Juana María Huélamo, arqueóloga y miembro de KuanUm!, empresa organizadora de la exposición FÉMINA -que puede visitarse hasta el 8 de marzo en la Villa Romana La Olmeda-, nos detalla cómo era el día a día de las "féminas" en la época romana.
¿Cómo era ser mujer en Roma?
Desde luego mucho mejor que serlo en Grecia o en otras culturas de la antigüedad. La mayoría de las mujeres fueron educadas en la lectura y escritura, ya que ellas en muchos casos enseñaban las primeras letras a sus hijos e hijas. En líneas generales, la mujer estaba sometida al orden patriarcal, pero por estar en igualdad de condiciones ante la ley con los hombres.
¿De qué forma estaba jerarquizada la mujer en la sociedad?
Dependiendo de sus derechos, podían ser libres, libertas o esclavas. Las primeras, por lo general, pertenecían a la élite, y, cuando se casaban, se convertían en matronas, siendo su función principal la procreación. Libertas eran las antiguas esclavas que habían conseguido su liberación, bien comprándose ellas mismas o bien siendo adquiridas por otra persona. Las esclavas, por lo general, eran menospreciadas por sus dueñas o dueños, que además tenían derecho de vida y muerte sobre ellas y, en cualquier momento, podían venderlas. Sus funciones principales eran ocuparse de las tareas domésticas de la domus. Estas mujeres esclavas sufrieron la violencia ejercida contra ellas a través de su cuerpo, ya que fueron utilizadas con fines sexuales o reproductivos.
¿Eran muy coquetas?
Igual que las actuales, unas más que otras. En las clases altas ser coqueta constituía también una necesidad de status social, ya que las obligaciones del "pater familias" hacían que la "domina" tuviera que alzarse y presentarse físicamente a la altura de lo que se esperaba de una persona de su condición social. De todas formas, la discreción era una de las virtudes alabadas por una sociedad de carácter absolutamente patriarcal.
¿Qué tipo de cosméticos utilizaban?
Tenemos constancia de una gran variedad de productos a través de las fuentes clásicas y la arqueología. El ideal de belleza femenina romana incluía la piel blanca y alisada a base de mascarillas; el color rojo en labios y mejillas, sinónimo de buena salud; grandes ojos, sombreados de color negro, azul o verde y también largas pestañas y cejas, que se retocaban con pinzas. Para conseguir todos estos efectos, utilizaban un amplio catálogo de productos, muchos de los cuales hoy día nos resultan exóticos, repugnantes o, como mínimo, sorprendentes: harina de habas, orina, polvo de galena y de malaquita, cinabrio, hollín, ceniza, zurita, hormigas o moscas secas y machacadas, excrementos de cocodrilo y una larga lista de afeites que, a veces, eran nocivos para la salud como, por ejemplo, el plomo. Propercio relata que estaba muy difundida la moda de que las mujeres se marcasen las venas de las sienes en azul.
Eso en cuanto a la belleza, pero si hablamos de higiene...
Se limpiaban los dientes con palillos de lentisco y los frotaban con piedra pómez en polvo, para blanquearlos. Existían también los dientes postizos, hechos de hueso o marfil. Se bañaban en las termas, se aplicaban aceites y retiraban las impurezas de su piel con un strigilum (rascador), perfumándose después.
El peinado era algo más que pura estética...
Era lo que definitivamente marcaba el estatus social, incluso por encima de las joyas y ropas lujosas. Las manos expertas de las ornatrices realizaban complicados recogidos envueltos con redecillas y cintas, añadiendo sobrepuestos de cabello que se cosían al pelo de las señoras. Muchos de estos peinados marcaron la tendencia en todo el Imperio, siendo de esta manera las mujeres un símbolo más en el entramado del poder del emperador correspondiente. Para maquillarse y peinarse, era básico el uso de un espejo, existiendo algunos ejemplares pequeños para llevar en el bolso.
¿Tendencias en Roma? ¿Podemos hablar de moda en esta época?
Por supuesto. Teñían su cabello, evitando las canas, y, cuando Julio César regresó de sus campañas y trajo consigo rubias esclavas galas, se puso de moda entre las romanas el cabello de este color. Las más acaudaladas rociaban su cabeza con oro en polvo o se teñían con un cosmético importado de la Galia. Las clases más humildes se conformaban con agua de potasio, flores amarillas y otros mejunjes abrasivos, consiguiendo así quemar, virtualmente, sus cabellos. Muchas mujeres lucían pelucas elaboradas a base del pelo que se les cortaba a las esclavas galas y germanas.
La sociedad romana ha sido, si no la más, una de las más ociosas. ¿Tenían las mujeres acceso al ocio o les estaba limitado?
El ocio era patrimonio de las clases privilegiadas. En la infancia era compartido entre ambos sexos. Las mujeres tenían acceso al ocio, pero en muchas ocasiones en compañía de sus maridos, siendo en general más limitado que el de los varones. De todos modos, las mujeres asistían en una posición secundaria con respecto a los varones.
¿Y las de clases sociales superiores?
A ellas se las podía ver fuera de sus casas, realizando compras, de visita a otras mujeres, o acompañando a sus maridos a fiestas y banquetes. Es sabido que las romanas, independientemente de su clase social, podían participar en celebraciones religiosas, ejerciendo función de sacerdotisas o devotas de diferentes cultos. Paradójicamente, este papel les dio visibilidad al permitirles cierta participación en la vida pública.
¿Qué aportaron las mujeres a Roma y, en definitiva, a nuestra historia y los derechos de los que hoy en día disfrutan las mujeres?
El carácter romano se basaba en el sentido del deber a Roma, y ellas cumplieron, como los varones, con ese deber en todas aquellas funciones en las que les fue posible ejercer su trabajo: desde las tareas domésticas al trabajo productivo, las artes y a la lucha por su propia liberación personal. Aunque lo tuvieron difícil, fueron consiguiendo cotas de libertad personal como nunca antes se había visto en el Viejo Continente, perdidas en parte en los siglos siguientes a la desaparición de Roma, y que se ha tardado muchas centurias en volver a recuperar. Las emperatrices tuvieron algún papel decisivo, como madres, esposas e hijas de emperadores que eran, llegaron a asumir el papel de mediadoras para alcanzar consensos e influencia en los emperadores.
En Roma, ¿también se cumplía eso de que "detrás de un buen hombre había una gran mujer"?
En algunos casos sí. La mujer tenía una gran importancia en el ámbito doméstico, por lo que debía ser determinante su actuación en él. Podemos imaginar que también fue así en el caso de las mujeres de mayor rango social, las emperatrices por ejemplo. Pensemos en Livia, la mujer de Augusto, quien representó para el pueblo romano un modelo a seguir. Aun no pudiendo desempeñar cargos políticos, algunas mujeres aparecieron de forma cada vez más importante y significativa en monedas, estatuas e inscripciones donde se las representaba con títulos y honores diversos, especialmente a partir de la dinastía Antonina. También se les dedicaron algunos cultos. De cualquier modo, su posición debía estar al margen de cualquier amenaza al poder masculino.
¿Tenemos testimonios de mujeres que se revelasen ante su situación de sometimiento?
Hubo mujeres que pasaron a la historia como verdaderas luchadoras en el campo jurídico, aunque esta capacidad muy pronto les fue vetada, así fue el caso de Caya Afrania, coetánea de Cicerón, quien consiguió molestar tanto al pretor, con sus encendidos alegatos, calificados de irrespetuosos y temerarios, que un edicto prohibió el ejercicio de la profesión de abogacía a las mujeres.
Otro caso realmente destacable fue el de Hortensia, defensora de las matronas en el año 42 a. de C. ante un gravamen que fue impuesto a mil cuatrocientas mujeres, las más ricas de Roma, para sufragar los gastos de la guerra civil. Hortensia habló en nombre de todas en el foro romano. Hortensia fue mucho más allá y en su discurso se refirió al tema de los derechos de la mujer de un modo como nadie lo había hecho antes en Roma.
Tiremos de imaginación... Si trajésemos a una mujer romana a nuestro mundo actual, ¿qué pensaría?
Se percataría de que la sociedad ha avanzado enormemente desde el punto de vista de las mejoras tecnológicas y la energía, pero en otros aspectos, tal vez se encontraría como "en casa", comprobando lo mucho que nos queda de su propia cultura: estructura social, urbanismo y territorio, ingeniería y obra pública, ... y tal vez sonreiría satisfecha observando que la mujer ha obtenido las libertades políticas que en su época no le fueron posibles, así como otra serie de mejoras en la condición femenina que en su tiempo no habría conseguido alcanzar. No obstante, seguro que no tiraría la toalla y se empeñaría en continuar buscando nuevos logros y libertades, pues, desgraciadamente, aún queda mucho por hacer.
¿Qué es lo que más destacaría de la mujer en Roma?
Su capacidad para sobrevivir dignamente en un mundo dominado por los hombres. Lamentablemente las mujeres romanas no tuvieron demasiada capacidad para expresarse. Sus palabras, por lo general, nos han llegado a través de sus "intérpretes" masculinos y desde la razón patriarcal.
Si pudiera viajar durante un día a Roma y ser una de ellas, ¿qué haría y qué evitaría?
Ser patricia no debía estar mal, pero si no pudiera escoger tanto, y aunque parezca sorprendente, no me importaría ser esclava doméstica de una buena familia, que me asegurase una comida decente. Me gustaría trabajar con el paedagogus de la familia y tampoco me desagradaría colaborar en la cocina. Y, desde luego, evitaría trabajos degradantes, aunque fuese una persona de condición libre.
Qué.es
¿Cómo era ser mujer en Roma?
Desde luego mucho mejor que serlo en Grecia o en otras culturas de la antigüedad. La mayoría de las mujeres fueron educadas en la lectura y escritura, ya que ellas en muchos casos enseñaban las primeras letras a sus hijos e hijas. En líneas generales, la mujer estaba sometida al orden patriarcal, pero por estar en igualdad de condiciones ante la ley con los hombres.
¿De qué forma estaba jerarquizada la mujer en la sociedad?
Dependiendo de sus derechos, podían ser libres, libertas o esclavas. Las primeras, por lo general, pertenecían a la élite, y, cuando se casaban, se convertían en matronas, siendo su función principal la procreación. Libertas eran las antiguas esclavas que habían conseguido su liberación, bien comprándose ellas mismas o bien siendo adquiridas por otra persona. Las esclavas, por lo general, eran menospreciadas por sus dueñas o dueños, que además tenían derecho de vida y muerte sobre ellas y, en cualquier momento, podían venderlas. Sus funciones principales eran ocuparse de las tareas domésticas de la domus. Estas mujeres esclavas sufrieron la violencia ejercida contra ellas a través de su cuerpo, ya que fueron utilizadas con fines sexuales o reproductivos.
¿Eran muy coquetas?
Igual que las actuales, unas más que otras. En las clases altas ser coqueta constituía también una necesidad de status social, ya que las obligaciones del "pater familias" hacían que la "domina" tuviera que alzarse y presentarse físicamente a la altura de lo que se esperaba de una persona de su condición social. De todas formas, la discreción era una de las virtudes alabadas por una sociedad de carácter absolutamente patriarcal.
¿Qué tipo de cosméticos utilizaban?
Tenemos constancia de una gran variedad de productos a través de las fuentes clásicas y la arqueología. El ideal de belleza femenina romana incluía la piel blanca y alisada a base de mascarillas; el color rojo en labios y mejillas, sinónimo de buena salud; grandes ojos, sombreados de color negro, azul o verde y también largas pestañas y cejas, que se retocaban con pinzas. Para conseguir todos estos efectos, utilizaban un amplio catálogo de productos, muchos de los cuales hoy día nos resultan exóticos, repugnantes o, como mínimo, sorprendentes: harina de habas, orina, polvo de galena y de malaquita, cinabrio, hollín, ceniza, zurita, hormigas o moscas secas y machacadas, excrementos de cocodrilo y una larga lista de afeites que, a veces, eran nocivos para la salud como, por ejemplo, el plomo. Propercio relata que estaba muy difundida la moda de que las mujeres se marcasen las venas de las sienes en azul.
Eso en cuanto a la belleza, pero si hablamos de higiene...
Se limpiaban los dientes con palillos de lentisco y los frotaban con piedra pómez en polvo, para blanquearlos. Existían también los dientes postizos, hechos de hueso o marfil. Se bañaban en las termas, se aplicaban aceites y retiraban las impurezas de su piel con un strigilum (rascador), perfumándose después.
El peinado era algo más que pura estética...
Era lo que definitivamente marcaba el estatus social, incluso por encima de las joyas y ropas lujosas. Las manos expertas de las ornatrices realizaban complicados recogidos envueltos con redecillas y cintas, añadiendo sobrepuestos de cabello que se cosían al pelo de las señoras. Muchos de estos peinados marcaron la tendencia en todo el Imperio, siendo de esta manera las mujeres un símbolo más en el entramado del poder del emperador correspondiente. Para maquillarse y peinarse, era básico el uso de un espejo, existiendo algunos ejemplares pequeños para llevar en el bolso.
¿Tendencias en Roma? ¿Podemos hablar de moda en esta época?
Por supuesto. Teñían su cabello, evitando las canas, y, cuando Julio César regresó de sus campañas y trajo consigo rubias esclavas galas, se puso de moda entre las romanas el cabello de este color. Las más acaudaladas rociaban su cabeza con oro en polvo o se teñían con un cosmético importado de la Galia. Las clases más humildes se conformaban con agua de potasio, flores amarillas y otros mejunjes abrasivos, consiguiendo así quemar, virtualmente, sus cabellos. Muchas mujeres lucían pelucas elaboradas a base del pelo que se les cortaba a las esclavas galas y germanas.
La sociedad romana ha sido, si no la más, una de las más ociosas. ¿Tenían las mujeres acceso al ocio o les estaba limitado?
El ocio era patrimonio de las clases privilegiadas. En la infancia era compartido entre ambos sexos. Las mujeres tenían acceso al ocio, pero en muchas ocasiones en compañía de sus maridos, siendo en general más limitado que el de los varones. De todos modos, las mujeres asistían en una posición secundaria con respecto a los varones.
¿Y las de clases sociales superiores?
A ellas se las podía ver fuera de sus casas, realizando compras, de visita a otras mujeres, o acompañando a sus maridos a fiestas y banquetes. Es sabido que las romanas, independientemente de su clase social, podían participar en celebraciones religiosas, ejerciendo función de sacerdotisas o devotas de diferentes cultos. Paradójicamente, este papel les dio visibilidad al permitirles cierta participación en la vida pública.
¿Qué aportaron las mujeres a Roma y, en definitiva, a nuestra historia y los derechos de los que hoy en día disfrutan las mujeres?
El carácter romano se basaba en el sentido del deber a Roma, y ellas cumplieron, como los varones, con ese deber en todas aquellas funciones en las que les fue posible ejercer su trabajo: desde las tareas domésticas al trabajo productivo, las artes y a la lucha por su propia liberación personal. Aunque lo tuvieron difícil, fueron consiguiendo cotas de libertad personal como nunca antes se había visto en el Viejo Continente, perdidas en parte en los siglos siguientes a la desaparición de Roma, y que se ha tardado muchas centurias en volver a recuperar. Las emperatrices tuvieron algún papel decisivo, como madres, esposas e hijas de emperadores que eran, llegaron a asumir el papel de mediadoras para alcanzar consensos e influencia en los emperadores.
En Roma, ¿también se cumplía eso de que "detrás de un buen hombre había una gran mujer"?
En algunos casos sí. La mujer tenía una gran importancia en el ámbito doméstico, por lo que debía ser determinante su actuación en él. Podemos imaginar que también fue así en el caso de las mujeres de mayor rango social, las emperatrices por ejemplo. Pensemos en Livia, la mujer de Augusto, quien representó para el pueblo romano un modelo a seguir. Aun no pudiendo desempeñar cargos políticos, algunas mujeres aparecieron de forma cada vez más importante y significativa en monedas, estatuas e inscripciones donde se las representaba con títulos y honores diversos, especialmente a partir de la dinastía Antonina. También se les dedicaron algunos cultos. De cualquier modo, su posición debía estar al margen de cualquier amenaza al poder masculino.
¿Tenemos testimonios de mujeres que se revelasen ante su situación de sometimiento?
Hubo mujeres que pasaron a la historia como verdaderas luchadoras en el campo jurídico, aunque esta capacidad muy pronto les fue vetada, así fue el caso de Caya Afrania, coetánea de Cicerón, quien consiguió molestar tanto al pretor, con sus encendidos alegatos, calificados de irrespetuosos y temerarios, que un edicto prohibió el ejercicio de la profesión de abogacía a las mujeres.
Otro caso realmente destacable fue el de Hortensia, defensora de las matronas en el año 42 a. de C. ante un gravamen que fue impuesto a mil cuatrocientas mujeres, las más ricas de Roma, para sufragar los gastos de la guerra civil. Hortensia habló en nombre de todas en el foro romano. Hortensia fue mucho más allá y en su discurso se refirió al tema de los derechos de la mujer de un modo como nadie lo había hecho antes en Roma.
Tiremos de imaginación... Si trajésemos a una mujer romana a nuestro mundo actual, ¿qué pensaría?
Se percataría de que la sociedad ha avanzado enormemente desde el punto de vista de las mejoras tecnológicas y la energía, pero en otros aspectos, tal vez se encontraría como "en casa", comprobando lo mucho que nos queda de su propia cultura: estructura social, urbanismo y territorio, ingeniería y obra pública, ... y tal vez sonreiría satisfecha observando que la mujer ha obtenido las libertades políticas que en su época no le fueron posibles, así como otra serie de mejoras en la condición femenina que en su tiempo no habría conseguido alcanzar. No obstante, seguro que no tiraría la toalla y se empeñaría en continuar buscando nuevos logros y libertades, pues, desgraciadamente, aún queda mucho por hacer.
¿Qué es lo que más destacaría de la mujer en Roma?
Su capacidad para sobrevivir dignamente en un mundo dominado por los hombres. Lamentablemente las mujeres romanas no tuvieron demasiada capacidad para expresarse. Sus palabras, por lo general, nos han llegado a través de sus "intérpretes" masculinos y desde la razón patriarcal.
Si pudiera viajar durante un día a Roma y ser una de ellas, ¿qué haría y qué evitaría?
Ser patricia no debía estar mal, pero si no pudiera escoger tanto, y aunque parezca sorprendente, no me importaría ser esclava doméstica de una buena familia, que me asegurase una comida decente. Me gustaría trabajar con el paedagogus de la familia y tampoco me desagradaría colaborar en la cocina. Y, desde luego, evitaría trabajos degradantes, aunque fuese una persona de condición libre.
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