Científicos señalan el punto exacto en el que el dictador fue apuñalado. Augusto, su hijo adoptivo, selló el lugar con hormigón
Roma, año 44 a. C.
Estamos en la Curia de Pompeyo, en el Campo de Marte. Es un 15 de marzo. A menos de 150 metros de la curia –punto de reunión del César y los senadores–, el monumental teatro acoge la celebración de varios espectáculos, por lo que la confusión y la agitación reinan en la zona. Es el momento idóneo para asesinar al dictador. Así lo entendieron los senadores Casio y Bruto, líderes de un complot que culminó con uno de los primeros magnicidios de la historia. Gracias a las fuentes antiguas ya sabíamos que, efectivamente, Julio César fue apuñalado repetidas veces en la curia. Pero ahora, las investigaciones de un equipo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) sitúan el punto exacto donde el dictador pereció, en la plaza Largo di Torre Argentina, en pleno centro histórico de la capital italiana. Y es que, aunque poco queda en la zona del esplendor de antaño, ha sobrevivido una prueba: una sencilla estructura de hormigón que marca el lugar, que hoy es visible entre los dos arcos de un puente construido siglos después. De hecho, uno de los valores añadidos del hallazgo es el hecho de ver cómo los romanos del siglo XXI toman el autobús a escasos metros de donde el hombre más poderoso del mundo fue asesinado hace más de 2.000 años.
La ocultación
Antonio Monterroso, investigador del Instituto de Historia del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC, explica que esta estructura, de tres metros de ancho por más de dos de alto, fue colocada por orden de Augusto, hijo adoptivo de Julio César, en el centro del fondo de la Curia. Ese fue el lugar donde César presidía la reunión del Senado, sentado en una silla, cuando fue asesinado. «Su intención no era ‘‘tapar’’ el crimen. Augusto pretendía ocultar esta área, y condenar la acción de alguna forma», afirma el investigador. Y es que hay que tener en cuenta que, tras el asesinato de Julio César, «Roma se encontraba partida en bandos. Y la intención de su hijo era sofocar estas luchas desterrando aquellas zonas que recordaban lo sucedido», añade. En todo caso, las fuentes clásicas apuntan a que el lugar fue clausurado años después del asesinato, convirtiéndose en una capilla memoria.
Monterroso asegura que dicho muro no es visible en la zona. No en vano, una de las dificultades del equipo español, que lleva año y medio trabajando en la zona con la colaboración de la Sovraintendenza ai Beni Culturali del Comune di Roma, ha sido ir retirando las «capas» que han ido cubriendo el área durante siglos a modo, por ejemplo, de edificaciones medievales. «La arqueología es limitada. Los monumentos están destruidos y alterados. Por ello, nos ha llegado un puzzle de un montón de piezas, a las que hay que añadir aquellas piezas que no le pertenecen», dice el investigador.
Un militar victorioso
En todo caso, lo que se sabe con certeza es que la zona formaba parte del monumental complejo –alrededor de unos 54.000 metros cuadrados– que Pompeyo Magno, uno de los más laureados militares del Imperio Romano, construyó en honor de sus triunfos en Oriente, en torno al 55 a. C.
¿Cómo valoran los historiadores este hallazgo? David Hernández de la Fuente, profesor del Departamento de Historia Antigua de la UNED y autor del libro «Vidas de Pitágoras» (Editorial Atalanta) , señaló a LA RAZÓN que el principal motivo por el que asesinaron a Julio César fue «el exceso de poder. Algo que, a ojos de los republicanos, estaba consiguiendo».
De la Fuente explica que, por aquel entonces, se trataba de una época «convulsa, pues son los últimos años de la República Romana, y se intuía el ascenso al poder de forma unipersonal de César». En opinión del historiador, se trata de «un periodo de continuas guerras civiles, y se creó un movimiento político en contra de la acumulación de tanto poder en manos de César».
No en vano, De la Fuente considera que su muerte dio un giro a la Historia, ya que los partidos se reestructuraron. César no fue emperador, pero «sí precursor del poder unipersonal en Roma». Tampoco podemos olvidar que su figura está rodeada de mitos. «Es un personaje de tan enorme dimensión histórica que se convierte en leyenda a pesar de ser cruel». El experto en Historia Antigua indicó que el descubrimiento exacto del lugar de su muerte tiene un «valor sentimental y, además, generará una mitomanía. Y tampoco podemos descartar que se convierta en centro de peregrinación, pues se trata del mayor magnicidio de la Antigüedad, comparable a los posteriores de Abraham Lincoln o John Fitzgerald Kennedy».
En la gran (y pequeña) pantalla
Ambicioso, pero magnánimo, amante de Cleopatra, amigo íntimo de Marco Antonio... Cine y televisión han contribuido a perpetuar los lugares comunes en torno a su figura. La última de ellas es la serie «Roma», aunque el realizador Joseph L. Mankiewicz sembró el camino con dos obras maestras: «Julio César» (1953) y «Cleopatra» (1963).
Fuente: La razón
Roma, año 44 a. C.
Estamos en la Curia de Pompeyo, en el Campo de Marte. Es un 15 de marzo. A menos de 150 metros de la curia –punto de reunión del César y los senadores–, el monumental teatro acoge la celebración de varios espectáculos, por lo que la confusión y la agitación reinan en la zona. Es el momento idóneo para asesinar al dictador. Así lo entendieron los senadores Casio y Bruto, líderes de un complot que culminó con uno de los primeros magnicidios de la historia. Gracias a las fuentes antiguas ya sabíamos que, efectivamente, Julio César fue apuñalado repetidas veces en la curia. Pero ahora, las investigaciones de un equipo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) sitúan el punto exacto donde el dictador pereció, en la plaza Largo di Torre Argentina, en pleno centro histórico de la capital italiana. Y es que, aunque poco queda en la zona del esplendor de antaño, ha sobrevivido una prueba: una sencilla estructura de hormigón que marca el lugar, que hoy es visible entre los dos arcos de un puente construido siglos después. De hecho, uno de los valores añadidos del hallazgo es el hecho de ver cómo los romanos del siglo XXI toman el autobús a escasos metros de donde el hombre más poderoso del mundo fue asesinado hace más de 2.000 años.
La ocultación
Antonio Monterroso, investigador del Instituto de Historia del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC, explica que esta estructura, de tres metros de ancho por más de dos de alto, fue colocada por orden de Augusto, hijo adoptivo de Julio César, en el centro del fondo de la Curia. Ese fue el lugar donde César presidía la reunión del Senado, sentado en una silla, cuando fue asesinado. «Su intención no era ‘‘tapar’’ el crimen. Augusto pretendía ocultar esta área, y condenar la acción de alguna forma», afirma el investigador. Y es que hay que tener en cuenta que, tras el asesinato de Julio César, «Roma se encontraba partida en bandos. Y la intención de su hijo era sofocar estas luchas desterrando aquellas zonas que recordaban lo sucedido», añade. En todo caso, las fuentes clásicas apuntan a que el lugar fue clausurado años después del asesinato, convirtiéndose en una capilla memoria.
Monterroso asegura que dicho muro no es visible en la zona. No en vano, una de las dificultades del equipo español, que lleva año y medio trabajando en la zona con la colaboración de la Sovraintendenza ai Beni Culturali del Comune di Roma, ha sido ir retirando las «capas» que han ido cubriendo el área durante siglos a modo, por ejemplo, de edificaciones medievales. «La arqueología es limitada. Los monumentos están destruidos y alterados. Por ello, nos ha llegado un puzzle de un montón de piezas, a las que hay que añadir aquellas piezas que no le pertenecen», dice el investigador.
Un militar victorioso
En todo caso, lo que se sabe con certeza es que la zona formaba parte del monumental complejo –alrededor de unos 54.000 metros cuadrados– que Pompeyo Magno, uno de los más laureados militares del Imperio Romano, construyó en honor de sus triunfos en Oriente, en torno al 55 a. C.
¿Cómo valoran los historiadores este hallazgo? David Hernández de la Fuente, profesor del Departamento de Historia Antigua de la UNED y autor del libro «Vidas de Pitágoras» (Editorial Atalanta) , señaló a LA RAZÓN que el principal motivo por el que asesinaron a Julio César fue «el exceso de poder. Algo que, a ojos de los republicanos, estaba consiguiendo».
De la Fuente explica que, por aquel entonces, se trataba de una época «convulsa, pues son los últimos años de la República Romana, y se intuía el ascenso al poder de forma unipersonal de César». En opinión del historiador, se trata de «un periodo de continuas guerras civiles, y se creó un movimiento político en contra de la acumulación de tanto poder en manos de César».
No en vano, De la Fuente considera que su muerte dio un giro a la Historia, ya que los partidos se reestructuraron. César no fue emperador, pero «sí precursor del poder unipersonal en Roma». Tampoco podemos olvidar que su figura está rodeada de mitos. «Es un personaje de tan enorme dimensión histórica que se convierte en leyenda a pesar de ser cruel». El experto en Historia Antigua indicó que el descubrimiento exacto del lugar de su muerte tiene un «valor sentimental y, además, generará una mitomanía. Y tampoco podemos descartar que se convierta en centro de peregrinación, pues se trata del mayor magnicidio de la Antigüedad, comparable a los posteriores de Abraham Lincoln o John Fitzgerald Kennedy».
En la gran (y pequeña) pantalla
Ambicioso, pero magnánimo, amante de Cleopatra, amigo íntimo de Marco Antonio... Cine y televisión han contribuido a perpetuar los lugares comunes en torno a su figura. La última de ellas es la serie «Roma», aunque el realizador Joseph L. Mankiewicz sembró el camino con dos obras maestras: «Julio César» (1953) y «Cleopatra» (1963).
Fuente: La razón