LOS FUNERALES DE CATREO

Catreo fue un rey de Creta, hijo de Minos y Pasifae, al que la curiosidad le llevó a preguntar al oráculo de qué manera iba a morir. Éste pronosticó que lo haría a manos de uno de sus hijos. Entristecido por la respuesta tomó la decisión de no revelar el secreto a ninguno de sus descendientes, pero Althamenes, su hijo varón , lo descubrió y, asustado ante la idea de atentar contra su padre, salió de Creta acompañado de una de sus hermanas y se estableció en la isla de Rodas. Allí llegó a ser el rey del territorio llamado Cretinia, donde levantó un altar a Zeus en el monte Atabyrium, la montaña más alta de Rodas.

Vista del monte Ataviro, en la costa este de Rodas

Pasados los años, Catreo, sintiéndose viejo y no queriendo morir sin dejar el reino a sus herederos, decidió ignorar la profecía y embarcó hacia Rodas con la intención de reencontrarse con su hijo. A su llegada al puerto, los habitantes de la isla, al ver la imponente nave en la navegaba, le tomaron por un pirata, y, a pesar de los intentos de Catreo por explicarse, no pudieron oírle a causa de los ladridos de los perros.

Althaemenes, enterado de llegada del barco, se presentó en el puerto y , al igual que los pastores, pensó que se trataba de una nave pirata, comandada por el más anciano, su padre, al que no reconoció. En mitad de la discusión arrojó una lanza contra él y le dio muerte. De esta manera se cumplía el vaticinio del oráculo. Más tarde, cuando se enteró de la verdad de lo que había hecho, desapareció en un abismo mientras oraba.

Las otras dos hijas de Catreo, Aérope y Clímene, fueron entregadas por su padre a un comerciante para ser vendidas en el extranjero, pero los planes no resultaron según lo previsto y Clímene se casó con el comerciante que debía venderla y su hermana Aérope lo hizo con Atreo, rey de Micenas. De esta unión nacieron Agamenón y Menelao, conocidos como los Átridas. Menelao, en el momento de la muerte de Catreo, era ya rey de Esparta y llevaba diez años casado con Helena, la mujer más bella de Grecia, de la que tenía una hija de nueve años llamada Hermíone.

Helena y Paris,  Jacques Louis David

Por esas fechas Paris, hijo del rey de Troya, Príamo, había llegado a Esparta y se alojaba en el palacio como invitado de los reyes. Ya habían pasado varios días desde su llegada, cuando Menelao recibió la noticia de la muerte de su abuelo y se vio obligado a viajar a Creta para estar presente en los funerales que se iban a celebrar allí. Al partir pidió a su esposa que fuera atenta con el huésped y ejerciera de anfitriona en su lugar.
Helena y Paris, destinados el uno al otro por decisión de la diosa Afrodita, se enamoraron y, aprovechando la ausencia de Menelao, se convirtieron en amantes. Cuando llegó el momento de que Paris regresara a Troya, Helena, decidió acompañarle y, cargando la nave con los tesoros de Esparta, partió con él hacia Troya dejando atrás su reino, su marido y su hija Hermíone.

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