que tomó la capital Qart Hadasht y derrotó a los últimos ejércitos cartagineses en el entorno de Carmona en el año 206 a. C.

Aníbal ha sufrido la suerte del vencido, la de una memoria que ha sido en parte borrada y en parte tergiversada. Pese a ello, es innegable que el legado de los de los Barca fue determinante para esa nueva época y para la configuración y el carácter de la estructura urbana de Hispania. El recuerdo de su imagen ha estado, sin embargo, presente siempre en la memoria de los más grandes guerreros. Como es el caso de Napoleón Bonaparte, que quiso emular las tácticas del gran guerrero cartaginés.

El País

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