Publicado en ABC por M. Moreira.
Año 33 d.C. En Galilea y Judea, territorios que actualmente ocupan Israel y Palestina, moría en la cruz el Mesías profetizado en el Antiguo Testamento. La Pasión y Resurección de Jesús de Nazaret, que cada Semana Santa se recuerda con distintos actos litúrgicos, se produjo en el contexto histórico de la dominación del Imperio Romano, detentado en aquel entonces por Octavio Augusto.
En el otro extremo del Mar Mediterráneo, la vida en la ciudad de Valentia transcurría al margen de este acontecimiento histórico y religioso, que resultó crucial para el devenir de la cultura occidental. En esa época, esta colonia romana estaba inmersa en un amplio proceso de reconstrucción arquitectónica, después de haber sido destruida durante la guerra intestina librada en Hispania entre Pompeyo y Sertorio en las postrimerías de la República romana. Así pues, aunque la muerte de Jesús de Nazaret marca históricamente el inicio del cristianismo, éste no comenzó a ser objeto de culto en Valentia hasta el siglo IV d.C., a raíz del martirio de San Vicente.
Hasta entonces, los dioses, la moneda, las costumbres y hasta la forma de vestir en las colonias seguían los designios de Roma, como parte de un proceso de globalización que pretendía implantar una uniformidad cultural, sociológica y económica en los territorios que iban cayendo bajo su influencia.
El Imperio, dentro de su hábil estrategia de dominación del mundo, era tolerante con las naciones y sociedades que sometía, manteniendo tanto sus propios órganos de gobierno como su sistema religioso. Así pues, el politeísmo romano abrazó en un principio al cristianismo.
Augusto, primer emperador de la Historia de Roma, tramó un inteligente plan de organización político administrativa para Hispania que pretendía asentar a los veteranos del ejército en nuevas colonias, y a su vez poner de su parte a su población indígena (que en el caso de Valencia eran los íberos).
Fundación de Valentia
La colonia romana de Valentia Edetanorum fue fundada en el año 138 a.C. debido a la necesidad del Imperio de disponer de una base romana que reforzara la zona costera entre el Ebro y Carthago Nova (que había sido arrebatada a los cartagineses). Su posición estratégica junto al mar y la fertilidad de sus llanos circundantes propiciaron este asentamiento, que contaba con la ventaja añadida de estar atravesado por la vía Hercúlea o Augusta, camino que vertebraba la parte occidental del Imperio, y pasaba por Valencia, después de cruzar el Pirineo, para continuar posteriormente hacia Gades (actual Cádiz).
Durante los siglos I-III d.C. la colonia romana de Valentia, de 20 hectáreas de extensión, se dotó de buena parte de los equipamientos urbanos básicos de una urbe romana de la época. Se levantaron infraestructuras lúdicas (circo, termas); administrativas (curia, basílica, foro), religiosas (templos y santuarios), económicas (mercado, puerto) y utilitarias (acueducto, fuentes públicas, calles pavimentadas, cloacas).
Al primer siglo de nuestra era corresponde además la construcción de un puerto fluvial junto a las actuales Torres de Serrano; santuarios periurbanos y varias necrópolis. El museo de La Almoina de Valencia, inaugurado hace un año, pone ante nuestros ojos los vestigios arqueológicos que la presencia de romanos, visigodos y musulmanes dejaron en la capital del Turia.
Cristianos primitivos
La primera comunidad cristiana de la que se tiene constancia en Valencia surge en torno a la memoria de San Vicente Mártir, que murió en el año 304 después de sufrir una larga tortura. La relación cordial entre Roma y los cristianos se truncó cuando el emperador Nerón, último de la dinastía Julio-Claudia, llegó al poder a mediados del siglo I. Comenzaba así una implacable persecución de cristianos en todas sus colonias que le valió el sobretítulo de «Anticristo». Un hostigamiento que prolongaron posteriormenteDiocleciano y Maxiniano.
A principios del siglo IV, el obispo Valero y su diácono Vicente lograron numerosas conversiones en distintas poblaciones comprendidas entre Huesca y Valencia. El cónsul Daciano ordenó entonces apresar a los dos predicadores para hacerles abjurar de su fe. Ante la negativa de ambos, el obispo fue desterrado a Francia, pero cayó sobre su diácono un castigo ejemplar, según lo que disponía la Lex Romana para los enemigos de la religión pagana del Imperio. Según se ha transmitido después oralmente entre el pueblo valenciano, San Vicente soportó sin desfallecer tormentos como el ecúleo o potro, la catasta en forma de aspa, azotes, desgarros con garfios y la parrilla de cenizas incandescentes.
Culto a San Vicente
Finalmente, y a pesar de los intentos de Daciano de deshacerse de sus restos, cuenta la leyenda que el cuerpo del diácono apareció milagrosamente en el paraje de Font Santa de Cullera, desde donde fue trasladado a un cementerio que se convertiría en mausoleo, la Iglesia del monasterio de la Roqueta.
En los alrededores de la actual plaza de la Almoina fueron surgiendo construcciones -como la cripta arqueológica de la cárcel de San Vicente o la iglesia de San Vicente de la Roqueta- que dan muestra de la enorme repercusión de que tuvo la figura de san Vicente en la ciudad donde tuvo lugar el sacrificio martirial.
La Valencia pagana se convirtió a partir de entonces en un importante destino de peregrinaciones gracias al papel de los primeros obispos. Ellos asentaron las bases de la tradición cristiana, que sin embargo no llegó a ser mayoritaria hasta la conquista de Valencia por Jaime I en el siglo XIII.
Foto: Eduardo Manzana |
En el otro extremo del Mar Mediterráneo, la vida en la ciudad de Valentia transcurría al margen de este acontecimiento histórico y religioso, que resultó crucial para el devenir de la cultura occidental. En esa época, esta colonia romana estaba inmersa en un amplio proceso de reconstrucción arquitectónica, después de haber sido destruida durante la guerra intestina librada en Hispania entre Pompeyo y Sertorio en las postrimerías de la República romana. Así pues, aunque la muerte de Jesús de Nazaret marca históricamente el inicio del cristianismo, éste no comenzó a ser objeto de culto en Valentia hasta el siglo IV d.C., a raíz del martirio de San Vicente.
Hasta entonces, los dioses, la moneda, las costumbres y hasta la forma de vestir en las colonias seguían los designios de Roma, como parte de un proceso de globalización que pretendía implantar una uniformidad cultural, sociológica y económica en los territorios que iban cayendo bajo su influencia.
El Imperio, dentro de su hábil estrategia de dominación del mundo, era tolerante con las naciones y sociedades que sometía, manteniendo tanto sus propios órganos de gobierno como su sistema religioso. Así pues, el politeísmo romano abrazó en un principio al cristianismo.
Augusto, primer emperador de la Historia de Roma, tramó un inteligente plan de organización político administrativa para Hispania que pretendía asentar a los veteranos del ejército en nuevas colonias, y a su vez poner de su parte a su población indígena (que en el caso de Valencia eran los íberos).
Fundación de Valentia
La colonia romana de Valentia Edetanorum fue fundada en el año 138 a.C. debido a la necesidad del Imperio de disponer de una base romana que reforzara la zona costera entre el Ebro y Carthago Nova (que había sido arrebatada a los cartagineses). Su posición estratégica junto al mar y la fertilidad de sus llanos circundantes propiciaron este asentamiento, que contaba con la ventaja añadida de estar atravesado por la vía Hercúlea o Augusta, camino que vertebraba la parte occidental del Imperio, y pasaba por Valencia, después de cruzar el Pirineo, para continuar posteriormente hacia Gades (actual Cádiz).
Durante los siglos I-III d.C. la colonia romana de Valentia, de 20 hectáreas de extensión, se dotó de buena parte de los equipamientos urbanos básicos de una urbe romana de la época. Se levantaron infraestructuras lúdicas (circo, termas); administrativas (curia, basílica, foro), religiosas (templos y santuarios), económicas (mercado, puerto) y utilitarias (acueducto, fuentes públicas, calles pavimentadas, cloacas).
Al primer siglo de nuestra era corresponde además la construcción de un puerto fluvial junto a las actuales Torres de Serrano; santuarios periurbanos y varias necrópolis. El museo de La Almoina de Valencia, inaugurado hace un año, pone ante nuestros ojos los vestigios arqueológicos que la presencia de romanos, visigodos y musulmanes dejaron en la capital del Turia.
Cristianos primitivos
La primera comunidad cristiana de la que se tiene constancia en Valencia surge en torno a la memoria de San Vicente Mártir, que murió en el año 304 después de sufrir una larga tortura. La relación cordial entre Roma y los cristianos se truncó cuando el emperador Nerón, último de la dinastía Julio-Claudia, llegó al poder a mediados del siglo I. Comenzaba así una implacable persecución de cristianos en todas sus colonias que le valió el sobretítulo de «Anticristo». Un hostigamiento que prolongaron posteriormenteDiocleciano y Maxiniano.
A principios del siglo IV, el obispo Valero y su diácono Vicente lograron numerosas conversiones en distintas poblaciones comprendidas entre Huesca y Valencia. El cónsul Daciano ordenó entonces apresar a los dos predicadores para hacerles abjurar de su fe. Ante la negativa de ambos, el obispo fue desterrado a Francia, pero cayó sobre su diácono un castigo ejemplar, según lo que disponía la Lex Romana para los enemigos de la religión pagana del Imperio. Según se ha transmitido después oralmente entre el pueblo valenciano, San Vicente soportó sin desfallecer tormentos como el ecúleo o potro, la catasta en forma de aspa, azotes, desgarros con garfios y la parrilla de cenizas incandescentes.
Culto a San Vicente
Finalmente, y a pesar de los intentos de Daciano de deshacerse de sus restos, cuenta la leyenda que el cuerpo del diácono apareció milagrosamente en el paraje de Font Santa de Cullera, desde donde fue trasladado a un cementerio que se convertiría en mausoleo, la Iglesia del monasterio de la Roqueta.
En los alrededores de la actual plaza de la Almoina fueron surgiendo construcciones -como la cripta arqueológica de la cárcel de San Vicente o la iglesia de San Vicente de la Roqueta- que dan muestra de la enorme repercusión de que tuvo la figura de san Vicente en la ciudad donde tuvo lugar el sacrificio martirial.
La Valencia pagana se convirtió a partir de entonces en un importante destino de peregrinaciones gracias al papel de los primeros obispos. Ellos asentaron las bases de la tradición cristiana, que sin embargo no llegó a ser mayoritaria hasta la conquista de Valencia por Jaime I en el siglo XIII.
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