El monarca, cuya tumba ha sido recientemente localizada, erigió el imperio que heredó su hijo, pero fue éste quien pasó a la historia como el gran conquistador de los tiempos clásicos.
Filipo II ha sido noticia recientemente porque un arqueólogo griego que responde al nombre de Manolis Andronikos ha incorporado a su currículum el descubrimiento en Vergina de la tumba intacta del rey de los macedonios. La sepultura se encontraba en un emplazamiento de la antigua capital de Egas, junto a los enterramientos de su madre, Eurídice, y su nieto Alejandro IV. La publicación del hallazgo ha generado un batalla entre historiadores, porque otros colegas afirman que Andronikos está equivocado y que realmente los restos localizados pertenecen al nieto de Filipo II, Filipo Arrideo.
Sin duda, nos encontramos con un tema para iniciados en la historia de la vieja Grecia, tan convulsa por aquella época como en la actual. Pero a los neófitos, carentes de los conocimientos necesarios para podernos sumergir con relativo acierto, el descubrimiento nos da una excusa para acercarnos a la figura de Filipo II, un personaje tremendamente interesante. Su andadura apenas ha llegado a nuestros tiempos y de él se hubiera escrito mucho más si su hijo, el gran Alejandro Magno, no se hubiera convertido en el irrepetible fenómeno mediático de la cultura popular que todos conocemos.
La irresistible personalidad de Filipo II (Pella, 382 a. C. - 336 a. C.), el hijo más joven del rey Amintas III de Macedonia, se forjó en los tres años de su adolescencia–de los 14 a los 17– que pasó como rehén en Tebas, siguiendo una costumbre muy extendida por aquellos lares para garantizar la paz. Allí adquirió conocimientos sobre la cultura griega y estrategia militar que le llevaron a ser uno de los grandes guerreros, comandantes y estadistas de la historia, y a convertir a la -hasta su llegada al poder- pobre e irrelevante Macedonia en el ariete que sometió a toda Grecia.
Como más tarde dijo su hijo, Filipo II fue quien hizo que su reino dejara de ser una tierra desprestigiada y desgarrada por los conflictos internos para convertirse en la primera potencia política y militar de la Helade. Incluso estuvo a punto de unificar a todos los pueblos griegos para empezar una campaña militar contra el imperio persa. Sólo su asesinato abortó este plan cuando ya acometía los preparativos.
¿Cómo lo consiguió? Al regresar de su cautiverio en Tebas, ocupó la regencia su sobrino Amiantos IV, menor de edad, y posteriormente, desde el 356 a. C., se ciñó la corona tras derrocar al joven heredero de su hermano Perdica. Desde el trono se encargó de seducir a la nobleza para eliminar las tendencias autonomistas y erigir un poder incuestionable. Para ello, recuperó la estabilidad interior tras unificar principados, eliminó a otros pretendientes de la corona apoyados por potencias extranjeras y consolidó las instituciones. Fue entonces cuando comenzó a reforzar el ejército macedonio para eludir las amenazas externas de ilirios y peonios, a los que derrotó contundentemente.
Al tiempo, mediante la diplomacia, aprovechó las distensiones entre las ciudades-estado y logró expandir su reino tras establecer tratados con Atenas. Logró así tener las manos libres para centrar su esfuerzo en los adversarios menores, a los que aniquiló, y en la conquista de Anfípolis, Crenides, Potineam Pidna, Metone, Calcidia, Tracia, Metona y Tesalia, hasta lograr una salida al mar. Luego, aprovechando la riqueza macedonia en madera y brea, construyó una gran flota. En el camino se hizo con las minas de oro de Pangeo, con cuya producción sufragó las guerras posteriores.
Sentó las bases del poder militar que heredó Alejandro Magno. Lo hizo importando de Tebas la falange de infantería, una innovación táctica de ruptura en las batallas. Esta figura militar se conformaba con un grupo de hombres en formación cerrada y compacta, a la vez que versátil y flexible, que portaban armamento pesado y largas lanzas de más de cinco metros denominadas sarisas.
Cada falange estaba formada por 64 batallones o syntagmas, hasta sumar 256 hombres, todos campesinos libres que cobraban un salario y sometidos a un reglamento minucioso. Gracias a numerosas variaciones adaptables al tipo de terreno del campo de batalla, se reveló invencible durante casi dos siglos. En este tiempo, tanto con Filipo II como con Alejandro Magno, el macedonio fue el ejército más poderoso de la Tierra, justo hasta el surgimiento de la Roma de los césares, que transformó las falanges en sus famosas legiones.
El empleo de maquinaria oriental para asaltar plazas fortificadas fue otra de las innovaciones que implantó Filipo II, al igual que el alistamiento voluntario y remunerado. Pero, al mismo tiempo, supo mantener en vigor la caballería milenaria dividida por comarcas militares. Sin duda, creó un ejército hecho a la medida de un conquistador.
Al frente de sus tropas siempre estaba el propio Filipo II, sin rehuír nunca los peligros que se presentaban, aún a riesgo de perder la vida. Su valentía tuvo un alto coste físico, acumulando huellas de las distintas batallas que lideró. Perdió un ojo en el asedio de Metone al ser alcanzado por una flecha o un proyectil de catapulta –los historiadores no se ponen de acuerdo sobre la procedencia–, durante un motín de sus mercenarios sufrió la rotura de una clavícula, un golpe de lanza en la batalla contra los llirias casi acaba con una de sus manos y además padeció una grave lesión en una pierna que le produjo a una cojera permanente. No obstante, en todo momento permaneció impasible ante las calamidades. "Ofrecía a la fortuna la parte que preferiese de su cuerpo, siempre que le dejase vivir gloriosamente por el resto", según relatan los historiadores de la época.
Hasta Filipo II, amado y odiado en partes iguales, Macedonia estaba considerado un pueblo rico pero bárbaro ubicado al norte montañoso de Grecia, con más contacto con los Balcanes que con las polis de Atenas, Esparta o Tebas. Sometido a continuas disputas sucesorias y a ataques de los vecinos, su desarrollo estaba frenado.
Sin embargo, durante el reinado de nuestro personaje, la capital, Pella, adoptó una fisonomía urbanística típicamente griega, se abrieron carreteras por todo el territorio de Macedonia, se fundaron colonias en puntos estratégicos de los territorios sometidos, se fomentaron relaciones comerciales y se enriqueció el tesoro real con madera, plata y oro con el que se acuñaron las célebres monedas que se conocieron como estateras. Al tiempo, Pella se llenó de artistas, de escultores, de arquitectos, de músicos y de poetas que, de la noche a la mañana, la convirtieron en un centro cultural.
La muerte de Filipo II fue tan interesante como su vida. Diversas teorías sostienen que las relaciones con su hijo Alejando Magno eran muy convulsas y que el asesinato del personaje que hoy tratamos de acercar a los lectores, mientras asistía a una fiesta por el matrimonio de su hija con el rey de Epiro, fue resultado de la maquinación del que luego fuera su sucesor y de su madre, Olimpia de Epiro –cuya belleza sólo era superada por su desequilibrio mental–, tras ser esta repudiada por Filipo II. Olimpia estaba convencida de que su hijo Alejandro era la reencarnación de todo el catálogo de dioses y héroes juntos. El ejecutor fue su guardaespaldas Pausanias y el móvil podría haber sido un posible cambio en la línea sucesoria a favor de un hijo que Filipo II tuvo con una joven macedonia.
Para engrandecer el mito de Filipo II un estudio de la Universidad Autónoma de Barcelona defiende que su muerte, a los 46 años, tuvo untrasfondo sexual, tras un affaire amoroso entre el rey y Pausanias. Nada extraño en el marco cultural de la Grecia antigua, que toleraba las relaciones homosexuales.
"Sabemos también que, una vez Pausanias perdió el lugar central del corazón de Filipo, un aristócrata cercano al poder llamado Atalo invitó a Pausanias a un banquete y, una vez allí, le emborrachó y luego dio su cuerpo ebrio a sus sirvientes para que abusaran de él". Los historiadores creen que después de esta agresión Pausanias acudió a Filipo "a buscar la venganza personal y la justicia del rey", pero este hacía tiempo que perseguía obtener el apoyo de Atalo y, sobre todo, de la aristocracia territorial tradicional que este general lideraba para poder iniciar su campaña militar contra Persia. Al parecer, fue esta falta de reacción de Filipo II lo que llevó a Pausanias a vengarse y a apuñalarlo en un costado.
Alejandro Magno ascendió al poder tras la muerte de su padre y, apoyándose en la sólida base que le proporcionó un reino unido, rico, bien armado y con muchos aliados, logró extender el dominio de Macedonia a todos los confines del mundo conocido por aquella época. En gran medida fue un gran conquistador gracias a su padre.
Filipo II logró hacer frente a todas las adversidades que se le presentaron y, gracias a acciones bélicas y diplomáticas, consiguió estabilizar la región griega, situar a Macedonia como potencia hegemónica y ampliar sus dominios. Alejandro sólo tuvo que poner su ingenio y el razonamiento que adquirió en Atenas de la mano de Aristóteles. Sin duda, Filipo II fue uno de los grandes soberanos de las antiguas civilizaciones. Se le conoce por ser el padre de Alejandro Magno, pero quizá la historia sería más justa si Alejandro Magno fuera famoso por ser el hijo de Filipo II.
Elcorreo.com
Filipo II ha sido noticia recientemente porque un arqueólogo griego que responde al nombre de Manolis Andronikos ha incorporado a su currículum el descubrimiento en Vergina de la tumba intacta del rey de los macedonios. La sepultura se encontraba en un emplazamiento de la antigua capital de Egas, junto a los enterramientos de su madre, Eurídice, y su nieto Alejandro IV. La publicación del hallazgo ha generado un batalla entre historiadores, porque otros colegas afirman que Andronikos está equivocado y que realmente los restos localizados pertenecen al nieto de Filipo II, Filipo Arrideo.
Sin duda, nos encontramos con un tema para iniciados en la historia de la vieja Grecia, tan convulsa por aquella época como en la actual. Pero a los neófitos, carentes de los conocimientos necesarios para podernos sumergir con relativo acierto, el descubrimiento nos da una excusa para acercarnos a la figura de Filipo II, un personaje tremendamente interesante. Su andadura apenas ha llegado a nuestros tiempos y de él se hubiera escrito mucho más si su hijo, el gran Alejandro Magno, no se hubiera convertido en el irrepetible fenómeno mediático de la cultura popular que todos conocemos.
La irresistible personalidad de Filipo II (Pella, 382 a. C. - 336 a. C.), el hijo más joven del rey Amintas III de Macedonia, se forjó en los tres años de su adolescencia–de los 14 a los 17– que pasó como rehén en Tebas, siguiendo una costumbre muy extendida por aquellos lares para garantizar la paz. Allí adquirió conocimientos sobre la cultura griega y estrategia militar que le llevaron a ser uno de los grandes guerreros, comandantes y estadistas de la historia, y a convertir a la -hasta su llegada al poder- pobre e irrelevante Macedonia en el ariete que sometió a toda Grecia.
Como más tarde dijo su hijo, Filipo II fue quien hizo que su reino dejara de ser una tierra desprestigiada y desgarrada por los conflictos internos para convertirse en la primera potencia política y militar de la Helade. Incluso estuvo a punto de unificar a todos los pueblos griegos para empezar una campaña militar contra el imperio persa. Sólo su asesinato abortó este plan cuando ya acometía los preparativos.
¿Cómo lo consiguió? Al regresar de su cautiverio en Tebas, ocupó la regencia su sobrino Amiantos IV, menor de edad, y posteriormente, desde el 356 a. C., se ciñó la corona tras derrocar al joven heredero de su hermano Perdica. Desde el trono se encargó de seducir a la nobleza para eliminar las tendencias autonomistas y erigir un poder incuestionable. Para ello, recuperó la estabilidad interior tras unificar principados, eliminó a otros pretendientes de la corona apoyados por potencias extranjeras y consolidó las instituciones. Fue entonces cuando comenzó a reforzar el ejército macedonio para eludir las amenazas externas de ilirios y peonios, a los que derrotó contundentemente.
Al tiempo, mediante la diplomacia, aprovechó las distensiones entre las ciudades-estado y logró expandir su reino tras establecer tratados con Atenas. Logró así tener las manos libres para centrar su esfuerzo en los adversarios menores, a los que aniquiló, y en la conquista de Anfípolis, Crenides, Potineam Pidna, Metone, Calcidia, Tracia, Metona y Tesalia, hasta lograr una salida al mar. Luego, aprovechando la riqueza macedonia en madera y brea, construyó una gran flota. En el camino se hizo con las minas de oro de Pangeo, con cuya producción sufragó las guerras posteriores.
Sentó las bases del poder militar que heredó Alejandro Magno. Lo hizo importando de Tebas la falange de infantería, una innovación táctica de ruptura en las batallas. Esta figura militar se conformaba con un grupo de hombres en formación cerrada y compacta, a la vez que versátil y flexible, que portaban armamento pesado y largas lanzas de más de cinco metros denominadas sarisas.
Cada falange estaba formada por 64 batallones o syntagmas, hasta sumar 256 hombres, todos campesinos libres que cobraban un salario y sometidos a un reglamento minucioso. Gracias a numerosas variaciones adaptables al tipo de terreno del campo de batalla, se reveló invencible durante casi dos siglos. En este tiempo, tanto con Filipo II como con Alejandro Magno, el macedonio fue el ejército más poderoso de la Tierra, justo hasta el surgimiento de la Roma de los césares, que transformó las falanges en sus famosas legiones.
El empleo de maquinaria oriental para asaltar plazas fortificadas fue otra de las innovaciones que implantó Filipo II, al igual que el alistamiento voluntario y remunerado. Pero, al mismo tiempo, supo mantener en vigor la caballería milenaria dividida por comarcas militares. Sin duda, creó un ejército hecho a la medida de un conquistador.
Al frente de sus tropas siempre estaba el propio Filipo II, sin rehuír nunca los peligros que se presentaban, aún a riesgo de perder la vida. Su valentía tuvo un alto coste físico, acumulando huellas de las distintas batallas que lideró. Perdió un ojo en el asedio de Metone al ser alcanzado por una flecha o un proyectil de catapulta –los historiadores no se ponen de acuerdo sobre la procedencia–, durante un motín de sus mercenarios sufrió la rotura de una clavícula, un golpe de lanza en la batalla contra los llirias casi acaba con una de sus manos y además padeció una grave lesión en una pierna que le produjo a una cojera permanente. No obstante, en todo momento permaneció impasible ante las calamidades. "Ofrecía a la fortuna la parte que preferiese de su cuerpo, siempre que le dejase vivir gloriosamente por el resto", según relatan los historiadores de la época.
Hasta Filipo II, amado y odiado en partes iguales, Macedonia estaba considerado un pueblo rico pero bárbaro ubicado al norte montañoso de Grecia, con más contacto con los Balcanes que con las polis de Atenas, Esparta o Tebas. Sometido a continuas disputas sucesorias y a ataques de los vecinos, su desarrollo estaba frenado.
Sin embargo, durante el reinado de nuestro personaje, la capital, Pella, adoptó una fisonomía urbanística típicamente griega, se abrieron carreteras por todo el territorio de Macedonia, se fundaron colonias en puntos estratégicos de los territorios sometidos, se fomentaron relaciones comerciales y se enriqueció el tesoro real con madera, plata y oro con el que se acuñaron las célebres monedas que se conocieron como estateras. Al tiempo, Pella se llenó de artistas, de escultores, de arquitectos, de músicos y de poetas que, de la noche a la mañana, la convirtieron en un centro cultural.
La muerte de Filipo II fue tan interesante como su vida. Diversas teorías sostienen que las relaciones con su hijo Alejando Magno eran muy convulsas y que el asesinato del personaje que hoy tratamos de acercar a los lectores, mientras asistía a una fiesta por el matrimonio de su hija con el rey de Epiro, fue resultado de la maquinación del que luego fuera su sucesor y de su madre, Olimpia de Epiro –cuya belleza sólo era superada por su desequilibrio mental–, tras ser esta repudiada por Filipo II. Olimpia estaba convencida de que su hijo Alejandro era la reencarnación de todo el catálogo de dioses y héroes juntos. El ejecutor fue su guardaespaldas Pausanias y el móvil podría haber sido un posible cambio en la línea sucesoria a favor de un hijo que Filipo II tuvo con una joven macedonia.
Para engrandecer el mito de Filipo II un estudio de la Universidad Autónoma de Barcelona defiende que su muerte, a los 46 años, tuvo untrasfondo sexual, tras un affaire amoroso entre el rey y Pausanias. Nada extraño en el marco cultural de la Grecia antigua, que toleraba las relaciones homosexuales.
"Sabemos también que, una vez Pausanias perdió el lugar central del corazón de Filipo, un aristócrata cercano al poder llamado Atalo invitó a Pausanias a un banquete y, una vez allí, le emborrachó y luego dio su cuerpo ebrio a sus sirvientes para que abusaran de él". Los historiadores creen que después de esta agresión Pausanias acudió a Filipo "a buscar la venganza personal y la justicia del rey", pero este hacía tiempo que perseguía obtener el apoyo de Atalo y, sobre todo, de la aristocracia territorial tradicional que este general lideraba para poder iniciar su campaña militar contra Persia. Al parecer, fue esta falta de reacción de Filipo II lo que llevó a Pausanias a vengarse y a apuñalarlo en un costado.
Alejandro Magno ascendió al poder tras la muerte de su padre y, apoyándose en la sólida base que le proporcionó un reino unido, rico, bien armado y con muchos aliados, logró extender el dominio de Macedonia a todos los confines del mundo conocido por aquella época. En gran medida fue un gran conquistador gracias a su padre.
Filipo II logró hacer frente a todas las adversidades que se le presentaron y, gracias a acciones bélicas y diplomáticas, consiguió estabilizar la región griega, situar a Macedonia como potencia hegemónica y ampliar sus dominios. Alejandro sólo tuvo que poner su ingenio y el razonamiento que adquirió en Atenas de la mano de Aristóteles. Sin duda, Filipo II fue uno de los grandes soberanos de las antiguas civilizaciones. Se le conoce por ser el padre de Alejandro Magno, pero quizá la historia sería más justa si Alejandro Magno fuera famoso por ser el hijo de Filipo II.
Elcorreo.com
0 Comentarios:
Publicar un comentario