Al igual que sucede hoy en día, entre los romanos no existía un único modelo de vivienda; dependiendo de la clase social y la posición económica del propietario era posible encontrar casas señoriales unifamiliares (domus) propias de familias adineradas; pisos en bloques de apartamentos -la mayoría de las veces en régimen de alquiler- (insulae) en las que solía residir la gente trabajadora (los plebeyos y los libertos); y también villas urbanas o rústicas (villae), que habitualmente pertenecían a familias ricas, generalmente de linaje noble. En ocasiones las villas rústicas eran utilizadas también como explotación agrícola.
A partir del siglo II a. de C. los romanos pudientes, influidos por la cultura griega, enriquecieron y ampliaron sus casas primitivas, adosando a ellas una segunda vivienda de características griegas; así surge la
domus que nosotros conocemos y cuyos exponentes principales podemos encontrar en Pompeya.
La
domus es una vivienda unifamiliar, de una sola planta, situada, por lo general, en el núcleo urbano. Su entrada aparece elevada sobre el nivel de la calle y ornamentada por dos pilastras que enmarcaban la puerta de acesso, que solía estar vigilada por un esclavo.
Estancias de una domus
El
vestíbulo, situado entre la puerta de la calle y la puerta de acceso al atrio, era una pieza bien decorada donde esperaban los clientes para dar los buenos días o visitar al dueño de la casa (salutatio matutina). Solía tener las paredes pintadas con frescos y los suelos adornados con mosaicos en los que se reproducían mensajes de bienvenida o de advertencia (“cave canem”). En el extremo se encontraba la puerta de acceso a las dependencias privadas de la familia. Tras esta segunda puerta se encontraba un pequeño pasillo (“
fauces”), que desembocaba en el atrio.
El
atrio era el punto alrededor del cual se articulaba toda la vivienda. Se trataba de un recinto de grandes dimensiones cubierto por una techumbre con las vertientes invertidas hacia abajo, en la que se mantenía sin cubrir un espacio rectangular en el centro: por este hueco, llamado
compluvium, se establecía la aireación de la casa y a través de él se recogía el agua de lluvia, que iba a caer a un estanque en el centro del atrio, al que llamaban
impluvium, desde el que se llevaba a unas cisternas excavadas en el suelo donde se guardaba para el abastecimiento diario. El compluvium podía estar decorado con toldos o tejas ornamentales que recubrían las juntas y vigas; en el centro del impluvium solía colocarse una fuente.
En una de las paredes del atrio solía haber una hornacina llamada
lararium, donde se honraba a los lares, dioses protectores del hogar; solia tratarse de una repisa o un hueco en la pared que se decoraba con pinturas o estatuillas que representaban a los dioses lares; a veces la forma del larario reproducia un templo en miniatura. En el larario se veneraban también los dioses los penates, protectores de la despensa; el genio, espíritu tutelar del pater familias, representado como una serpiente o un hombre cubriendo su cabeza con la toga; los manes, espíritus de los antepasados; además de otros dioses, como Fortuna o Mercurio, que las familias adoraban como protectores.
También se colocaban allí la
imagenes maiorum, estatuillas que representaban a los antepasados de la familia (gens), generalmente personajes ilustres que informaban ampliamente al visitante acerca del linaje del propietario.
Ante el larario tenía lugar el culto doméstico, donde el pater familias actuaba como sacerdote, y se celebraban distintos ritos conmemorativos de acontecimientos familiares, como los matrimonios y los nacimientos.
Las ofrendas del larario eran variadas, pero principalmente consistían en flores y guirnaldas para decorarlo, vino para tomar en honor del genio, incienso, además de miel, perfumes, frutas, coronas de flores o pastelillos.
Alrededor del atrio se distribuían las diferentes dependencias de la vivienda. Un pequeño pasillo (andron) comunicaba el atrio con el patio interior de la casa (peristylum).
El
peristilo era un jardín interior rodeado por un pórtico con columnas que, como he dicho, comunicaba el jardín con la vivienda. A partir del siglo I d. C. se convirtió en el lugar de la casa donde se desarrollaba la vida más familiar y se atendía a las amistades, utilizándose a veces como comedor en verano; llegó a suplir la función del atrio hasta el punto que allí se colocaron también las imagines maiorum y el larario. Si la situación ecónomica del propietario lo permitía, los muros eran decorados con pinturas murales y distribuidas por el jardín se mostraban esculturas representativas de dioses protectores del hogar y la vegetación.
Aquí se situaba el pozo que abastecía a la casa y al propio jardín, y el sonido de las fuentes acompañaba a los moradores de la casa además de proporcionar humedad y frescura en los días de calor. Como el atrio, el peristilo era también un lugar al que se abrían las estancias más importantes de la casa (tablinum, exedra, etc), pues así podían recibir la luz del día a través de las ventanas en las paredes o con la retirada de los tabiques desplegables; de no existir estos puntos de luz, las habitaciones carecerían casi por completo de ella, pues sólo les llegaría la que entraba por el compluvium situado en el atrio con el que comunicaban casi todas las dependencias.
Una de estas habitaciones era el
tablinum, una especie de despacho del pater familias que lo utilizaba como sala de audiencias y entrevistas de negocios; como función adicional podía servir para guardar documentos privados (precisamente el nombre de "tablinum" podría tener su origen en las "tabulas" con los escritos registrados durante el ejercicio de algun cargo público). Al igual que el atrio y el peristilo, tiene un alto valor representativo de la posición social; por esto se decoraba lujosamente con pinturas y mosaicos que demostraba el poder y la riqueza del propietario.
La entrada al tablinum estaba situado en el atrio en alineación con la puerta de la calle y el vestíbulo; de éste se separaba, generalmente, con paneles de madera plegables o cortinas, de manera que desde el interior el dueño podía controlar todo el atrio y la llegada de las visitas a la casa; facilitaba este control el hecho de que el suelo estuviera algo más elevado que el del resto de la domus. Un tabique de madera, que se retiraba cuando hacía buen tiempo, lo separaba del peristilo, de manera que formaba un pasillo que podía servir de punto de acceso al jardín desde el atrio, sin embargo no solía ser un lugar de paso para los visitantes, que lo hacían a través del andron.
La posición central dentro de la vivienda y la decoración de los tablinos hacen suponer que en ciertas casas pudieron emplearse estas dependencias también como comedores, aunque no en casas grandes y de gran prestigio, donde el "tablinum" y el "triclinium" serían salas separadas.
El
triclinium o comedor donde se celebraban los banquetes era otro elemento indispensable para mostrar el status social y el nivel de bienestar del propietario. La decoración de la habitación, la provisión de los alimentos, la calidad de las vajillas, la pericia del cocinero y la cantidad de esclavos que atendían a los invitados, además de la oferta de entretenimiento que se ofrecía durante la cena, se alzaban como expresión de la riqueza y elegancia del propietario que invitaba. Las paredes estaban decoradas con frescos o mosaicos, los techos eran abovedados o artesonados y los suelos estaban adornados con mosaico diseñados, a veces, para delimitar la ubicación de los lechos. Era una habitación generalmente lujosa y confortable. El mobiliario de este comedor tradicional romano consistía en tres lechos, a veces construidos en mampostería, alrededor de una mesa donde se colocaba la comida.
Los lechos de obra solía tener el lado hacia la mesa más elevado para facilitar la postura. La colocación de los invitados seguía un orden jerárquico muy estricto. Los invitados se tendían en oblicuo en el lecho, con el codo izquierdo apoyado sobre un cojín, y la mano derecha libre para comer. Se les lavaba los pies al entrar y se quitaban el calzado durante la cena. Más adelante se impuso un lecho en forma de media luna, de nombre stibadium.
En las domus más grandes se podían encontrar triclinios de verano o invierno, emplazados en distintos lugares según la orientación de la casa. En muchas casas, sobre todo, en Pompeya se han encontrado triclinios en los jardines, protegidos por una pérgola, toldo o tejado, y, normalmente, frente a una fuente.
Los dormitorios (
pl. cubicula/sg. cubiculum) también se abrían al atrio, del que los separaba alguna cortina. No solían tener ventanas al exterior. Solía ser una habitación de uso estrictamente privado y por lo general poco lujosa. En algunas casas encontramos un pavimento de mosaicos y las paredes decoradas con pinturas o estucos.
Pese a su carácter íntimo, los cubicula se situaban en los laterales del atrio o del peristilo. En las viviendas con plantas altas se ubicaban en éstas, permitiendo la seguridad de la altura abrir ventanas más grandes. A los huéspedes se les acogía en el “hospitium”, un apartamento al que se podía acceder desde la calle o el peristilo.
El mobiliario era escaso: lechos, mesillas, baules para ropa, sillas,...y a esto sumamos elementos destinados al aseo y acicalamiento, ya que el cubiculum no sólo servía para dormir, pues era también la estancia donde se lavaban al levantarse, se vestían y acicalaban. También se tomaba allí el "ientaculum", la primera comida del día.
No existía la cama de matrimonio y lo más próximo a ella es el "lectus genialis" o lecho nupcial donde se consumaba el matrimonio, que en sus origenes estaba situado en el tablinum, como si de un negocio más se tratara.
En la primitiva casa romana la cocina (
culina) se ubicaba en el "atrium", aprovechando el “compluvium" para la salida de humos. Posteriormente se emplazó en un lugar apartado de la casa o en atrios secundarios, generalmente asociada a una letrina, pues el agua de los fregaderos se reutilizaba para arrastrar los excrementos.
Las cocinas solían ser oscuras, grasientas y sin chimenea, evacuando los humos por una ventana. Se cocinaba en recipientes sobre trípodes colocados sobre brasas preparadas en fogatas que se hacían en los patios. Éstas se extendían sobre un fogón situado sobre un vano abovedado donde se almacenaba la leña y los utensilios.
A modo de W.C. era frecuente que en las domus hubiera una
letrina consistente en un asiento con agujero. Se situaba en la cocina, junto a las pilas de fregar y así se aprovechaba el agua para arrastrar los deshechos. Las mujeres realizaban sus necesidades fisiológicas en sus aposentos, en orinales que las esclavas se encargaban de limpiar.
Pero además de estas letrinas particulares, en la vía pública se colocaban vasijas donde los hombres podían orinar. Esta orina era utilizada en las "fullonicae" (lavanderías) para blanquear la ropa gracias a su alto contenido en amoníaco. Dado su uso industrial, Vespasiano dictó una ley para cobrar un impuesto sobre la orina. También utilizaban la propia orina, mezclada con piedra pómez pulverizada, como dentífrico.
También de uso comunitario eran los "forica", letrinas situadas en recintos especiales, como las encontradas en Ostia Antica, o integradas en las termas, en cuyo caso se utilizaba el agua usada en los baños para arrastrar los restos hasta las cloacas. Estos "forica" consistían en largos asientos corridos horadados con agujeros donde las personas se sentaban, unas junto a otras, para evacuar mientras se charlaba de política, negocios o se comentaban chismes. Al terminar se limpiaban con unas esponjillas atadas a un palo que estaban preparadas en un recipiente. Una vez usadas, se devolvía el palo y se tiraba la esponjilla por el agujero. Por debajo de los asientos corría contínuamente el agua para su limpieza.
Desde principios del siglo III a.C., con la influencia griega y la aparición de las termas públicas, los romanos más adinerados empezaron a introducir baños privados en sus casas (
balneum). La construcción de acueductos y la mejora de las obras públicas hizo accesible el uso de agua para todos y su calentamiento para el baño.
El baño pudo en un principio haber consistido en una bañera aislada, hecha de distintos materiales, o una de obra encajada en una habitación. Cuando estos baños se hicieron más amplios y suntuosos se amplió su espacio y se incorporaron más salas.
Las habitaciones con ventanas que daban a la calle solían alquilarse como locales comerciales.
Eran las llamadas
tabernae, tiendas donde se vendían los productos cosechados en las tierras del dueño de la casa, que eran alquiladas a terceras personas para instalar allí sus negocios. Eran las habitaciones situadas en las alae, a ambos lados de las fauces de entrada y rara vez tenían comunicación con la domus.
En estas tabernas tenían los comerciantes no sólo sus tiendas o talleres sino incluso sus aposentos, su comedor y su dormitorio. Por fuera, de día, la parte que daba a la calle o plaza estaba abierta al público y en ella se exponían las mercancías o se instalaba el taller. Dentro había por lo general una trastienda que a veces daba acceso por medio de una escalerilla a un aposento superior (pergula) o inferior, a un sótano. En estos tabucos tendrían no sólo sus depósitos o almacenes, sino también su vivienda. Otras habitaciones de la casa podían ser
Cellae servorum: Pequeñas habitaciones para los siervos, alejadas de la parte noble de la casa.
Exedra: Habitación amplia y decorada, frente al tablinum. Solía utilizarse como sala para recibir visitas.
Oecus: El oecus es un salón de recepción o de reunión. Cuando la magnitud de la clientela era tal que no cabía en el "atrium", la matutina actividad de la "salutatio" (recepción de los clientes) se hacía en el oecus. Y por la tarde, si el número de convidados a cenar sobrepasaba los nueve, que son el número de personas que caben en un "triclinium" (comedor), se acomodaban seis lechos en el oecus. Según Vitrubio, esta estancia está columnada y tiene vistas al jardín.
Mobiliario, iluminación y calefacción.
El
mobiliario de la casa romana se reducía a lo esencial y en él primaba sobre todo el carácter funcional. Eran muebles prácticos que podían ser trasladados fácilmente de un lugar a otro: mesas de diferentes formas y tamaños, con patas plegables en algunos casos, taburetes, escabeles, bancos, pequeños armarios y lechos para dormir. Suelen ser fabricados generalmente en madera pero también en mármol o bronce, y decorados con apliques de bronce, marfil o hueso.
El lecho era el mueble más importante y suntuoso y servía para dormir, para comer recostado o como sofá. Normalmente son de madera y tienen las patas torneadas. Encima del armazón se colocaba un colchón relleno de lana o plumas, cubierto con una colcha y almohadones de vivos colores.
Para el
alumbrado de las casas se utilizaban antorchas, velas y lámparas de aceite (lucernas).
La lucerna es un recipiente de bronce o cerámica con el cuerpo cóncavo y achatado, para contener el combustible, y con un asa en un extremo y un pico o varios para la mecha, en el otro.
Estas lámparas se colocaban sobre nichos, muebles y pedestales de metal o suspendidas mediante cadenas del techo o de candelabros de metal con varios brazos.
Las habitaciones se calentaban por medio de estufas de bronce o braseros fijos, pues carecían de chimeneas. Los sistemas de calefacción bajo tierra (
hipocausto) estaban reservados para los baños públicos o privados, casas de lujo o en regiones con inviernos severos.
Materiales de construcción
Los muros de la vivienda solían estar hechos de adobe, ladrillos de barro secados al sol, que los romanos llamaban crudo, o por una argamasa de tierra, piedras y arena. Para sostener la techumbre utilizaban columnas de madera, piedra o ladrillo cocido, lo mismo para las jambas de la puerta (ianua). Solían recubrir las paredes interiores y las columnas con capas de yeso que solían pintar fingiendo mármoles veteados, motivos geométrico o florales. La techumbre era recubierta de una capa de ramaje o paja bien tupida. Los suelos eran de tierra apelmazada, pero en la parte noble de la casa (atrio, triclinio) solían recubrirlos de pequeñas piedras o de cantos rodados haciendo dibujos, o con mosaico.