[+/-] | PRÍAPO, EL DIOS MALDECIDO CON UN FALO GIGANTE |
Príapo era una antigua divinidad grecoromana que se representaba como un pequeño hombre barbudo, normalmente un viejo, con un pene desproporcionadamente grande. Su mayor presencia estaba en el mundo rural, puesto que era el símbolo del instinto sexual, de la fecundidad masculina, y el protector de las huertas y jardines. En este sentido, la población rústica empleaba este deidad y sus representaciones como fórmula mágica para neutralizar el mal de ojo contra la envidia de las personas y para potenciar la sexualidad.
Los falos grandes eran motivo de burla entre las clases altas y los artistas del periodo. «Ciegos humanos, semejantes a la hoja ligera, impotentes criaturas hechas de barro deleznable, míseros mortales que, privados de alas, pasáis vuestras vida fugaz como vanas, sombras o ensueños misteriosos», se burla de los cuerpos desproporcionados Aristófanes, autor de obras de teatro, en una de sus obras. No obstante, en otros grupos sociales, sobre todo en las regiones rurales, se destilaba la adoración a un dios grotesco de un enorme falo: Príapo, el dios que fue maldecido por los pecados de su madre.
Según la mitología griega, Príapo era hijo de Dionisio, dios del vino y el éxtasis, y de Afrodita, diosa de la belleza, el amor y el deseo. Esto es, el resultado de los dioses más desinhibidos del panteón clásico. No en vano, otras leyendas le achacan su paternidad a Hermes, Pan, Zeus e incluso Adonis. En esta versión, la diosa quedó embarazada de su antiguo amor durante uno de sus viajes a la India, sin que Dionisio lo supiera nunca. Como castigo por engañar al ingenuo de Dionisio, Hera –hermana y esposa del dios Zeus– castigó su falta de compromiso maldiciendo al fruto de su relación extramatrimonial.
A causa de los celos de Hera, Príapo fue condenado a tener su falo siempre en erección y, lo que es más grave para el dios del instinto sexual, a no poder reproducirse (otras versiones dicen que su maldición era a no ser amado por ninguna mujer). Hoy, de hecho, se denomina priapismo a la dolorosa enfermedad que provoca la permanente erección del pene sin apetito venéreo. Se considera que una persona sufre de priapismo cuando el pene se encuentra en un estado de erección sin estimulación física y psicológica durante un largo periodo (varias horas).
En la antigua Roma solía erigirse una estatua en honor a Príapo portando fruta entre sus ropas y una hoz en una de sus manos, mientras sus hinchados genitales permanecían en una posición erguida, cuya función principal era la de atraer la buena fortuna en las cosechas. Su presencia era bastante habitual en las zonas de influencia helenística como es el caso del sur del país. En unas excavaciones llevadas a cabo en la ciudad de Pompeya, los arqueólogos hallaron un grabado de Príapo en la «Casa de los Vettii», representado con su imponente erección sobresaliendo por debajo de su túnica.
La representación de este pene fue objeto de la investigación hace un año del doctor Francesco Maria Galassi, quien, tras observar el susodicho fresco se percató de que el «miembro viril tiene una fimosis patente. Más concretamente, una fimosis cerrada», apuntó el experto en declaraciones recogidas por «Live Science». A su vez, el experto remarcó lo sumamente extraño que le ha parecido hallar esta característica en una pintura dedicada a una deidad de la fecundidad. ¿Tal vez la fimosis también formaba parte de la maldición de Hera?
Pero Príapo no fue la única divinidad de carácter fálico en Roma, véase el caso también de Genius o Mutino Titino. Según cuenta Plinio el Viejo, el guardián protector del mal de ojo era en Roma el dios Fascino, una divinidad de forma fálica que formaba parte de los sacra que las Vestales se encargaban de proteger.
Tras la caída del Imperio romano, se produjo una cristianización del culto fálico a Príapo y al resto de deidades de este tipo. Santos como Cosme y Damián, Nicolás, Eutropio de Orange, San Faustino, San Fiacro mantuvieron elementos que recordaban lejanamente a Príapo. Ya en el Renacimiento, se hace mención a los conocidos como «dedos gordos del pie de San Cosme», que, en verdad, parecen todo menos dedos.
Extracto del artículo de ABC
Extracto del artículo de ABC
[+/-] | UNA EMPERATRIZ ROMANA ENTRE SENADORES Y GLADIADORES |
Mesalina ha pasado a la Historia como una manipuladora que convirtió la corte romana en un lupanar para ver satisfechos sus caprichos.
Un psicoterapeuta posiblemente habría dictaminado que Valeria Mesalina sufría de hipersexualidad, un trastorno que le provocaba una necesidad irresistible de mantener relaciones sexuales. Tampoco hay que descartar que, con su actitud, esta joven tratara de defender los derechos de su prole o que sencillamente se aburriera. En cualquier caso, ha pasado a la posteridad como una emperatriz lasciva y depravada. La historia, por supuesto, es más complicada. Mesalina era hijastra de un cónsul y estaba emparentada con la aristocracia imperial, una posición que pudo llamar la atención de su primo Tiberio Claudio, tío del emperador Calígula, que debido a su tartamudez y cojera no gozaba de gran prestigio.
Ya fuese por motivos políticos, económicos o sentimentales, Claudio se vio atraído por la muchacha, que a decir de algunos historiadores se comportaba de forma extraordinariamente sensual. Mesalina debía tener 15 años cuando contrajo matrimonio con su tullido esposo, que se acercaba a los 50 y había estado casado en dos ocasiones. Poco después alumbró a su hija Claudia Octavia y en 41 nació su vástago Tiberio Claudio Germánico, el mismo año en que una conjura acababa con la vida de Calígula, colocaba en el trono a su marido y, de paso, la convertía en la mujer más poderosa del Imperio Romano. Según la tradición, Mesalina aprovechó la circunstancia para colmar sus ambiciones. De ella se ha dicho que le gustaba organizar pantagruélicas fiestas que culminaban en orgías y, según el poeta de finales del siglo I Juvenal, cuando se sentía insatisfecha acudía a prostituirse a un burdel.
Las fuentes antiguas, como los historiadores Tácito y Suetonio, que vivieron poco después de su muerte, refuerzan esa imagen, añadiendo a su currículum amatorio todo tipo de infidelidades, que incluían senadores, actores, gladiadores y militares, a las que, supuestamente, era ajeno el Emperador. Es más, Claudio hizo erigir estatuas en su honor, le otorgó un asiento en el teatro junto a las vestales y ordenó que su cumpleaños fuera celebrado con un festival. El culmen de este despropósito queda reflejado en una anécdota muy comentada según la cual la emperatriz llegó a desafiar a Escila, una conocida ramera siciliana, a una especie de concurso sexual que consistía en acostarse con el mayor número de hombres durante una noche. Las cifras bailan, pero la relación viene a ser de 1 a 8 a favor de Mesalina, esto es, 25 frente a 200.
Sin embargo, fue su pasión la que propició su caída. Aprovechando que su esposo se encontraba en Ostia, decidió casarse con su amante, el senador Gayo Silio, con el que planeó asesinar a Claudio. Los libertos griegos del emperador denunciaron la conjura –y la bigamia– e incitaron la destrucción del amante de Mesalina y de la emperatriz, que fue ajusticiada por los pretorianos. Se dice que, al enterarse de la noticia durante la cena, Claudio se limitó a pedir más vino.
No está claro hasta qué punto el comportamiento de la soberana fue cierto o es el eco de una antigua campaña de desprestigio, pero aún hoy la Real Academia define “mesalina” como “mujer poderosa o aristócrata y de costumbres disolutas”.
Muyhistoria.es
Un psicoterapeuta posiblemente habría dictaminado que Valeria Mesalina sufría de hipersexualidad, un trastorno que le provocaba una necesidad irresistible de mantener relaciones sexuales. Tampoco hay que descartar que, con su actitud, esta joven tratara de defender los derechos de su prole o que sencillamente se aburriera. En cualquier caso, ha pasado a la posteridad como una emperatriz lasciva y depravada. La historia, por supuesto, es más complicada. Mesalina era hijastra de un cónsul y estaba emparentada con la aristocracia imperial, una posición que pudo llamar la atención de su primo Tiberio Claudio, tío del emperador Calígula, que debido a su tartamudez y cojera no gozaba de gran prestigio.
Ya fuese por motivos políticos, económicos o sentimentales, Claudio se vio atraído por la muchacha, que a decir de algunos historiadores se comportaba de forma extraordinariamente sensual. Mesalina debía tener 15 años cuando contrajo matrimonio con su tullido esposo, que se acercaba a los 50 y había estado casado en dos ocasiones. Poco después alumbró a su hija Claudia Octavia y en 41 nació su vástago Tiberio Claudio Germánico, el mismo año en que una conjura acababa con la vida de Calígula, colocaba en el trono a su marido y, de paso, la convertía en la mujer más poderosa del Imperio Romano. Según la tradición, Mesalina aprovechó la circunstancia para colmar sus ambiciones. De ella se ha dicho que le gustaba organizar pantagruélicas fiestas que culminaban en orgías y, según el poeta de finales del siglo I Juvenal, cuando se sentía insatisfecha acudía a prostituirse a un burdel.
Las fuentes antiguas, como los historiadores Tácito y Suetonio, que vivieron poco después de su muerte, refuerzan esa imagen, añadiendo a su currículum amatorio todo tipo de infidelidades, que incluían senadores, actores, gladiadores y militares, a las que, supuestamente, era ajeno el Emperador. Es más, Claudio hizo erigir estatuas en su honor, le otorgó un asiento en el teatro junto a las vestales y ordenó que su cumpleaños fuera celebrado con un festival. El culmen de este despropósito queda reflejado en una anécdota muy comentada según la cual la emperatriz llegó a desafiar a Escila, una conocida ramera siciliana, a una especie de concurso sexual que consistía en acostarse con el mayor número de hombres durante una noche. Las cifras bailan, pero la relación viene a ser de 1 a 8 a favor de Mesalina, esto es, 25 frente a 200.
Sin embargo, fue su pasión la que propició su caída. Aprovechando que su esposo se encontraba en Ostia, decidió casarse con su amante, el senador Gayo Silio, con el que planeó asesinar a Claudio. Los libertos griegos del emperador denunciaron la conjura –y la bigamia– e incitaron la destrucción del amante de Mesalina y de la emperatriz, que fue ajusticiada por los pretorianos. Se dice que, al enterarse de la noticia durante la cena, Claudio se limitó a pedir más vino.
No está claro hasta qué punto el comportamiento de la soberana fue cierto o es el eco de una antigua campaña de desprestigio, pero aún hoy la Real Academia define “mesalina” como “mujer poderosa o aristócrata y de costumbres disolutas”.
Muyhistoria.es
[+/-] | ASÍ ERAN LAS ESPECTACULARES TERMAS DE TRAJANO, EL GRAN SPA DE LA ANTIGUA ROMA |
La Natatio de las Termas de Trajano, la piscina más grande del imperio romano |
El mundo se quedó maravillado por la grandiosidad y belleza de las Termas de Trajano, cuando el emperador de origen hispano las inauguró en el 109 d. C. Las termas eran de alguna forma el equivalente de nuestros spa; en realidad, lo eran mucho más, a lo grande, porque la definición latina salus per aquam (spa) significa «salud por medio del uso del agua».
Ahora, por primera vez, se desvela la exacta grandiosidad y magnificencia del monumento construido por orden de Trajano sobre las ruinas de la Domus Aurea, la extraordinaria y asombrosa villa que Nerón se hizo construir, entre el 64 y el 68 d. C., después del incendio que devastó Roma en el 64 d. C. El proyecto de las Termas, cuya construcción duró cinco años, fue de Apollodoro de Damasco, genial arquitecto romano y escritor, que también construyó el Foro Trajano, gozando de la confianza del emperador. La exacta monumentalidad de la gigantesca estructura de baños termales de la antigua Roma ha sido reproducida digitalmente tras cinco años de trabajo por los arquitectos Raffaele Carlani y Stefano Borghini.
Reconstrucción del interior de las Termas de Trajano |
«Lo que más me ha impresionado es la Natatio, la imagen de esa piscina gigantesca, una especie de mar urbano que se abría en el centro de Roma, lo que no tiene precedentes», manifiesta a ABC el arquitecto Carlani. En efecto, esa piscina, la más grande del imperio, con su agua a temperatura natural que ondea en un espacio inmenso, es uno de los espectáculos de las Termas. Raffaele Carlani nos comenta que han trabajado durante cinco años en esta reconstrucción «realizada de forma científica»: «Hemos trabajado durante cinco años, estudiando toda la información sobre las Termas de Trajano, hemos consultado muchísimas fuentes y especialistas y hemos estado en contacto con todos los expertos que trabajan en las excavaciones, como Rita Volpe, arqueóloga de la Superintendencia de Roma». Esos restos arqueológicos se encuentran en el parque del colle Oppio –una de las siete colinas de Roma–; en especial, el pabellón de la Domus Aurea, a tan solo dos pasos del Coliseo.
Las Termas de Trajano constituyeron el prototipo de las termas imperiales. Ocupaban una extensión de cuatro hectáreas, fueron las primeras «grandes termas» de Roma y en su época contaban con el mayor edificio termal existente en el mundo. El complejo medía 330 por 315 metros, con una parte central de 190 por 212 metros.
Como un gran centro comercial
Muchas fueron las innovaciones que después sirvieron de modelo a otras termas, como las de Caracalla y las de Diocleciano. Para una mejor exposición al sol y a los vientos, el Caldarium se ubicaba en un determinado lugar para que contara con la mejor disposición del sol al mediodía y a la puesta del sol. Disponían de ventanas con cristales, abiertas en verano y cerradas en invierno. Hoy puede parecer una nimiedad, pero las vidrieras eran en esa época un lujo que solamente los romanos ricos podían permitirse.
Reconstrucción del interior de las Termas de Trajano |
Después de hacer el recorrido clásico (Caldarium-Tepidarium-Frigidarium), salas dispuestas en secuencia, se podía pasar a la gran piscina, situada en el extremo septentrional. En torno a este eje central se distribuían simétricamente todos los demás ambientes, como los vestuarios y gimnasios. Además de los sectores colectivos, había otras numerosas salas destinadas a baños particulares, masajes, cuidados de la belleza, maquillaje y saunas.
Las Termas de Trajano fueron concebidas como una especie de gran centro comercial de extraordinaria belleza en el que nada faltaba: había jardines, fuentes, estatuas, frescos, ricos mármoles, salas de espectáculo, bibliotecas, comedores y tiendas.
De la espléndida reconstrucción realizada por los arquitectos Raffaele Carlani y Stefano Borghini resalta la magnificencia, con mármoles de colores, de impresionantes columnas que te llevan la mirada hacia lo alto, para admirar las amplias bóvedas del techo cubiertas de recuadros con estucos decorados. ¿Hasta qué punto se refleja esta grandiosidad en la reconstrucción que se ha hecho? A esta pregunta, el arquitecto Raffaele Carlani asegura que «la luz y la grandiosidad» son reflejo auténtico de las Termas de Trajano y que el trabajo realizado es «extremadamente científico»: «Nos hemos permitido hacer una reconstrucción detallada, incluso con decoraciones, porque en el largo proceso de trabajo realizado hemos analizado todas las fuentes disponibles de responsables científicos, hemos estudiado otras termas posteriores que se inspiraron en las de Trajano, como las de Diocleciano y Caracalla. Es decir, todo lo que hemos reconstruido tiene una base. No podemos decir que es una reproducción al cien por cien, pero el resultado que hemos obtenido, la imagen que se percibe, está en una dirección justa. El uso refinado de la luz, la imagen de gran riqueza y de esplendor que se aprecian en la reconstrucción están seguramente muy cerca de la realidad». Sobre el arte y riqueza escultórica de las Termas de Trajano puede dar una idea el hecho de que el Grupo del Laocoonte, descubierto en 1506 y hoy conservado en los Museos Vaticanos, se consideraba que formaba parte de estas termas. Algunos estudios recientes parecen excluir esa procedencia.
Reconstrucción del interior de las Termas de Trajano |
La grandiosidad de las Termas de Trajano se percibe en algunos de los restos arqueológicos visibles en el colle Oppio. Son pocos, pero imponentes. Por ejemplo, las «siete salas», una enorme cisterna de agua. El emperador construyó el llamado Acueducto Trajano, pero sus grandiosas termas necesitaban mucha agua y no le bastaba con la del acueducto. Por eso hizo construir una extraordinaria cisterna, denominada «siete salas», con una capacidad de más de ocho millones de litros de agua, que todavía se conserva. Estaba formada por nueve ambientes con cúpula.
Juegos de seducción
En este ambiente refinado de las Termas de Trajano, la atmósfera que se respiraba recuerda a los spa actuales, donde se exhiben músculos y cuerpos bronceados, sin que falte a menudo el juego de la seducción. En esa época, hombres y mujeres se mezclaban en las termas, salvo en los vestuarios, que estaban separados.
Pero el trabajo de reconstrucción de las Termas de Trajano no se ha hecho para imaginar mejor cómo podían ser las relaciones de los romanos entre los vapores de las termas, sino por un objetivo histórico importante, según nos comenta el arquitecto Carlani: «Esta reconstrucción es también muy importante para los historiadores, con los que hemos trabajado codo a codo, porque se convierte en un elemento de discusión y debate. Además, se rinde justicia, en un sentido más amplio, al esfuerzo estético que se hacía en estos edificios».
La Sala de las Musas de Nerón
En el colle Oppio, a dos pasos del Coliseo, se siguen descubriendo verdaderas joyas arqueológicas, como se acaba de poner de relieve en el congreso celebrado en Roma: «Termas de Trajano: arriba y abajo». El complejo termal se construyó sobre la Domus Aurea, la faraónica villa de Nerón, que incluía diversos edificios, jardines, bosques e incluso un lago. Bajos las Termas se ha descubierto un extraordinario mosaico de 16 metros, que representa a Apolo y las Musas, el más grande sobre pared de época precristiana, situado en una sala de uno de los pabellones de la Domus Aurea. Los expertos están de acuerdo en que la sala debía ser un lugar donde se encontraban intelectuales apreciados por el emperador para escuchar poesía y literatura en un ambiente encantado con aguas y decoraciones rocalla. Se abrirá al público en 2017.
ABC
[+/-] | LA ANTIGUA BASE NAVAL ATENIENSE PERMANECE SUMERGIDA EN EL PIREO |
Los cobertizos hallados probablemente alojaron los trirremes de la batalla de Salamina, uno de los combates navales más importantes de la historia
Un equipo de arqueólogos daneses y griegos ha localizado los restos sumergidos de la antigua base naval del Pireo, "una de las estructuras más grandes de la Antigüedad clásica, que fue esencial para la defensa de la Antigua Grecia", explica la Universidad de Copenhague en un comunicado. Las enormes fortificaciones portuarias y sus cobertizos diseñados para alojar centenares de trirremes se encuentran hoy sumergidos en el puerto de Mounichia, en El Pireo, al suroeste de Atenas. "La datación cerámica y radiocarbónica de una pieza de madera labrada, hallada entre los cimientos de una columnata, indica que los cobertizos son del 520-480 a.C. o de poco después, por lo que probablemente alojaron los barcos de guerra que participaron en la batalla de Salamina en el 480 a.C.", sostiene Bjorn Lovén, el director de las excavaciones, de la Universidad de Copenhague. La batalla de Salamina, uno de los combates navales más importantes de la historia, enfrentó a la flota griega contra la persa y culminó con la victoria de los aliados griegos y la retirada del rey Jerjes.
En 2010, un viejo pescador llamado Mitsakos condujo a los arqueólogos al puerto de Mikrolimano, un puerto pequeño como indica su nombre, donde había pasado largas horas de su infancia sentado sobre una antigua columna y pescando. "Algunos días, la visibilidad bajo el agua era tan deficiente que no se alcanzaba a ver más allá de veinte centímetros. Sin embargo, finalmente localizamos los restos y excavamos seis cobertizos que fueron utilizados para proteger los barcos griegos de los moluscos bivalvos y del secado", comenta Lovén. La mitad de la flota aliada que luchó en Salamina procedía de Atenas, la polis hegemónica del mundo griego, que vivía entonces bajo una democracia joven pero poderosa. "Resulta difícil predecir qué habría significado una derrota griega en Salamina, pero está claro que una victoria persa habría tenido unas consecuencias enormes en Europa, tanto culturales como sociales. La victoria en Salamina ha tenido una gran resonancia a lo largo de la historia y aún despierta asombro e inspiración", concluye Lovén.
National Geographic
Un equipo de arqueólogos daneses y griegos ha localizado los restos sumergidos de la antigua base naval del Pireo, "una de las estructuras más grandes de la Antigüedad clásica, que fue esencial para la defensa de la Antigua Grecia", explica la Universidad de Copenhague en un comunicado. Las enormes fortificaciones portuarias y sus cobertizos diseñados para alojar centenares de trirremes se encuentran hoy sumergidos en el puerto de Mounichia, en El Pireo, al suroeste de Atenas. "La datación cerámica y radiocarbónica de una pieza de madera labrada, hallada entre los cimientos de una columnata, indica que los cobertizos son del 520-480 a.C. o de poco después, por lo que probablemente alojaron los barcos de guerra que participaron en la batalla de Salamina en el 480 a.C.", sostiene Bjorn Lovén, el director de las excavaciones, de la Universidad de Copenhague. La batalla de Salamina, uno de los combates navales más importantes de la historia, enfrentó a la flota griega contra la persa y culminó con la victoria de los aliados griegos y la retirada del rey Jerjes.
En 2010, un viejo pescador llamado Mitsakos condujo a los arqueólogos al puerto de Mikrolimano, un puerto pequeño como indica su nombre, donde había pasado largas horas de su infancia sentado sobre una antigua columna y pescando. "Algunos días, la visibilidad bajo el agua era tan deficiente que no se alcanzaba a ver más allá de veinte centímetros. Sin embargo, finalmente localizamos los restos y excavamos seis cobertizos que fueron utilizados para proteger los barcos griegos de los moluscos bivalvos y del secado", comenta Lovén. La mitad de la flota aliada que luchó en Salamina procedía de Atenas, la polis hegemónica del mundo griego, que vivía entonces bajo una democracia joven pero poderosa. "Resulta difícil predecir qué habría significado una derrota griega en Salamina, pero está claro que una victoria persa habría tenido unas consecuencias enormes en Europa, tanto culturales como sociales. La victoria en Salamina ha tenido una gran resonancia a lo largo de la historia y aún despierta asombro e inspiración", concluye Lovén.
National Geographic
[+/-] | BOUDICA, LA REINA GUERRERA DE BRITANIA QUE LUCHÓ CONTRA LA INVASIÓN ROMANA |
Miembro de la aristocracia icena, se casó con el rey de esta tribu celta. Al morir éste, defendió su territorio de las ansias anexionistas de Roma. Acaudilló a las tribus autóctonas y lideró un ejército –de entre 100.000 y 230.000 soldados– contra la ocupación de Gran Bretaña.
La expansión territorial del Imperio Romano se produjo no sin dificultades con terribles guerras que jalonaron de sangre y devastación el mundo conocido. En el caso de Britania, fue el emperador Claudio quien, en el año 43, ocupó la isla con cuatro legiones que avanzaron hacia al interior entre grandes muestras de resistencia local. Pero uno de los principales obstáculos ante la dominación romana lo constituyó la rabia de una indómita guerrera que puso en jaque a las mejores tropas imperiales.
La gran heroína de los británicos vino al mundo en torno al año 30, en algún lugar de la tierra habitada por los icenos, una tribu de origen celta que se distribuía por la antigua región de Anglia del Este (actuales Norfolk y Suffolk).
Seguramente, su familia formaba parte de la predominante elite aristocrática que gobernaba su pueblo, por lo que recibió una educación acorde a dicha posición social. En 48, la hermosa joven de largos cabellos rojizos y elevada estatura se casó con Prasutagus, rey de los icenos, con quien tuvo sus dos únicas hijas.
Todo hacía ver que la existencia de Boudica sería feliz junto a su esposo y viendo cómo crecía su familia en un contexto en el que los icenos sobrevivían siendo clientes de los invasores romanos. No en vano, el propio monarca había firmado un pacto con los latinos por el que se comprometía a que tras su óbito su reino fuera repartido entre sus hijas y Roma a cambio de constantes ayudas militares y económicas.
En el año 60 se produjo el fallecimiento de Prasutagus. Su esposa quedó como regente, dispuesta a proteger la herencia de sus hijas ante las insistentes peticiones de los romanos, los cuales reclamaron para sí la anexión del territorio iceno y una abundante fortuna, que incluía la dote gestionada por la ahora reina Boudica.
Su negativa ante el abuso extranjero provocó que unidades legionarias, enviadas por el pretor Catus Decianus, arrasasen la región de los icenos, humillando de paso a Boudica. Ésta fue desnudada en público y azotada mientras veía con horror cómo los soldados de Roma violaban a sus hijas. La afrenta desató la furia de la britana y, enarbolando su brillante carisma, fue capaz de convocar a las tribus autóctonas hasta entonces desunidas para enfrentarse, en un combate sin igual, contra la maquinaria bélica más demoledora del mundo antiguo.
Según los investigadores históricos, entre 100.000 y 230.000 guerreros siguieron a su jefa militar, quien antes de iniciar los combates invocó la ayuda de Andraste, la diosa celta del triunfo. Asimismo, Boudica –nombre que venía a significar, precisamente, victoria– realizó una ceremonia en la que liberó de los pliegues de su vestimenta una liebre (animal sagrado para los britanos), lo que enardeció aún más el ánimo de los insurrectos.
Con determinación, las tropas rebeldes avanzaron sobre diversas ciudades dominadas por los ocupantes. En primer lugar cayó Camulodonum (actual Colchester), en medio de violentas luchas que acabaron con la destrucción de la guarnición romana. En auxilio de la ciudad acudió la IX Legión Hispana. Pero los sublevados habían preparado un plan de emboscada que acabó con la vida de más de 5.000 legionarios.
El terror se propagó entonces por las filas latinas, ya que –siguiendo sus costumbres de guerra– los britanos nunca hacían prisioneros y los vencidos eran ejecutados sin compasión. El siguiente objetivo para los insurgentes fue Londinium (actual Londres), plaza que fue tomada casi sin oposición para ser quemada hasta los cimientos.
No obstante, a Roma, por entonces bajo los designios del emperador Nerón, le restaban en la isla de Gran Bretaña suficientes recursos y generales experimentados para sofocar cualquier levantamiento. Y en el año 61, el magister militum Suetonio Paulino asumió el mando de dos experimentadas legiones, con las que asestó un golpe definitivo a los mal entrenados guerreros que seguían a su valiente soberana.
La derrota fue total para los autóctonos y su reina, antes de verse presa del enemigo, prefirió quitarse la vida junto con sus hijas ingiriendo veneno. Según se cuenta, los rituales funerarios que acompañaron su entierro fueron fastuosos y dignos de la gran líder que fue. Hoy en día, su tumba sigue en paradero desconocido, lo que fomenta aún más la leyenda de esta indómita mujer.
Durante el medievo se borró su memoria para ser recuperada y ensalzada en el siglo XIX, donde los historiadores británicos la compararon con la reina Victoria. En 1905, una estatua de Boudica subida en un carro de guerra fue instalada frente al Parlamento británico, en Londres, como símbolo del sentimiento de libertad que acompañó a su pueblo en un momento tan crucial para los moradores de la vieja Alvión.
La expansión territorial del Imperio Romano se produjo no sin dificultades con terribles guerras que jalonaron de sangre y devastación el mundo conocido. En el caso de Britania, fue el emperador Claudio quien, en el año 43, ocupó la isla con cuatro legiones que avanzaron hacia al interior entre grandes muestras de resistencia local. Pero uno de los principales obstáculos ante la dominación romana lo constituyó la rabia de una indómita guerrera que puso en jaque a las mejores tropas imperiales.
La gran heroína de los británicos vino al mundo en torno al año 30, en algún lugar de la tierra habitada por los icenos, una tribu de origen celta que se distribuía por la antigua región de Anglia del Este (actuales Norfolk y Suffolk).
Seguramente, su familia formaba parte de la predominante elite aristocrática que gobernaba su pueblo, por lo que recibió una educación acorde a dicha posición social. En 48, la hermosa joven de largos cabellos rojizos y elevada estatura se casó con Prasutagus, rey de los icenos, con quien tuvo sus dos únicas hijas.
Todo hacía ver que la existencia de Boudica sería feliz junto a su esposo y viendo cómo crecía su familia en un contexto en el que los icenos sobrevivían siendo clientes de los invasores romanos. No en vano, el propio monarca había firmado un pacto con los latinos por el que se comprometía a que tras su óbito su reino fuera repartido entre sus hijas y Roma a cambio de constantes ayudas militares y económicas.
En el año 60 se produjo el fallecimiento de Prasutagus. Su esposa quedó como regente, dispuesta a proteger la herencia de sus hijas ante las insistentes peticiones de los romanos, los cuales reclamaron para sí la anexión del territorio iceno y una abundante fortuna, que incluía la dote gestionada por la ahora reina Boudica.
Su negativa ante el abuso extranjero provocó que unidades legionarias, enviadas por el pretor Catus Decianus, arrasasen la región de los icenos, humillando de paso a Boudica. Ésta fue desnudada en público y azotada mientras veía con horror cómo los soldados de Roma violaban a sus hijas. La afrenta desató la furia de la britana y, enarbolando su brillante carisma, fue capaz de convocar a las tribus autóctonas hasta entonces desunidas para enfrentarse, en un combate sin igual, contra la maquinaria bélica más demoledora del mundo antiguo.
Según los investigadores históricos, entre 100.000 y 230.000 guerreros siguieron a su jefa militar, quien antes de iniciar los combates invocó la ayuda de Andraste, la diosa celta del triunfo. Asimismo, Boudica –nombre que venía a significar, precisamente, victoria– realizó una ceremonia en la que liberó de los pliegues de su vestimenta una liebre (animal sagrado para los britanos), lo que enardeció aún más el ánimo de los insurrectos.
Con determinación, las tropas rebeldes avanzaron sobre diversas ciudades dominadas por los ocupantes. En primer lugar cayó Camulodonum (actual Colchester), en medio de violentas luchas que acabaron con la destrucción de la guarnición romana. En auxilio de la ciudad acudió la IX Legión Hispana. Pero los sublevados habían preparado un plan de emboscada que acabó con la vida de más de 5.000 legionarios.
El terror se propagó entonces por las filas latinas, ya que –siguiendo sus costumbres de guerra– los britanos nunca hacían prisioneros y los vencidos eran ejecutados sin compasión. El siguiente objetivo para los insurgentes fue Londinium (actual Londres), plaza que fue tomada casi sin oposición para ser quemada hasta los cimientos.
No obstante, a Roma, por entonces bajo los designios del emperador Nerón, le restaban en la isla de Gran Bretaña suficientes recursos y generales experimentados para sofocar cualquier levantamiento. Y en el año 61, el magister militum Suetonio Paulino asumió el mando de dos experimentadas legiones, con las que asestó un golpe definitivo a los mal entrenados guerreros que seguían a su valiente soberana.
La derrota fue total para los autóctonos y su reina, antes de verse presa del enemigo, prefirió quitarse la vida junto con sus hijas ingiriendo veneno. Según se cuenta, los rituales funerarios que acompañaron su entierro fueron fastuosos y dignos de la gran líder que fue. Hoy en día, su tumba sigue en paradero desconocido, lo que fomenta aún más la leyenda de esta indómita mujer.
Durante el medievo se borró su memoria para ser recuperada y ensalzada en el siglo XIX, donde los historiadores británicos la compararon con la reina Victoria. En 1905, una estatua de Boudica subida en un carro de guerra fue instalada frente al Parlamento británico, en Londres, como símbolo del sentimiento de libertad que acompañó a su pueblo en un momento tan crucial para los moradores de la vieja Alvión.
Por Juan Antonio Cebrián en Magazine de El Mundo
Otro artículo sobre Boudica en ABC: "La reina britana que declaró la guerra a Roma porque violaron a sus hijas y otras historias de madres coraje"
[+/-] | UN ESTUDIO SUGIERE QUE LA PRIMERA ESCRITURA DE TEXTOS BÍBLICOS SE PRODUJO 600 AÑOS A.C. |
Se basa en fragmentos encontrados en una fortaleza del desierto de Judea, y sugiere que de aquella época pudieron haberse escrito textos como el Libro de Josué, Jueces, Samuel o Reyes.
El análisis de inscripciones de fragmentos excavados en una fortaleza del desierto de Judea arrojan luz sobre el alto nivel de alfabetización seis siglos antes de nuestra era y la posibilidad de que algunos textos bíblicos fueran escritos incluso antes de la caída de Jerusalén en el 586 a.C. Así lo apunta un estudio elaborado por un equipo interdisciplinar de la Universidad de Tel Aviv y que publica hoy la revista científica «PNAS», que analizó los fragmentos de cerámica con inscripciones encontrados en la fortaleza de la antigua ciudad cananea de Arad, en el desierto del Neguev, en el sur de Israel.
Los investigadores y expertos en textos bíblicos se preguntan desde hace décadas cuál fue la extensión de la Biblia hebrea elaborada antes de la caída del reino de Judá -y con él de Jerusalén- en manos del monarca babilonio Nabocodonosor II en el 586 a.C. «Muchos estudios aseguran que en el período del Primer Templo (de Salomón, destruido por esa dinastía babilonia) había un nivel muy bajo de alfabetización, por lo que no hubo razón para transcribir textos bíblicos», explica Arie Shaus, doctor de la Universidad de Tel Aviv y uno de los principales autores de la investigación. Sin embargo, a fin de contrastar esas teorías, el equipo analizó las inscripciones aparecidas en los fragmentos de cerámica conocidos en el argot arqueológico como ostracón, que habían sido hallados previamente en la fortaleza de Arad por la propia Universidad, en excavaciones que comenzaron en los años 60 del siglo pasado.
Dicha fortaleza, de pequeñas dimensiones, con apenas 2.000 metros cuadrados, y que según lo expertos albergaba en la antigüedad entre 20 y 40 soldados, estaba situada en los confines del reino de Judá con el reino de Edom, más al sur. Los investigadores la datan unos 600 años a.C., un turbulento período que precedió al Primer Exilio de los judíos en la entonces Babilonia. «Se trata de un período muy cercano a la destrucción del Templo de Jerusalén», subrayó el investigador. Allí, en la fortaleza, se hallaron un centenar de estos fragmentos, probablemente escritos por escribas profesionales. Sus inscripciones reflejan normas y directrices cotidianas de la fortaleza como «tráeme aceite, harina o marcha para tal sitio», explica Shaus.
El equipo elaboró un modelo basado en algoritmos que analizó 16 inscripciones y permitió deducir con un alto nivel de probabilidad que pertenecían a 18 textos diferentes, escritos al menos por seis autores. Pero los escritos mostraban también instrucciones más sofisticadas para el movimiento de tropas y el registro de gastos de avituallamiento, lo que según los autores refleja que existía en ese período un alto nivel de escritura en toda la cadena de mando -desde los comandantes hasta los administradores del regimiento- y señalan la existencia de profesionales de la escritura. «Si analizas los textos con detenimiento llegas a la conclusión de que todo el aparato del Ejército era ilustrado y podemos presumir que en el reino había un sistema educativo que permitió no sólo a los sacerdotes y escribas, sino a muchas otras personas poder leer y escribir», subraya Shaus.
La existencia de un elevado nivel de alfabetización unos 600 años a.C. llevó a los autores a preguntarse si este hecho se puede relacionar con una posible primera versión escrita del Pentateuco e incluso de otros libros tempraneros de la Biblia. «Tenemos razones para creer que esta habilidad implicó la existencia de textos bíblicos puesto que hubo un público que podía apreciar estos escritos», argumenta. Y sin adentrarse demasiado en el terreno de los expertos en la Biblia, concluye que por aquella época pudieron haberse escrito textos como el Libro de Josué, Jueces, Samuel o Reyes, algunas de las composiciones bíblicas que configuraron la piedra angular de la teología de este reino israelita.
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Fragmentos conocidos como ostraca encontrados en la fortaleza de la Edad de Hierro de Arad, al sur de Israel |
El análisis de inscripciones de fragmentos excavados en una fortaleza del desierto de Judea arrojan luz sobre el alto nivel de alfabetización seis siglos antes de nuestra era y la posibilidad de que algunos textos bíblicos fueran escritos incluso antes de la caída de Jerusalén en el 586 a.C. Así lo apunta un estudio elaborado por un equipo interdisciplinar de la Universidad de Tel Aviv y que publica hoy la revista científica «PNAS», que analizó los fragmentos de cerámica con inscripciones encontrados en la fortaleza de la antigua ciudad cananea de Arad, en el desierto del Neguev, en el sur de Israel.
Los investigadores y expertos en textos bíblicos se preguntan desde hace décadas cuál fue la extensión de la Biblia hebrea elaborada antes de la caída del reino de Judá -y con él de Jerusalén- en manos del monarca babilonio Nabocodonosor II en el 586 a.C. «Muchos estudios aseguran que en el período del Primer Templo (de Salomón, destruido por esa dinastía babilonia) había un nivel muy bajo de alfabetización, por lo que no hubo razón para transcribir textos bíblicos», explica Arie Shaus, doctor de la Universidad de Tel Aviv y uno de los principales autores de la investigación. Sin embargo, a fin de contrastar esas teorías, el equipo analizó las inscripciones aparecidas en los fragmentos de cerámica conocidos en el argot arqueológico como ostracón, que habían sido hallados previamente en la fortaleza de Arad por la propia Universidad, en excavaciones que comenzaron en los años 60 del siglo pasado.
Dicha fortaleza, de pequeñas dimensiones, con apenas 2.000 metros cuadrados, y que según lo expertos albergaba en la antigüedad entre 20 y 40 soldados, estaba situada en los confines del reino de Judá con el reino de Edom, más al sur. Los investigadores la datan unos 600 años a.C., un turbulento período que precedió al Primer Exilio de los judíos en la entonces Babilonia. «Se trata de un período muy cercano a la destrucción del Templo de Jerusalén», subrayó el investigador. Allí, en la fortaleza, se hallaron un centenar de estos fragmentos, probablemente escritos por escribas profesionales. Sus inscripciones reflejan normas y directrices cotidianas de la fortaleza como «tráeme aceite, harina o marcha para tal sitio», explica Shaus.
El equipo elaboró un modelo basado en algoritmos que analizó 16 inscripciones y permitió deducir con un alto nivel de probabilidad que pertenecían a 18 textos diferentes, escritos al menos por seis autores. Pero los escritos mostraban también instrucciones más sofisticadas para el movimiento de tropas y el registro de gastos de avituallamiento, lo que según los autores refleja que existía en ese período un alto nivel de escritura en toda la cadena de mando -desde los comandantes hasta los administradores del regimiento- y señalan la existencia de profesionales de la escritura. «Si analizas los textos con detenimiento llegas a la conclusión de que todo el aparato del Ejército era ilustrado y podemos presumir que en el reino había un sistema educativo que permitió no sólo a los sacerdotes y escribas, sino a muchas otras personas poder leer y escribir», subraya Shaus.
La existencia de un elevado nivel de alfabetización unos 600 años a.C. llevó a los autores a preguntarse si este hecho se puede relacionar con una posible primera versión escrita del Pentateuco e incluso de otros libros tempraneros de la Biblia. «Tenemos razones para creer que esta habilidad implicó la existencia de textos bíblicos puesto que hubo un público que podía apreciar estos escritos», argumenta. Y sin adentrarse demasiado en el terreno de los expertos en la Biblia, concluye que por aquella época pudieron haberse escrito textos como el Libro de Josué, Jueces, Samuel o Reyes, algunas de las composiciones bíblicas que configuraron la piedra angular de la teología de este reino israelita.
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[+/-] | EXAMEN DE LATÍN MODELO PAU 2016 (OPCIÓN B, CON SOLUCIÓN) |
Un extraordinario prodigio, bien aprovechado por el cónsul Lucio Sila, le facilita la victoria sobre los samnitas.
L. Sulla consul sociali bello1 , cum in agro Nolano2 ante praetorium immolaret, subito ab ima parte arae prolapsam anguem prospexit. Qua visa, Postumi aruspicis hortatu, continuo exercitum in expeditionem eduxit ac fortissima Samnitium3 castra cepit. Quae victoria futurae eius amplissimae potentiae gradus et fundamentum extitit4 . (Valerio Máximo, 1, 6, 4)
NOTAS:
1. sociali bello: "la Guerra Social" (nombre que se da al enfrentamiento entre los romanos y sus aliados -socii- durante los años 91-88 a.C.).
2. in agro Nolano: "en territorio de Nola" (Nola es una ciudad de la Campania, al sur de Italia).
2. in agro Nolano: "en territorio de Nola" (Nola es una ciudad de la Campania, al sur de Italia).
3. Samnitium: "de los samnitas" (los samnitas, aliados de los romanos y ahora enemigos, habitaban en la Campania).
4. extitit: entiéndase este verbo como sinónimo de "ser".
PREGUNTAS:
1) Traduzca el texto.
2) Analice morfológicamente las palabras immolaret, hortatu y amplissimae, indicando exclusivamente en qué forma aparecen en este texto.
3) Análisis sintáctico
a) Indique la función sintáctica de qua visa.
b) Señale todos los sujetos que hay en el texto.
c) ¿Qué tipo de oración es cum... immolaret?
a) Indique la función sintáctica de qua visa.
b) Señale todos los sujetos que hay en el texto.
c) ¿Qué tipo de oración es cum... immolaret?
4) Composición, derivación y etimología
a) Escriba una palabra española relacionada etimológicamente por derivación o composición (excluidos los étimos directos) con ager, -i, y otra con el verbo educo, -is, -ere, eduxi, eductum. Explique su significado.
b) Indique y describa dos cambios fonéticos experimentados por la palabra latina exercitum en su evolución al castellano. Señale el resultado final de dicha evolución.
a) Escriba una palabra española relacionada etimológicamente por derivación o composición (excluidos los étimos directos) con ager, -i, y otra con el verbo educo, -is, -ere, eduxi, eductum. Explique su significado.
b) Indique y describa dos cambios fonéticos experimentados por la palabra latina exercitum en su evolución al castellano. Señale el resultado final de dicha evolución.
5) Describa las principales características del género histórico y mencione dos de sus cultivadores.
SOLUCIÓN ▼
1) Traducción:
“Al estar el cónsul Lucio Sila celebrando un sacrificio en el campo de Nola delante mismo del pretorio durante la Guerra Social vio de pronto que, de debajo del altar, se deslizaba una serpiente. Nada más verla, a instancias del arúspice Postumio, hizo salir a campaña de inmediato al ejército y conquistó el bien fortificado campamento de los samnitas. Esta victoria fue la base y el comienzo de su futuro gran poder". (Trad. de S. López Moreda et al.)
2) Análisis morfológico:
a) immolaret: 3.ª persona del singular del pretérito imperfecto de subjuntivo del verbo immolo, -as, -are, -avi, -atum.
b) hortatu: ablativo singular del sustantivo masculino hortatus, -us.
c) amplissimae: genitivo singular femenino del adjetivo en grado superlativo amplissimus, -a, -um.
3) Análisis sintáctico:
a) Ablativo absoluto con función circunstancial temporal; verbo: visa; sujeto.: qua.
b) L. Sulla, consul, quae victoria.
c) Oración subordinada de CUM con subjuntivo (CUM HISTÓRICO).
4) Composición, derivación y etimología:
a) Por ejemplo: agrario (“perteneciente o relativo al campo”) o agricultor (“persona que labra o cultiva la tierra”) y educación (“acción y efecto de educar”) o educativo (“perteneciente o relativo a la educación” o "que educa o sirve para educar").
b) Caída por apócope de -m final, apertura de -u en -o; palatalización de -x-. Resultado final: ‘ejército'.
5) Literatura latina:
Bastará con que el alumno describa sucintamente las principales características del género historiográfico (forma, contenido, intencionalidad, subgéneros...) y mencione a dos autores entre César, Salustio, Cornelio Nepote, Tito Livio, Tácito, Suetonio...
[+/-] | EXAMEN DE LATÍN MODELO PAU 2016 (OPCIÓN A, CON SOLUCIÓN) |
Medea cuenta a Jasón cómo se enamoró de él.
Tunc ego te vidi, tunc coepi scire, quid esses;
illa fuit mentis prima ruina meae1 .
Et vidi et perii; nec notis ignibus2 arsi,
ardet ut3 ad magnos pinea taeda deos1 .
Et formosus eras, et me mea fata trahebant;
abstulerant oculi lumina nostra tui1.
(Ovidio, Heroidas XII 31-36)
NOTAS:
1. mentis... meae; magnos... deos; oculi... tui.
2. ignibus: “fuego", "pasión”.
3. ardet ut = ut ardet; ut: "como" (conjunción modal-comparativa).
PREGUNTAS:
1) Traduzca el texto.
2) Analice morfológicamente las palabras ego, notis y abstulerant, indicando exclusivamente en qué forma aparecen en este texto.
3) Sintaxis
a) Indique qué tipo de oración es quid esses.
b) Describa la función del sintagma nominal mentis meae.
c) Señale los complementos directos que hay en este texto.
4) Composición, derivación y etimología
a) Escriba una palabra española relacionada etimológicamente por derivación o composición (excluidos los étimos directos) con magnus, -a, -um y otra con el verbo video, -es, -ere, vidi, visum. Explique su significado.
b) Indique y describa dos cambios fonéticos experimentados por la palabra latina formosum en su evolución al castellano. Señale el resultado final de dicha evolución.
5) Describa las principales características del género elegíaco y mencione dos de sus cultivadores.
SOLUCIÓN ▼
1) Traducción:
“Entonces te vi, entonces comencé a saber qué eras; aquella fue la primera desgracia de mi corazón. Fue verte y perecí; y no me abrasé con fuegos sabidos, como arde la antorcha de tea ante los dioses excelsos. Eras hermoso mas también me arrastraba mi destino; tus ojos habían arrebatado la luz de los míos." (Trad. de la Comisión)
2) Análisis morfológico:
a) ego: Nominativo singular femenino del pronombre personal de 1ª persona.
b) notis: Ablativo plural masculino del participio perfecto pasivo del verbo nosco, nōvi, nōtum.
c) abstulerant: 3ª persona del plural del pretérito pluscuamperfecto de indicativo de la voz activa del verbo aufĕro, auferre, abstŭli, ablātum.
3) Análisis sintáctico:
a) Oración subordinada sustantiva./interrogativa indirecta.
b) Sintagma complemento del nombre, dependiente del sustantivo ruina. Mentis: núcleo; meae: adyacente.
c) te, me, lumina nostra.
4) Composición, derivación y etimología:
a) Por ejemplo: magnífico ("espléndido, suntuoso") o magnánimo ("que tiene magnanimidad") y visión ("acción y efecto de ver") o visionario ("dicho de una persona: que, por su fantasía exaltada, se figura y cree con facilidad cosas quiméricas").
b) Por ejemplo: caída de -m final, apertura de -u > -o, pérdida por ensordecimiento de f- inicial > h; Resultado final: hermoso.
5) Literatura latina:
Bastará con que el alumno señale algunas de las características del género elegiaco (en especial contenido y métrica) y mencione a dos autores entre (Catulo), Tibulo, Propercio u Ovidio.
Tunc ego te vidi, tunc coepi scire, quid esses;
illa fuit mentis prima ruina meae1 .
Et vidi et perii; nec notis ignibus2 arsi,
ardet ut3 ad magnos pinea taeda deos1 .
Et formosus eras, et me mea fata trahebant;
abstulerant oculi lumina nostra tui1.
(Ovidio, Heroidas XII 31-36)
NOTAS:
1. mentis... meae; magnos... deos; oculi... tui.
2. ignibus: “fuego", "pasión”.
3. ardet ut = ut ardet; ut: "como" (conjunción modal-comparativa).
PREGUNTAS:
1) Traduzca el texto.
2) Analice morfológicamente las palabras ego, notis y abstulerant, indicando exclusivamente en qué forma aparecen en este texto.
3) Sintaxis
a) Indique qué tipo de oración es quid esses.
b) Describa la función del sintagma nominal mentis meae.
c) Señale los complementos directos que hay en este texto.
4) Composición, derivación y etimología
a) Escriba una palabra española relacionada etimológicamente por derivación o composición (excluidos los étimos directos) con magnus, -a, -um y otra con el verbo video, -es, -ere, vidi, visum. Explique su significado.
b) Indique y describa dos cambios fonéticos experimentados por la palabra latina formosum en su evolución al castellano. Señale el resultado final de dicha evolución.
5) Describa las principales características del género elegíaco y mencione dos de sus cultivadores.
SOLUCIÓN ▼
1) Traducción:
“Entonces te vi, entonces comencé a saber qué eras; aquella fue la primera desgracia de mi corazón. Fue verte y perecí; y no me abrasé con fuegos sabidos, como arde la antorcha de tea ante los dioses excelsos. Eras hermoso mas también me arrastraba mi destino; tus ojos habían arrebatado la luz de los míos." (Trad. de la Comisión)
2) Análisis morfológico:
a) ego: Nominativo singular femenino del pronombre personal de 1ª persona.
b) notis: Ablativo plural masculino del participio perfecto pasivo del verbo nosco, nōvi, nōtum.
c) abstulerant: 3ª persona del plural del pretérito pluscuamperfecto de indicativo de la voz activa del verbo aufĕro, auferre, abstŭli, ablātum.
3) Análisis sintáctico:
a) Oración subordinada sustantiva./interrogativa indirecta.
b) Sintagma complemento del nombre, dependiente del sustantivo ruina. Mentis: núcleo; meae: adyacente.
c) te, me, lumina nostra.
4) Composición, derivación y etimología:
a) Por ejemplo: magnífico ("espléndido, suntuoso") o magnánimo ("que tiene magnanimidad") y visión ("acción y efecto de ver") o visionario ("dicho de una persona: que, por su fantasía exaltada, se figura y cree con facilidad cosas quiméricas").
b) Por ejemplo: caída de -m final, apertura de -u > -o, pérdida por ensordecimiento de f- inicial > h; Resultado final: hermoso.
5) Literatura latina:
Bastará con que el alumno señale algunas de las características del género elegiaco (en especial contenido y métrica) y mencione a dos autores entre (Catulo), Tibulo, Propercio u Ovidio.
[+/-] | LA BIBLIOTECA DE ALEJANDRÍA: LA DESTRUCCIÓN DEL GRAN CENTRO DEL SABER DE LA ANTIGÜEDAD |
La total desaparición de los libros de la biblioteca alejandrina ha sido siempre un interrogante para los historiadores. ¿Fue la biblioteca víctima de un incendio en época de César, de la hostilidad de los cristianos o de los conquistadores musulmanes?
En un cuento escrito en 1941, el escritor argentino Jorge Luis Borges imaginó una «biblioteca universal» o «total» en la que estarían reunidos todos los libros producidos por el hombre. En sus interminables anaqueles de forma hexagonal se contenía «todo lo que es dable expresar, en todos los idiomas»; obras que se creían perdidas, volúmenes que explicaban los secretos del universo, tratados que resolvían cualquier problema personal o mundial… Presa de una «extravagante felicidad», los hombres creyeron que con ellos podrían aclarar definitivamente «los misterios básicos de la humanidad».
Sin duda, el modelo de ese sueño literario se encuentra en la célebre Biblioteca de Alejandría. Creada pocos años después de la fundación de la ciudad por Alejandro Magno en 331 a.C., tenía como finalidad compilar todas las obras del ingenio humano, de todas las épocas y todos los países, que debían ser «incluidas» en una suerte de colección inmortal para la posteridad. A mediados del siglo III a.C., bajo la dirección del poeta Calímaco de Cirene, se cree que la biblioteca poseía cerca de 490.000 libros, una cifra que dos siglos después había aumentado hasta los 700.000, según Aulo Gelio. Son cifras discutidas –otros cálculos más prudentes les quitan un cero a ambas–, pero dan una idea de la gran pérdida para el conocimiento que supuso la destrucción de la biblioteca alejandrina, la desaparición completa del extraordinario patrimonio literario y científico que bibliotecarios como Demetrio de Falero, el citado Calímaco o Apolonio de Rodas supieron atesorar a lo largo de decenios. Sin duda, la desaparición de la Biblioteca de Alejandría constituye uno de los más simbólicos desastres culturales de la historia, comparable tan sólo con la quema de libros que siguió a la toma de Constantinopla por los cruzados en 1204 o la que tuvo lugar en 1933 en la Bebelplatz de Berlín a instancias del ministro de propaganda Joseph Goebbels; eso por no hablar del incendio de la biblioteca de Bagdad, en 2003, ante la pasividad de las tropas estadounidenses.
Es difícil señalar el momento exacto en que se produjo la destrucción de la Biblioteca de Alejandría. El hecho está envuelto en mitos y tinieblas, y hay que indagar en las fuentes para hacerse una idea de la secuencia de los acontecimientos. La primera información al respecto se remonta al año 47 a.C. En la guerra entre los pretendientes al trono de Egipto, el general romano Julio César, que había acudido a Alejandría para apoyar a la reina Cleopatra, fue sitiado en el complejo palacial fortificado de los Ptolomeos, en el barrio de Bruquión, que daba al mar y donde seguramente se emplazaba la biblioteca de los «Libros regios» así como el Museo. César se defendió bravamente en el palacio, pero durante un ataque se produjo en el arsenal un incendio que se extendió a una sección del palacio. Entonces se habrían quemado numerosos libros que el propio César pretendía transportar a Roma –las fuentes hablan de 40.000 rollos–; algunos afirmaron incluso que ardió la biblioteca entera. Este último extremo no es verosímil, sobre todo debido a la magnitud que habría tenido ese incendio para el propio palacio. De cualquier modo, se dijo que años más tarde, Marco Antonio, mientras estaba en Alejandría en compañía de Cleopatra, donó un gran número de libros procedentes de la biblioteca rival de Pérgamo, quizá como una manera de compensar la anterior destrucción.
Con la caída de Antonio y Cleopatra y el consiguiente hundimiento del reino ptolemaico de Egipto, que cayó en manos de Roma, Alejandría fue entrando en una lenta e inexorable decadencia, y con ella también su Biblioteca. Ciertamente, ésta siguió atrayendo a estudiantes y sabios, como Diodoro Sículo o Estrabón, y su fama rebasaba las fronteras. Pero ya no existía una corte real propia que se preocupara por dotarla, y la ciudad egipcia perdía empuje ante Roma, la capital del Imperio. El carácter de la Biblioteca evolucionó. Se abandonó la pretensión de totalidad que tuvieron los primeros Ptolomeos, ansiosos de recopilar todo el saber, incluido el de otros pueblos no griegos, como las tradiciones egipcias y judías o los himnos de Zoroastro, que fueron convenientemente traducidos al griego. Las diversas crisis del siglo II, como la terrible peste Antonina que asoló Egipto, y sobre todo del siglo III, repleto de usurpaciones políticas y graves conflictos, tuvieron repercusiones muy negativas para la vida cultural de la ciudad y en particular para la conservación de los libros de la Biblioteca. Para colmo de males, en el año 272 el emperador Aureliano arrasó Alejandría en el transcurso de su campaña contra la reina Zenobia de Palmira. Años después, bajo el reinado de Diocleciano, la urbe sufrió otra importante devastación que afectó al complejo palacial.
La proclamación del cristianismo como religión oficial del Imperio en el siglo IV tuvo consecuencias más graves para la biblioteca alejandrina. En sus anaqueles se habían compilado los saberes del paganismo clásico, justamente el tipo de cultura que rechazaban algunos movimientos cristianos. Eran los años en que figuras como san Antonio huían al desierto o a comunidades monásticas donde se dedicaban sólo a orar y meditar sobre las Escrituras. Inevitablemente, los viejos libros de la biblioteca ptolemaica dejaron de interesar a los adeptos de la nueva religión. Pero eso no fue todo. Las leyes contra el paganismo promulgadas por el emperador Teodosio fueron aprovechadas por los cristianos más exaltados para legitimar sus ataques contra templos e instituciones del paganismo. De este modo, la importante biblioteca del Serapeo, fundación de Ptolomeo Evergetes –que algunos autores confunden con la biblioteca real, la propiamente dicha Biblioteca de Alejandría–, fue arrasada en el año 391 durante un «pogromo» antipagano instigado por el patriarca Teófilo. Años más tarde, en 415, la filósofa y científica Hipatia de Alejandría, tal vez la última representante de la tradición filosófica alejandrina, moría a manos de una horda de monjes cristianos instigados por el patriarca Cirilo, a la sazón sucesor de Teófilo, y junto con ella desapareció su valiosa biblioteca. Por esa misma época, el teólogo hispano Orosio informaba de que al visitar la ciudad sólo halló anaqueles vacíos en los templos, sin ningún libro en ellos, pese a la fama libresca de Alejandría.
Si la Biblioteca no había desaparecido del todo, no hay duda de que en los decenios posteriores su declive se agudizó. La violencia sacudía una y otra vez la ciudad, con constantes guerras y enfrentamientos por el poder.
A comienzos del siglo VII, la sangrienta disputa por el trono de Bizancio entre el usurpador Focas y el futuro emperador Heraclio dejó un rastro de destrucción en Alejandría. No fueron menores los daños que causó, en 618, la conquista de Egipto por los persas de Cosroes, quienes llegaron a robar la reliquia de la Vera Cruz de Jerusalén, aunque Heraclio logró recuperar la ciudad y todo Egipto para Bizancio.
El golpe de gracia para la Biblioteca llegó en el año 640, cuando el Imperio bizantino sufrió la arrolladora irrupción de los árabes y Egipto se perdió totalmente. La propia Alejandría fue capturada por un ejército musulmán comandado por Amr ibn al-As. Y fue justamente este general quien, según la tradición, habría destruido la Biblioteca cumpliendo una orden del califa Omar. El episodio es relatado en detalle por un autor siríaco cristiano del siglo XIII, Bar-Hebraeus, quien se refiere incluso a una gestión desesperada para salvar los libros por parte del teólogo Juan Filópono. Según esta fuente, el general árabe Amr ibn al-As era una persona sensible y cultivada, y tras escuchar las alegaciones de Filópono dirigió al califa Omar una carta en la que le pedía instrucciones sobre lo que había que hacer con los libros de la biblioteca. Omar, estricto en sus creencias, repuso: «Si esos libros están de acuerdo con el Corán, no tenemos necesidad de ellos, y si éstos se oponen al Corán, deben ser destruidos». La orden era clara y fue ejecutada sin contemplaciones. También las fuentes árabes, aunque muy posteriores a los hechos, reconocían la destrucción; una de ellas dice incluso que los libros se usaron como combustible en los baños de la ciudad y que se necesitaron seis meses para quemarlos todos.
Este desenlace ha sido muy discutido por los estudiosos. En el siglo XVIII, el gran historiador británico Edward Gibbon consideró que la historia era inverosímil, una invención para imputar a los musulmanes lo que en realidad había sido responsabilidad de los cristianos. Algunos autores creen que la Biblioteca desapareció de forma progresiva y que a la llegada de los musulmanes apenas quedaba nada, aunque cabe también pensar que para entonces hubiera muchos libros nuevos, de teología cristiana, junto a otros de mayor antigüedad, como las obras aristotélicas a las que se refirió el propio Filópono y que, según se dice, logró salvar.
Sea o no cierta la historia, lo cierto es que el rastro de la Biblioteca de Alejandría se perdió para siempre, cumpliendo lo que parece ser el sino de muchas de las grandes bibliotecas, el de perecer víctimas de la violencia, la intolerancia o el infortunio. La historia está plagada de episodios similares. Sin ir más lejos, el 18 de diciembre de 2011 se incendió la biblioteca de la Academia de Ciencias de Egipto, en El Cairo, que albergaba 200.000 documentos que se remontaban al siglo XVIII –entre ellos, una valiosa copia original de la Descripción de Egipto– y que contenían valiosísimas fuentes para la investigación del país del Nilo.
En un cuento escrito en 1941, el escritor argentino Jorge Luis Borges imaginó una «biblioteca universal» o «total» en la que estarían reunidos todos los libros producidos por el hombre. En sus interminables anaqueles de forma hexagonal se contenía «todo lo que es dable expresar, en todos los idiomas»; obras que se creían perdidas, volúmenes que explicaban los secretos del universo, tratados que resolvían cualquier problema personal o mundial… Presa de una «extravagante felicidad», los hombres creyeron que con ellos podrían aclarar definitivamente «los misterios básicos de la humanidad».
Sin duda, el modelo de ese sueño literario se encuentra en la célebre Biblioteca de Alejandría. Creada pocos años después de la fundación de la ciudad por Alejandro Magno en 331 a.C., tenía como finalidad compilar todas las obras del ingenio humano, de todas las épocas y todos los países, que debían ser «incluidas» en una suerte de colección inmortal para la posteridad. A mediados del siglo III a.C., bajo la dirección del poeta Calímaco de Cirene, se cree que la biblioteca poseía cerca de 490.000 libros, una cifra que dos siglos después había aumentado hasta los 700.000, según Aulo Gelio. Son cifras discutidas –otros cálculos más prudentes les quitan un cero a ambas–, pero dan una idea de la gran pérdida para el conocimiento que supuso la destrucción de la biblioteca alejandrina, la desaparición completa del extraordinario patrimonio literario y científico que bibliotecarios como Demetrio de Falero, el citado Calímaco o Apolonio de Rodas supieron atesorar a lo largo de decenios. Sin duda, la desaparición de la Biblioteca de Alejandría constituye uno de los más simbólicos desastres culturales de la historia, comparable tan sólo con la quema de libros que siguió a la toma de Constantinopla por los cruzados en 1204 o la que tuvo lugar en 1933 en la Bebelplatz de Berlín a instancias del ministro de propaganda Joseph Goebbels; eso por no hablar del incendio de la biblioteca de Bagdad, en 2003, ante la pasividad de las tropas estadounidenses.
Es difícil señalar el momento exacto en que se produjo la destrucción de la Biblioteca de Alejandría. El hecho está envuelto en mitos y tinieblas, y hay que indagar en las fuentes para hacerse una idea de la secuencia de los acontecimientos. La primera información al respecto se remonta al año 47 a.C. En la guerra entre los pretendientes al trono de Egipto, el general romano Julio César, que había acudido a Alejandría para apoyar a la reina Cleopatra, fue sitiado en el complejo palacial fortificado de los Ptolomeos, en el barrio de Bruquión, que daba al mar y donde seguramente se emplazaba la biblioteca de los «Libros regios» así como el Museo. César se defendió bravamente en el palacio, pero durante un ataque se produjo en el arsenal un incendio que se extendió a una sección del palacio. Entonces se habrían quemado numerosos libros que el propio César pretendía transportar a Roma –las fuentes hablan de 40.000 rollos–; algunos afirmaron incluso que ardió la biblioteca entera. Este último extremo no es verosímil, sobre todo debido a la magnitud que habría tenido ese incendio para el propio palacio. De cualquier modo, se dijo que años más tarde, Marco Antonio, mientras estaba en Alejandría en compañía de Cleopatra, donó un gran número de libros procedentes de la biblioteca rival de Pérgamo, quizá como una manera de compensar la anterior destrucción.
Con la caída de Antonio y Cleopatra y el consiguiente hundimiento del reino ptolemaico de Egipto, que cayó en manos de Roma, Alejandría fue entrando en una lenta e inexorable decadencia, y con ella también su Biblioteca. Ciertamente, ésta siguió atrayendo a estudiantes y sabios, como Diodoro Sículo o Estrabón, y su fama rebasaba las fronteras. Pero ya no existía una corte real propia que se preocupara por dotarla, y la ciudad egipcia perdía empuje ante Roma, la capital del Imperio. El carácter de la Biblioteca evolucionó. Se abandonó la pretensión de totalidad que tuvieron los primeros Ptolomeos, ansiosos de recopilar todo el saber, incluido el de otros pueblos no griegos, como las tradiciones egipcias y judías o los himnos de Zoroastro, que fueron convenientemente traducidos al griego. Las diversas crisis del siglo II, como la terrible peste Antonina que asoló Egipto, y sobre todo del siglo III, repleto de usurpaciones políticas y graves conflictos, tuvieron repercusiones muy negativas para la vida cultural de la ciudad y en particular para la conservación de los libros de la Biblioteca. Para colmo de males, en el año 272 el emperador Aureliano arrasó Alejandría en el transcurso de su campaña contra la reina Zenobia de Palmira. Años después, bajo el reinado de Diocleciano, la urbe sufrió otra importante devastación que afectó al complejo palacial.
La proclamación del cristianismo como religión oficial del Imperio en el siglo IV tuvo consecuencias más graves para la biblioteca alejandrina. En sus anaqueles se habían compilado los saberes del paganismo clásico, justamente el tipo de cultura que rechazaban algunos movimientos cristianos. Eran los años en que figuras como san Antonio huían al desierto o a comunidades monásticas donde se dedicaban sólo a orar y meditar sobre las Escrituras. Inevitablemente, los viejos libros de la biblioteca ptolemaica dejaron de interesar a los adeptos de la nueva religión. Pero eso no fue todo. Las leyes contra el paganismo promulgadas por el emperador Teodosio fueron aprovechadas por los cristianos más exaltados para legitimar sus ataques contra templos e instituciones del paganismo. De este modo, la importante biblioteca del Serapeo, fundación de Ptolomeo Evergetes –que algunos autores confunden con la biblioteca real, la propiamente dicha Biblioteca de Alejandría–, fue arrasada en el año 391 durante un «pogromo» antipagano instigado por el patriarca Teófilo. Años más tarde, en 415, la filósofa y científica Hipatia de Alejandría, tal vez la última representante de la tradición filosófica alejandrina, moría a manos de una horda de monjes cristianos instigados por el patriarca Cirilo, a la sazón sucesor de Teófilo, y junto con ella desapareció su valiosa biblioteca. Por esa misma época, el teólogo hispano Orosio informaba de que al visitar la ciudad sólo halló anaqueles vacíos en los templos, sin ningún libro en ellos, pese a la fama libresca de Alejandría.
Si la Biblioteca no había desaparecido del todo, no hay duda de que en los decenios posteriores su declive se agudizó. La violencia sacudía una y otra vez la ciudad, con constantes guerras y enfrentamientos por el poder.
A comienzos del siglo VII, la sangrienta disputa por el trono de Bizancio entre el usurpador Focas y el futuro emperador Heraclio dejó un rastro de destrucción en Alejandría. No fueron menores los daños que causó, en 618, la conquista de Egipto por los persas de Cosroes, quienes llegaron a robar la reliquia de la Vera Cruz de Jerusalén, aunque Heraclio logró recuperar la ciudad y todo Egipto para Bizancio.
El golpe de gracia para la Biblioteca llegó en el año 640, cuando el Imperio bizantino sufrió la arrolladora irrupción de los árabes y Egipto se perdió totalmente. La propia Alejandría fue capturada por un ejército musulmán comandado por Amr ibn al-As. Y fue justamente este general quien, según la tradición, habría destruido la Biblioteca cumpliendo una orden del califa Omar. El episodio es relatado en detalle por un autor siríaco cristiano del siglo XIII, Bar-Hebraeus, quien se refiere incluso a una gestión desesperada para salvar los libros por parte del teólogo Juan Filópono. Según esta fuente, el general árabe Amr ibn al-As era una persona sensible y cultivada, y tras escuchar las alegaciones de Filópono dirigió al califa Omar una carta en la que le pedía instrucciones sobre lo que había que hacer con los libros de la biblioteca. Omar, estricto en sus creencias, repuso: «Si esos libros están de acuerdo con el Corán, no tenemos necesidad de ellos, y si éstos se oponen al Corán, deben ser destruidos». La orden era clara y fue ejecutada sin contemplaciones. También las fuentes árabes, aunque muy posteriores a los hechos, reconocían la destrucción; una de ellas dice incluso que los libros se usaron como combustible en los baños de la ciudad y que se necesitaron seis meses para quemarlos todos.
Este desenlace ha sido muy discutido por los estudiosos. En el siglo XVIII, el gran historiador británico Edward Gibbon consideró que la historia era inverosímil, una invención para imputar a los musulmanes lo que en realidad había sido responsabilidad de los cristianos. Algunos autores creen que la Biblioteca desapareció de forma progresiva y que a la llegada de los musulmanes apenas quedaba nada, aunque cabe también pensar que para entonces hubiera muchos libros nuevos, de teología cristiana, junto a otros de mayor antigüedad, como las obras aristotélicas a las que se refirió el propio Filópono y que, según se dice, logró salvar.
Sea o no cierta la historia, lo cierto es que el rastro de la Biblioteca de Alejandría se perdió para siempre, cumpliendo lo que parece ser el sino de muchas de las grandes bibliotecas, el de perecer víctimas de la violencia, la intolerancia o el infortunio. La historia está plagada de episodios similares. Sin ir más lejos, el 18 de diciembre de 2011 se incendió la biblioteca de la Academia de Ciencias de Egipto, en El Cairo, que albergaba 200.000 documentos que se remontaban al siglo XVIII –entre ellos, una valiosa copia original de la Descripción de Egipto– y que contenían valiosísimas fuentes para la investigación del país del Nilo.
National Geographic
[+/-] | PÉRGAMO, LA CIUDAD HELENÍSTICA QUE QUISO COMPETIR CON ATENAS |
Entre los siglos III y II a.C, durante la dinastía de los atálidas, Pérgamo gozó de su época de máximo esplendor. En ella se alzaron los templos helenísticos de mayor envergadura, como el altar de Zeus y el santuario de Atenea, que durante años fue motivo de disputa.
Ubicada en la actual Turquía, justo enfrente de la isla de Lesbos, Pérgamo guarda en su antigua acrópolis las ruinas de las antiguas construcciones que la hicieron situarse como una de las urbes más brillantes y poderosas del imperio de los atálidas. Fue durante los siglos III y II a.C, cuando lo tenía todo: una rica industria de manufacturas de pergamino, una buena situación geográfica dentro de la ruta del comercio marítimo del Mediterráneo y unas infraestructuras suficientemente amplias como para acoger a los artistas helenos que buscaban nuevos horizontes donde desarrollar su arte más allá del estilo clásico. Pérgamo ansiaba ser la nueva Atenas de Pericles.
Tras la muerte de Alejandro Magno, en el año 323 a.C, el imperio quedó totalmente fragmentado. El poder comenzó a dividirse en pequeños reinos, siendo las ciudades de Alejandría, Antioquía o Pérgamo las que empezaron a ganar peso. Al frente de esta última se sitúa Filetero, el primero de la dinastía atálida a quien Lisímaco confió la ciudad legándole un tesoro. Aunque en sus inicios estuvo bajo el control seléucida, con la derrota de Seleuco, Filetero tuvo total autonomía para expandir su poder e iniciar la majestuosa obra con la que Pérgamo quedaría señalada en el mapa.
El lugar escogido para levantar la acrópolis fue un premonitorio sobre el valle del río Selinus, a 335 metros sobre el nivel del mar. Las pendientes del terreno propiciaron que la ciudad estuviera escalonada, aunque para optimizar sus vistas y el espacio de sus edificios se levantaron terrazas artificiales en ella. Esta obra de ingeniería supuso una revolución en la arquitectura de la época, ya que era la primera vez que se buscaba la integración de la ciudad en su paisaje. El resultado fue una polis de tres niveles que se fue completando durante los cuarenta años del gobierno de Filetero y con la aportación de sus sucesores.
La parte más alta de Pérgamo estaba destinada a la vida religiosa, residencial y militar. Filetero la consagró a la diosa Atenea, la victoriosa diosa guerrera cuyo santuario ocupó el centro de su explanada. En sus alrededores levantó su palacio, así como las diferentes dependencias donde vivirían los soldados. La joya más preciada de Pérgamo, la biblioteca, fue obra de Atalo I, el tercer rey de la dinastía. Los atálidas eran bibliógrafos y siempre habían mostrado una gran preocupación por la cultura. Este hecho les llevó a coleccionar más de 200.000 títulos, muchos de ellos de la época de Eumenes II, que años más tarde Marco Antonio se llevaría como regalo de bodas a Cleopatra. La mayoría de los textos fueron copiados en pergaminos, creando así una gran industria de exportación.
La biblioteca de Pérgamo fue la segunda más grande e importante del mundo antiguo, solo superada por la de Alejandría. Sus interiores también sirvieron como escuela para estudios gramaticales, aunque enfocados a la filosofía estoica. Este auge cultural, sumado a la riqueza de su industria, atrajo a numerosos artistas dispuestos a cambiar el estilo clásico griego por las influencias que Alejandro Magno había dejado antes de su muerte. La ruptura arquitectónica quedó reflejada en el afamado altar de Zeus, construido durante los años 180 y 160 a.C bajo el reinado de Eumenes II. Este monumento constituye una de las obras helenísticas más importantes de su tiempo. Entre sus particularidades destaca su friso, que en vez de haber sido esculpido en lo alto del edificio como en el estilo clásico, se situó en el zócalo de la columnata para que pudiera ser contemplado al detalle. En él se representa una gigantomaquia, la batalla entre los dioses olímpicos y los titanes, pues es una alegoría del triunfo de las nuevas dinastías helenísticas sobre las antiguas polis griegas.
En su mejor época, la ciudad de Pérgamo llegó a albergar hasta 60.000 habitantes. Contaban con el teatro más grande del mundo, con capacidad de hasta 10.000 espectadores, y con una terraza desde donde se obtenían las mejores vistas del valle. En uno de sus laterales se ubicaba el templo dedicado a Dioniso; mientras que la parte más alta estaba coronada por el de Trajano. La ciudad media albergaba los gimnasios, además del santuario de Deméter. Su parte más llana, ocupada por la actual ciudad de Bérgamo, estuvo destinada a los barrios residenciales. Tras pasar por varias manos, su último rey, Atalo III, legó Pérgamo a los romanos, quienes la convirtieron en la capital de su imperio en Asia Menor para controlar el Egeo. Su decadencia no llegó hasta años después, cuando Tiberio Sempronio Graco propuso repartir los tesoros de Pérgamo entre los romanos. El Senado rechazó la oferta y, a la muerte de Graco, la ciudad sufrió varias revueltas que le hicieron perder parte de su patrimonio.
Occidente no descubrió el altar de Zeus hasta el siglo XIX, momento en el que arqueólogos alemanes lo compraron a los otomanos por un precio irrisorio. Su incalculable valor fue objeto de disputas. Stalin se hizo con él durante la Segunda Guerra Mundial y no fue hasta 1959 cuando fue devuelto a Alemania como pieza clave del Museo de Pérgamo, situado en la isla de los museos de Berlín.
National Geographic
Recreación de la Acrópolis de Pérgamo
Ubicada en la actual Turquía, justo enfrente de la isla de Lesbos, Pérgamo guarda en su antigua acrópolis las ruinas de las antiguas construcciones que la hicieron situarse como una de las urbes más brillantes y poderosas del imperio de los atálidas. Fue durante los siglos III y II a.C, cuando lo tenía todo: una rica industria de manufacturas de pergamino, una buena situación geográfica dentro de la ruta del comercio marítimo del Mediterráneo y unas infraestructuras suficientemente amplias como para acoger a los artistas helenos que buscaban nuevos horizontes donde desarrollar su arte más allá del estilo clásico. Pérgamo ansiaba ser la nueva Atenas de Pericles.
Tras la muerte de Alejandro Magno, en el año 323 a.C, el imperio quedó totalmente fragmentado. El poder comenzó a dividirse en pequeños reinos, siendo las ciudades de Alejandría, Antioquía o Pérgamo las que empezaron a ganar peso. Al frente de esta última se sitúa Filetero, el primero de la dinastía atálida a quien Lisímaco confió la ciudad legándole un tesoro. Aunque en sus inicios estuvo bajo el control seléucida, con la derrota de Seleuco, Filetero tuvo total autonomía para expandir su poder e iniciar la majestuosa obra con la que Pérgamo quedaría señalada en el mapa.
El lugar escogido para levantar la acrópolis fue un premonitorio sobre el valle del río Selinus, a 335 metros sobre el nivel del mar. Las pendientes del terreno propiciaron que la ciudad estuviera escalonada, aunque para optimizar sus vistas y el espacio de sus edificios se levantaron terrazas artificiales en ella. Esta obra de ingeniería supuso una revolución en la arquitectura de la época, ya que era la primera vez que se buscaba la integración de la ciudad en su paisaje. El resultado fue una polis de tres niveles que se fue completando durante los cuarenta años del gobierno de Filetero y con la aportación de sus sucesores.
La parte más alta de Pérgamo estaba destinada a la vida religiosa, residencial y militar. Filetero la consagró a la diosa Atenea, la victoriosa diosa guerrera cuyo santuario ocupó el centro de su explanada. En sus alrededores levantó su palacio, así como las diferentes dependencias donde vivirían los soldados. La joya más preciada de Pérgamo, la biblioteca, fue obra de Atalo I, el tercer rey de la dinastía. Los atálidas eran bibliógrafos y siempre habían mostrado una gran preocupación por la cultura. Este hecho les llevó a coleccionar más de 200.000 títulos, muchos de ellos de la época de Eumenes II, que años más tarde Marco Antonio se llevaría como regalo de bodas a Cleopatra. La mayoría de los textos fueron copiados en pergaminos, creando así una gran industria de exportación.
La biblioteca de Pérgamo fue la segunda más grande e importante del mundo antiguo, solo superada por la de Alejandría. Sus interiores también sirvieron como escuela para estudios gramaticales, aunque enfocados a la filosofía estoica. Este auge cultural, sumado a la riqueza de su industria, atrajo a numerosos artistas dispuestos a cambiar el estilo clásico griego por las influencias que Alejandro Magno había dejado antes de su muerte. La ruptura arquitectónica quedó reflejada en el afamado altar de Zeus, construido durante los años 180 y 160 a.C bajo el reinado de Eumenes II. Este monumento constituye una de las obras helenísticas más importantes de su tiempo. Entre sus particularidades destaca su friso, que en vez de haber sido esculpido en lo alto del edificio como en el estilo clásico, se situó en el zócalo de la columnata para que pudiera ser contemplado al detalle. En él se representa una gigantomaquia, la batalla entre los dioses olímpicos y los titanes, pues es una alegoría del triunfo de las nuevas dinastías helenísticas sobre las antiguas polis griegas.
En su mejor época, la ciudad de Pérgamo llegó a albergar hasta 60.000 habitantes. Contaban con el teatro más grande del mundo, con capacidad de hasta 10.000 espectadores, y con una terraza desde donde se obtenían las mejores vistas del valle. En uno de sus laterales se ubicaba el templo dedicado a Dioniso; mientras que la parte más alta estaba coronada por el de Trajano. La ciudad media albergaba los gimnasios, además del santuario de Deméter. Su parte más llana, ocupada por la actual ciudad de Bérgamo, estuvo destinada a los barrios residenciales. Tras pasar por varias manos, su último rey, Atalo III, legó Pérgamo a los romanos, quienes la convirtieron en la capital de su imperio en Asia Menor para controlar el Egeo. Su decadencia no llegó hasta años después, cuando Tiberio Sempronio Graco propuso repartir los tesoros de Pérgamo entre los romanos. El Senado rechazó la oferta y, a la muerte de Graco, la ciudad sufrió varias revueltas que le hicieron perder parte de su patrimonio.
Occidente no descubrió el altar de Zeus hasta el siglo XIX, momento en el que arqueólogos alemanes lo compraron a los otomanos por un precio irrisorio. Su incalculable valor fue objeto de disputas. Stalin se hizo con él durante la Segunda Guerra Mundial y no fue hasta 1959 cuando fue devuelto a Alemania como pieza clave del Museo de Pérgamo, situado en la isla de los museos de Berlín.
[+/-] | EQUIPOS DE INVESTIGADORES CREEN HABER LOCALIZADO LA RUTA POR LOS ALPES DE ANÍBAL Y SUS TROPAS |
Unos investigadores creen haber localizado la ruta por los Alpes de las tropas cartaginesas. Han encontrado sedimentos con heces de caballo en un paso a 3.000 metros de altura
En el año 218 antes de Cristo, las tropas cartaginesas comandadas por Aníbal, con 30.000 soldados, 8.000 caballeros y la presencia simbólica de 37 elefantes, decidieron avanzar hacia Italia desde Saguntum para hacer frente por sorpresa a los romanos en su propio territorio, un periplo que suponía atravesar los Alpes en pleno invierno. Polibio y Tito Livio, entre otros historiadores, glosaron años después la heroica travesía, que ha perdurado como uno de los hitos militares de la antigüedad, aunque los estudios más modernos sostienen que el paso alpino no fue tan triunfante y se cobró realmente vidas humanas, además de centenares de caballos y posiblemente todos los elefantes.
Nunca, sin embargo, se ha podido demostrar qué ruta tomó el ejército cartaginés para cruzar la cordillera: no hay ningún registro arqueológico.
Ahora, un equipo internacional encabezado por William Mahaney, de la York University de Toronto, y Chris Allen, de la Queen University de Belfast, asegura haber descubierto evidencias de que Aníbal y sus tropas pasaron los Alpes por el actual Col de Traversette, un duro puerto de montaña, aún sin asfaltar, que se eleva hasta 2.946 metros de altura en la frontera franco-italiana. Previamente, los cartagineses habían atravesado los Pirineos y remontado el valle del Ródano buscando un lugar apto para cruzar el río.
Los investigadores aportan una prueba sorprendente: han encontrado en los sedimentos de la zona restos de excrementos con una gran cantidad de bacterias del género Clostridium, muy comunes en la flora intestinal de los caballos, y además con una edad estimada superior a los 2.000 años, congruente con el relato histórico, según ha confirmado un análisis con radioisótopos de carbono. Los clostridios, insiste Allen, son muy estables en el suelo y pueden sobrevivir durante miles de años. Los detalles del estudio se han publicado en la revista Archaeometry.
El lugar del hallazgo, un antiguo pantano, lo habrían empleado las tropas cartaginesas para que pudieran beber los caballos. A esas alturas, ni hoy en día es habitual ver fauna. “La capa de sedimentos solo se entiende por una masiva deposición de animales”, comenta el investigador de la Queen University de Belfast, aunque asume que son necesarios más estudios para descartar otras hipótesis. Entre otros problemas, no se han hallado restos de ningún animal muerto. Una posibilidad sería encontrar huevos de tenia de caballo, añade.
La vía de Traversette fue propuesta hace más de medio siglo por el biólogo británico Sir Gavin de Beer, que fue director del Museo de Historia Natural de Londres. Sin embargo, la dificultad que entrañaba el camino, incluso en la actualidad, hizo que el grueso de la comunidad académica la considerara poco creíble y se inclinara por el paso por Col du Mont Cenis, Col Clapier o incluso el Pequeño San Bernardo, puertos situados más al norte. La opción de Traversette, aparentemente la más difícil, presupone haber pasado antes por el valle del Drôme, el Col de Grimone y las gargantas de Queyras, en el río Guil. Según Mahaney, si tomó esta ruta más difícil es porque pretendía evitar el ataque de los tribus celtas que poblaban la zona, algo que no logró evitar por completo. Además, considera que el trayecto meridional es más acorde con la información recogida por los historiadores clásicos. Polibio, por ejemplo, sostiene que los cartagineses fueron sorprendidos por los alóbroges en una emboscada en un valle angosto. Queyras es un candidato plausible.
Los mitos del ejército cartaginés
Pedro Barceló, catedrático de Historia Antigua en la Universidad de Potsdam y autor de diversos libros sobre Aníbal, recuerda que hay que ser prudentes al intentar confirmar arqueológicamente una historia con tintes de leyenda. "Aunque Aníbal fue posiblemente el mejor estratega militar de la antigüedad, incluso por delante de Alejandro Magno, son habituales las exageraciones sobre su figura". Un ejemplo es el paso alpino, representado pictóricamente con elefantes cargados de abalorios.
Barceló recuerda que las tribus gálicas de Saboya atravesaban habitualmente los Alpes, y que Asdrúbal, hermano del caudillo cartaginés, también lo hizo pocos años después con su ejército. Asimismo, considera que una expedición tan nutrida no necesariamente cruzó los Alpes de golpe, sino que pudo haberlo hecho por fases. "Cuando los historiadores romanos ensalzaban la figura de Aníbal, un guerrero que a la postre acabó derrotado, lo que estaban haciendo era ensalzar la fuerza de la propia Roma", resume Barceló.
El periódico
Avance de Aníbal hacia Italia en el año 218 a.C. |
Nunca, sin embargo, se ha podido demostrar qué ruta tomó el ejército cartaginés para cruzar la cordillera: no hay ningún registro arqueológico.
Ahora, un equipo internacional encabezado por William Mahaney, de la York University de Toronto, y Chris Allen, de la Queen University de Belfast, asegura haber descubierto evidencias de que Aníbal y sus tropas pasaron los Alpes por el actual Col de Traversette, un duro puerto de montaña, aún sin asfaltar, que se eleva hasta 2.946 metros de altura en la frontera franco-italiana. Previamente, los cartagineses habían atravesado los Pirineos y remontado el valle del Ródano buscando un lugar apto para cruzar el río.
Los investigadores aportan una prueba sorprendente: han encontrado en los sedimentos de la zona restos de excrementos con una gran cantidad de bacterias del género Clostridium, muy comunes en la flora intestinal de los caballos, y además con una edad estimada superior a los 2.000 años, congruente con el relato histórico, según ha confirmado un análisis con radioisótopos de carbono. Los clostridios, insiste Allen, son muy estables en el suelo y pueden sobrevivir durante miles de años. Los detalles del estudio se han publicado en la revista Archaeometry.
El lugar del hallazgo, un antiguo pantano, lo habrían empleado las tropas cartaginesas para que pudieran beber los caballos. A esas alturas, ni hoy en día es habitual ver fauna. “La capa de sedimentos solo se entiende por una masiva deposición de animales”, comenta el investigador de la Queen University de Belfast, aunque asume que son necesarios más estudios para descartar otras hipótesis. Entre otros problemas, no se han hallado restos de ningún animal muerto. Una posibilidad sería encontrar huevos de tenia de caballo, añade.
Aníbal y su ejército. Museo Capitolino, Roma |
Los mitos del ejército cartaginés
Pedro Barceló, catedrático de Historia Antigua en la Universidad de Potsdam y autor de diversos libros sobre Aníbal, recuerda que hay que ser prudentes al intentar confirmar arqueológicamente una historia con tintes de leyenda. "Aunque Aníbal fue posiblemente el mejor estratega militar de la antigüedad, incluso por delante de Alejandro Magno, son habituales las exageraciones sobre su figura". Un ejemplo es el paso alpino, representado pictóricamente con elefantes cargados de abalorios.
Barceló recuerda que las tribus gálicas de Saboya atravesaban habitualmente los Alpes, y que Asdrúbal, hermano del caudillo cartaginés, también lo hizo pocos años después con su ejército. Asimismo, considera que una expedición tan nutrida no necesariamente cruzó los Alpes de golpe, sino que pudo haberlo hecho por fases. "Cuando los historiadores romanos ensalzaban la figura de Aníbal, un guerrero que a la postre acabó derrotado, lo que estaban haciendo era ensalzar la fuerza de la propia Roma", resume Barceló.
El periódico
[+/-] | LA AGOGÉ ESPARTANA, EL ENTRENAMIENTO DE LOS SOLDADOS MÁS LETALES DE GRECIA |
A los niños se les sometía a prácticas penosas, un método para endurecerlos que consistía, entre otras cosas, en bañarles en vino y alimentarlos con forraje.
La educación espartana era muy diferente a la que recibían los jóvenes de otras ciudades estado. Esparta militarizaba la vida privada de los jóvenes hasta los 30 años. Su legendaria infantería se alimentaba de los extremos métodos de entrenamiento que recibían desde recién nacidos los hijos de Esparta. Los ancianos de la tribu («los gerontes») decidían si los recién nacidos debían ser criados o, si su salud era mala, se les abandonaba en la ladera de la montaña. El ser apto para el combate solo era el primer paso. El primer paso en un proceso para alcanzar la plena ciudadanía y poder acceder a las magistraturas y a los cuerpos de élite. A los niños se les sometía a prácticas penosas, un método para endurecerlos que consistía, entre otras cosas, en bañarles en vino y alimentarlos con forraje.
Se recomendaba criarlos sin pañales que constriñesen su crecimiento o debilitaran su resistencia al frío y al calor. Pronto debían perder el miedo a la oscuridad. Una vez endurecidos, en torno a los siete años, empezaba la verdadera agogé (la crianza), donde el Estado apartaba a los niños de sus familias para someterlos a entrenamiento militar. El propio gobierno de Esparta asumía la tutela y la educación pública de los futuros soldados, para lo cual destinaba a funcionarios especializados.
Como describe Nick Fields en su libro «Termópilas: la resistencia de los 300», el Estado organizaba a los niños en bandas («agelai»), supervisadas por magistrados, que incentivaban el liderazgo natural a través de la selección de cabecillas. Su vida era austera, espartana. Los jóvenes dormían sobre lechos construidos con juncos, cortados de las orillas del río Eurotas, y disponían de un solo manto para todo el año. Con el tiempo se acostumbraban al dolor. De hecho, la mayor parte del tiempo permanecían desnudos y mugrientos, porque raramente se les permitía bañarse.
Se les privaba de alimentos, obligando a los niños a robarlos en los campos locales. Esto era en sí una trampa, porque si pillaban a los niños robando se les castigaba con brutales castigos físicos. Es más, cualquier ciudadano podía castigar a los niños si así mejoraba su disciplina. El método preferente era el apaleamiento, que contaba con una suerte de ritual. El lugar de apaleamiento se encontraba ubicado en un bosque, puesto que era necesario un árbol vigoroso y robusto, al cual se le enganchaba una cadena y a ésta un palo. Lo que hacía el muchacho era agarrar este palo mientras otros dos de sus compañeros lo apaleaban. Esta acción se llevaba a cabo con varas de bambú, puesto que dolía, picaba y desgarraba la piel. Por si el muchacho se caía de agotamiento o de dolor había otros dos compañeros que se encargaban de levantarlo para que pudiesen seguir apaleándolo. El objetivo final de los castigos era que aprendieran el valor de trabajar en grupo, mejor en formación, y de respetar la autoridad ciegamente. La lucha, el atletismo y el manejo de las armas también eran materias fundamentales.
Por lo demás, la educación formal de los jóvenes espartanos era mínima, salvo en materias como la música, gimnasia y juegos relacionados con los principios del arte de la guerra. Según el historiador clásico Plutarco, aprendían entonces a leer y a escribir, al menos de forma básica, así como a cantar, principalmente letras de marchas. Frente a la famosa retórica de Atenas y otras ciudades griegas, de los hijos de Esparta se esperaba que hablaran de forma sólida y concisa (laconismo), al tiempo que con gracia. Mientras que a los niños se les cortaba el pelo al rape, a los adolescentes que alcanzaban los 15 años, los efebos, se les autorizaba a llevarlo largo y bien cuidado. El largo cabello era uno de los rasgos más característicos de los guerreros espartanos.
El Estado asumía la tutela hasta los veinte años. A partir de esta edad, los jóvenes espartanos seguían viviendo en un régimen de cuartel y se les destinaba a distintas agrupaciones militares. El vínculo entre soldados se creaba así desde la niñez. Cada espartano dormía, comía y luchaba con sus compañeros de armas de la infancia. Este ambiente de camaradería se construía sobre una especie de amor que no tenía que ver con el sexo, pese a lo cual es posible que fueran frecuentes las relaciones homosexuales (aunque entre los griegos no existía el concepto de naturaleza homosexual).
Vivían así bajo régimen militar hasta los 30 años, cuando se les entregaba una hacienda y un terreno para que formaran su propio hogar. Era en ese momento que adquirían todos los derechos de un ciudadano como uno de los iguales (homoioi). Lo tardío de los matrimonios y el papel limitado de la mujer en la sociedad griega alentaban, además de la homosexualidad, que los soldados acudieran a luchar sin cargas familiares a sus espaldas. Las mujeres también recibían una educación basada en la gimnasia y la lucha, una exigente actividad física con el fin de mantenerse ágiles y fuertes para poder engendrar a futuros guerreros sanos y robustos.
Todo este entrenamiento hacía de los espartanos los soldados más temidos de Grecia. Herodoto los describía como maestros del pasado en el arte de la guerra, mientras que otro autor clásico, Jenofonte, los admiraba como los «únicos y verdaderos artistas en materia de guerra». A diferencia del resto de hoplitas, los espartanos eran soldados profesionales a tiempo parcial en su ciudad estado, cuyo territorio se beneficiaba del aislamiento que le daban las montañas. En ningún otro punto de Grecia se podían permitir un nivel de profesional tan alto en la milicia.
ABC
La educación espartana era muy diferente a la que recibían los jóvenes de otras ciudades estado. Esparta militarizaba la vida privada de los jóvenes hasta los 30 años. Su legendaria infantería se alimentaba de los extremos métodos de entrenamiento que recibían desde recién nacidos los hijos de Esparta. Los ancianos de la tribu («los gerontes») decidían si los recién nacidos debían ser criados o, si su salud era mala, se les abandonaba en la ladera de la montaña. El ser apto para el combate solo era el primer paso. El primer paso en un proceso para alcanzar la plena ciudadanía y poder acceder a las magistraturas y a los cuerpos de élite. A los niños se les sometía a prácticas penosas, un método para endurecerlos que consistía, entre otras cosas, en bañarles en vino y alimentarlos con forraje.
Se recomendaba criarlos sin pañales que constriñesen su crecimiento o debilitaran su resistencia al frío y al calor. Pronto debían perder el miedo a la oscuridad. Una vez endurecidos, en torno a los siete años, empezaba la verdadera agogé (la crianza), donde el Estado apartaba a los niños de sus familias para someterlos a entrenamiento militar. El propio gobierno de Esparta asumía la tutela y la educación pública de los futuros soldados, para lo cual destinaba a funcionarios especializados.
Como describe Nick Fields en su libro «Termópilas: la resistencia de los 300», el Estado organizaba a los niños en bandas («agelai»), supervisadas por magistrados, que incentivaban el liderazgo natural a través de la selección de cabecillas. Su vida era austera, espartana. Los jóvenes dormían sobre lechos construidos con juncos, cortados de las orillas del río Eurotas, y disponían de un solo manto para todo el año. Con el tiempo se acostumbraban al dolor. De hecho, la mayor parte del tiempo permanecían desnudos y mugrientos, porque raramente se les permitía bañarse.
Se les privaba de alimentos, obligando a los niños a robarlos en los campos locales. Esto era en sí una trampa, porque si pillaban a los niños robando se les castigaba con brutales castigos físicos. Es más, cualquier ciudadano podía castigar a los niños si así mejoraba su disciplina. El método preferente era el apaleamiento, que contaba con una suerte de ritual. El lugar de apaleamiento se encontraba ubicado en un bosque, puesto que era necesario un árbol vigoroso y robusto, al cual se le enganchaba una cadena y a ésta un palo. Lo que hacía el muchacho era agarrar este palo mientras otros dos de sus compañeros lo apaleaban. Esta acción se llevaba a cabo con varas de bambú, puesto que dolía, picaba y desgarraba la piel. Por si el muchacho se caía de agotamiento o de dolor había otros dos compañeros que se encargaban de levantarlo para que pudiesen seguir apaleándolo. El objetivo final de los castigos era que aprendieran el valor de trabajar en grupo, mejor en formación, y de respetar la autoridad ciegamente. La lucha, el atletismo y el manejo de las armas también eran materias fundamentales.
Por lo demás, la educación formal de los jóvenes espartanos era mínima, salvo en materias como la música, gimnasia y juegos relacionados con los principios del arte de la guerra. Según el historiador clásico Plutarco, aprendían entonces a leer y a escribir, al menos de forma básica, así como a cantar, principalmente letras de marchas. Frente a la famosa retórica de Atenas y otras ciudades griegas, de los hijos de Esparta se esperaba que hablaran de forma sólida y concisa (laconismo), al tiempo que con gracia. Mientras que a los niños se les cortaba el pelo al rape, a los adolescentes que alcanzaban los 15 años, los efebos, se les autorizaba a llevarlo largo y bien cuidado. El largo cabello era uno de los rasgos más característicos de los guerreros espartanos.
El Estado asumía la tutela hasta los veinte años. A partir de esta edad, los jóvenes espartanos seguían viviendo en un régimen de cuartel y se les destinaba a distintas agrupaciones militares. El vínculo entre soldados se creaba así desde la niñez. Cada espartano dormía, comía y luchaba con sus compañeros de armas de la infancia. Este ambiente de camaradería se construía sobre una especie de amor que no tenía que ver con el sexo, pese a lo cual es posible que fueran frecuentes las relaciones homosexuales (aunque entre los griegos no existía el concepto de naturaleza homosexual).
Vivían así bajo régimen militar hasta los 30 años, cuando se les entregaba una hacienda y un terreno para que formaran su propio hogar. Era en ese momento que adquirían todos los derechos de un ciudadano como uno de los iguales (homoioi). Lo tardío de los matrimonios y el papel limitado de la mujer en la sociedad griega alentaban, además de la homosexualidad, que los soldados acudieran a luchar sin cargas familiares a sus espaldas. Las mujeres también recibían una educación basada en la gimnasia y la lucha, una exigente actividad física con el fin de mantenerse ágiles y fuertes para poder engendrar a futuros guerreros sanos y robustos.
Todo este entrenamiento hacía de los espartanos los soldados más temidos de Grecia. Herodoto los describía como maestros del pasado en el arte de la guerra, mientras que otro autor clásico, Jenofonte, los admiraba como los «únicos y verdaderos artistas en materia de guerra». A diferencia del resto de hoplitas, los espartanos eran soldados profesionales a tiempo parcial en su ciudad estado, cuyo territorio se beneficiaba del aislamiento que le daban las montañas. En ningún otro punto de Grecia se podían permitir un nivel de profesional tan alto en la milicia.
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