En este preciso lugar, el Vesubio mató al almirante Cayo Plinio Segundo, llamado el Viejo, autor de la monumental Historia natural, nombrado comandante de la flota del Tirreno por el emperador Vespasiano. Aquel día 24 de agosto del año 79 quiso ir a ver qué pasaba con el monte Vesubio, del que brotaba una aterradora nube de humo. Movido por una curiosidad científica, Plinio zarpó desde su base de Misenum a bordo de uno de los barcos de la flota y, tras atravesar el golfo de Nápoles y detenerse frente a Pompeya para observar el fenómeno, atracó en Stabia. Existe la tesis de que Plinio no murio en esta playa, sino más cerca de Pompeya, en lo que era su puerto marítimo, en Bottaro, en el delta del río Sarno. Allí, en 1899, fue descubierto un grupo de 73 esqueletos de víctimas de la erupción, entre ellos el de un hombre anciano cubierto de joyas valiosísimas (más de un kilo de oro) y que portaba al cinto una lujosa espada.
Otro Plinio, el Joven, sobrino del anterior y adoptado por él, nos ha dejado un testimonio excepcional sobre la muerte del sabio -y el desastre que también él contempló, desde Miseno- en dos cartas enviadas al historiador Tácito. Constituyen el primer relato de una erupción volcánica.
Aquí tenéis la primera de las cartas en la que relata la muerte de su tío. Debéis leerla atentamente y a continuación responder a las cuestiones planteadas.
Epistulae VI, 16
"Cayo Plinio a Tácito, salud.
Me pides que te describa la muerte de mi tío a fin de que más verazmente se transmita a la posteridad. Te lo agradezco porque estoy convencido de que, si tú conmemoraras su muerte, alcanzará gloria inmortal. Porque, aunque haya perecido en la destrucción de una de las tierras más bellas, con tantos pueblos y ciudades, y aunque aquel inolvidable acontecimiento le asegure una vida inmortal y aunque él mismo haya dejado obras permanentes, la eternidad de tus escritos le añadirá eternidad...
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Considero felices a los que, por gracia de los dioses, les es dado hacer cosas dignas de ser escritas o escribir cosas dignas de ser leídas, pero felicísimos considero a los que cupo hacer ambas cosas. Mi tío se contará en el número de estos, tanto por sus libros como por los tuyos. Y así gustosamente me pongo a hacer lo que de mí solicitas. Estaba en Miseno y mandaba personalmente la escuadra. El noveno día antes de las Kalendas de septiembre (24 de agosto), casi a hora séptima, mi madre le indicó la aparición de una nube de inusitadas grandeza y forma. Había tomado el sol y se había lavado con agua fresca y luego había comido un poco, y echado, estudiaba. Se calzó las sandalias y subió a un sitio desde donde se podía contemplar mejor aquel portento. Aparecía una nube y los que la miraban desde lejos no sabían desde que montaña salía, pero después se supo que se trataba del Vesubio. La nube tenía un aspecto y una forma que recordaba a un pino, más que a ningún otro árbol, porque se elevaba como si se tratara de un tronco muy largo y se diversificaba en ramas. Creo que ello se debía a que, al debilitarse la corriente que en un principio la impulsaba, la nube, sin esta fuerza impulsora o debido a su propio peso, se desvanecía a lo ancho y tan pronto era blanca como sucia y manchada, según llevara tierra o ceniza. Como hombre muy sabio, le pareció que aquel portento debía ser visto desde más cerca. Hizo preparar una nave libúrnica y me permitió ir con él, si quería, y le contesté que prefería quedarme trabajando, pues me había encargado que le escribiera ciertas cosas. Cuando salía de casa recibió un mensaje de Rectina, la mujer de Tasco, la cual le rogaba que le sacara de aquel trance, pues estaba atemorizada por el inminente peligro, ya que su villa estaba precisamente debajo de la montaña y sólo le era dado huir con navíos. Cambió de opinión y se afanó en llevar a término lo que había empezado con intención de estudio. Se embarca en cuatirremes con la intención de prestar auxilio no sólo a Rectina sino a muchos, porque aquel litoral era tan agradable que era muy frecuentado. Directamente se dirige ahí donde los demás huían, mantiene el timón en dirección al peligro, y tan ajeno al miedo que tomaba nota de los movimientos de aquella calamidad y de cuanto se ofrecía ante sus ojos. Cuanto más se aproximaba, la ceniza caía en las naves cada vez más caliente y más densa, y también pedruscos y piedras ennegrecidas quemadas y rajadas por el fuego, al paso que el mar se abría como un vado y las playas se veían obstaculizadas por los cascotes. Estuvo a punto de volver atrás, pero dijo al piloto, que se lo aconsejaba:
"La fortuna favorece a los fuertes. dirígete a la casa de Pomponiano".
Pomponiano vivía en Estabia, y la mitad del golfo lo separaba de nosotros, porque ahí el mar se interna a causa de una curva del litoral. Aunque por aquella parte el peligro no era tan inminente, por el momento, llevó sus enseres a las naves, dispuesto a escapar si amainaba el viento contrario. Este viento fue favorable a mi tío, que llegó, lo abrazó tembloroso y lo consoló y animó, con la intención de apartar su temor con serenidad. ordenó que se le presentara el baño, y después se dirigió a la mesa, donde cenó alegremente o, lo que todavía es más digno de admiración, fingiendo estar alegre. Mientras tanto en el Vesubio relucían, en diversos lugares, anchísimas llamas y elevados incendios, cuyo fulgor y cuya claridad se destacaban en las tinieblas de la noche. Mi tío, para excusar el miedo, decía que se trataba de hogueras hechas por campesinos fugitivos o villas abandonadas que ardían. Entonces se fue a dormir y en verdad que durmió con un sueño profundo, pues sus ronquidos eran oídos por los que estaban de guardia en la puerta. Pero el patio por el que se llegaba a la habitación empezó a llenarse de tal modo de ceniza y de pedruscos que si hubiesen permanecido ahí, no hubieran podido salir. Se despertó y se reunió con Pomponiano y los demás que habían estado velando. Deliberaron si se quedarían bajo cubierto o si saldrían al raso, ya que el edificio vacilaba debido a frecuentes y largos temblores y parecía que sus cimientos se corrían de un lado para otro. No obstante, si salían a la intemperie, eran de temer las lluvias de pedruscos, aunque más soportables. Cotejados ambos peligros, se optó por la segunda solución: en mi tío ello constituyó el triunfo de la razón sobre la razón, en los demás, el miedo sobre el miedo. Se pusieron almohadas en la cabeza, sujetas con trapos, única protección contra lo que caía. En otras partes había amanecido ya; allí seguía una noche más negra y más densa que todas las noches, sólo rota por antorchas y luces variadas.
Pareció oportuno ir a la playa y ver que posibilidades existían en el mar, que estaba desierto y adverso. Allí se echó sobre un lienzo y pidió agua fresca, y la bebió dos veces. A él le despertó y a los demás les hizo huir el olor del azufre, precursor de las llamas; estas llegaron luego. Se levantó apoyándose en dos siervos, pero cayó en seguida debido, a lo que creo, a que el vaho caliginoso le tapó la respiración y le cerró el estómago, que tenía muy delicado y propenso al vómito. Cuando nuevamente se hizo de día -y era el tecero desde que había dejado de ver- su cuerpo fue hallado intacto y tal como iba vestido; pero más tenía el aspecto de dormir que de estar muerto. Acabo, pues, añadiendo únicamente que te lo he contado tal como lo vi, o tal como oí relatar inmediatamente después de sucedido, es decir, cuando el recuerdo era reciente. Tú escoge lo que más te convenga, pues no es lo mismo escribir una carta que una historia, ni dirigirse a un amigo que a todos.
Ten salud. "
Cuestiones
- ¿Por qué escribe esta carta Cayo Plinio a su amigo Tácito?
- ¿Cuál la profesión de Tácito?
- ¿A quién considera felices Plinio el Joven?
- ¿Qué día y a qué hora comenzó la erupción?
- ¿En qué localidad se encontraba el almirante Plinio?
- ¿Cómo se entera de lo que está sucediendo?
- ¿Qué estaba haciendo en ese momento?
- ¿Qué contempla al asomarse desde un lugar elevado?
- ¿Por qué cree el autor de la carta que la nube volcánica adoptaba una forma similar a un pino?
- ¿Cuál es la primera intención de Plinio el Viejo cuando observa la erupción?
Más cuestiones ▼
- ¿Por qué cambia de idea y se dirige a Stabia?
- ¿Qué es una nave libúrnica? ¿Y una nave cuatrirreme?
- ¿Qué frase le dice al piloto y en qué circunstancias?
- ¿Quíén relación hay entre Pomponiano y Rectina?
- ¿Qué se disponen a hacer antes de la llegada de su amigo?
- ¿Cómo tranquiliza Plinio a sus amigos?
- ¿Qué hacen estos mientras Plinio durante la noche descansa?
- ¿Qué despierta a Plinio de su sueño?
- ¿Qué les puede pasar si permanecen en la casa?
- ¿Qué les pasa si salen a las calles?
- ¿Cómo se protegen de la lluvia de piedras que caía del cielo?
- ¿A dónde se dirigen y por qué van a ese lugar?
- ¿Qué sucede cuando llegan allí?
- ¿Cuales fueron los últimos momentos de la vida de Plinio el Viejo?
- ¿Cuál cree su sobrino que fue la causa de su muerte?
- ¿Cuándo y cómo se encontró su cadáver?
- ¿Por qué conoce el joven todos los detalles?
- ¿Por qué se libró de morir como su tío?
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