Durante la Edad de Bronce, en Creta floreció la brillante civilización minoica, que dominó el Mediterráneo oriental. Pero una serie de catástrofes naturales la debilitaron y propiciaron su final.
Durante la Edad del Bronce surgió, en la isla de Creta, la brillante civilización minoica, que dominó el Mediterráneo oriental hasta que una serie de terremotos y erupciones volcánicas la debilitaron, propiciando su desaparición.
En cierto modo, podría decirse que la isla de Creta fue la cuna de Europa porque allí se desarrolló, en paralelo a lo que ocurría en Egipto y en Mesopotamia, la cultura europea más antigua de la Edad del Bronce, una fase de la historia de la humanidad cuyas comunidades nos resultan familiares por las diferencias sociales y económicas que se aprecian ya en su seno, por contar con instituciones políticas propiamente dichas y por el uso de la escritura.
Los griegos reconocían a Minos, el mítico rey de Creta, como autor de las leyes más antiguas, inspiradas por el propio dios Zeus, padre de Dike, la Justicia. Sin embargo, esa civilización que precede en mil años a la polis griega y que llamamos minoica -por el legendario rey Minos- se nos muestra enigmática en muchos aspectos. A pesar de tantas y tan vivas imágenes como nos ofrece la arqueología, no podemos leer los escasos documentos escritos que nos han legado porque, al no conocer su lengua, su escritura aún no ha sido descifrada. Sólo tenemos leyendas. Así, una de las principales incógnitas a resolver es el motivo de la desaparición, aparentemente súbita, del que -en la memoria de los griegos- había sido un gran imperio económico marítimo, precursor del creado por Atenas en el siglo V a.C.
Hacia 1700 a.C., una serie de terremotos destruyó los centros palaciales que formaban la civilización minoica -Cnosos, Festos, Malia-, así como muchas viviendas. Los cretenses reconstruyeron lo destruido y crearon nuevos recintos similares, decorándolo todo con gran suntuosidad. Empezó, así, la fase neopalacial (de los «nuevos palacios») de la cultura minoica, caracterizada por su proyección económica hacia el exterior. El objetivo de la producción ya no era sólo la subsistencia, sino disponer de un excedente que permitiera traer del exterior, por medio del comercio, artículos de lujo y esclavos. Creta contaba entonces con una gran flota y desarrolló posiblemente una especie de imperio económico marítimo: una talasocracia («poder sobre el mar»).
Pero hacia 1450 a.C. -según la cronología establecida por el arqueólogo británico Arthur Evans a comienzos del siglo XX-, esa cultura, que deslumbra con su vitalidad y su arte, se colapsó, y ello por razones que aún no están claras. Las excavaciones han mostrado incendios y destrucciones en todos los palacios que habían marcado el cenit de esta civilización. En Cnosos sólo se salvó el palacio propiamente dicho; el área residencial adjunta fue destruida. En ese contexto de destrucción se han descubierto huesos con marcas de cuchillo pertenecientes a cuatro niños en lo que parece ser un caso de canibalismo ritual. Al parecer, sus habitantes intentaron también esta vez buscar la intercesión divina para que las cosas siguieran como antes. Sin embargo, en esta ocasión la recuperación ya no fue posible, lo que plantea numerosas cuestiones relativas a la causa de la destrucción de esos riquísimos complejos palaciales y a las razones por las que no se reconstruyeron. Algunos investigadores han sugerido que el activo comercio de Creta despertó la ambición de los griegos micénicos, quienes acabaron conquistando la isla.
La teoría más difundida sobre la destrucción de los centros palaciales es la que lanzó, en 1939, el arqueólogo griego Spyridon Marinatos. La atribuyó a una gran erupción volcánica, que se habría producido en una isla del archipiélago de las Cícladas llamada Tera en la Antigüedad, y rebautizada como Santorini por los venecianos durante la Edad Media. Situada 112 kilómetros al norte de Creta, Santorini es, en realidad, un enorme volcán que se ha ido formando y transformando durante los últimos 1,8 millones de años, y que ha sufrido una larga serie de erupciones de distinta magnitud.
En 1967, cerca de la moderna localidad de Akrotiri, en Santorini, Marinatos comenzó la excavación de un asentamiento conocido como la Pompeya minoica. La erupción del volcán conservó muy bien, bajo seis metros de cenizas, un pequeño poblado que sorprende por la riqueza de su cultura material: frescos de la misma calidad (e incluso mayor) que los de Cnosos cubren por completo las paredes de algunas estancias; y tampoco son inferiores la cerámica o el mobiliario. Ello plantea la posibilidad de que el poblado descubierto en Akrotiri fuera tan sólo un barrio de una suntuosa ciudad situada en la isla desaparecida.
Durante la Edad del Bronce surgió, en la isla de Creta, la brillante civilización minoica, que dominó el Mediterráneo oriental hasta que una serie de terremotos y erupciones volcánicas la debilitaron, propiciando su desaparición.
En cierto modo, podría decirse que la isla de Creta fue la cuna de Europa porque allí se desarrolló, en paralelo a lo que ocurría en Egipto y en Mesopotamia, la cultura europea más antigua de la Edad del Bronce, una fase de la historia de la humanidad cuyas comunidades nos resultan familiares por las diferencias sociales y económicas que se aprecian ya en su seno, por contar con instituciones políticas propiamente dichas y por el uso de la escritura.
Los griegos reconocían a Minos, el mítico rey de Creta, como autor de las leyes más antiguas, inspiradas por el propio dios Zeus, padre de Dike, la Justicia. Sin embargo, esa civilización que precede en mil años a la polis griega y que llamamos minoica -por el legendario rey Minos- se nos muestra enigmática en muchos aspectos. A pesar de tantas y tan vivas imágenes como nos ofrece la arqueología, no podemos leer los escasos documentos escritos que nos han legado porque, al no conocer su lengua, su escritura aún no ha sido descifrada. Sólo tenemos leyendas. Así, una de las principales incógnitas a resolver es el motivo de la desaparición, aparentemente súbita, del que -en la memoria de los griegos- había sido un gran imperio económico marítimo, precursor del creado por Atenas en el siglo V a.C.
Hacia 1700 a.C., una serie de terremotos destruyó los centros palaciales que formaban la civilización minoica -Cnosos, Festos, Malia-, así como muchas viviendas. Los cretenses reconstruyeron lo destruido y crearon nuevos recintos similares, decorándolo todo con gran suntuosidad. Empezó, así, la fase neopalacial (de los «nuevos palacios») de la cultura minoica, caracterizada por su proyección económica hacia el exterior. El objetivo de la producción ya no era sólo la subsistencia, sino disponer de un excedente que permitiera traer del exterior, por medio del comercio, artículos de lujo y esclavos. Creta contaba entonces con una gran flota y desarrolló posiblemente una especie de imperio económico marítimo: una talasocracia («poder sobre el mar»).
Pero hacia 1450 a.C. -según la cronología establecida por el arqueólogo británico Arthur Evans a comienzos del siglo XX-, esa cultura, que deslumbra con su vitalidad y su arte, se colapsó, y ello por razones que aún no están claras. Las excavaciones han mostrado incendios y destrucciones en todos los palacios que habían marcado el cenit de esta civilización. En Cnosos sólo se salvó el palacio propiamente dicho; el área residencial adjunta fue destruida. En ese contexto de destrucción se han descubierto huesos con marcas de cuchillo pertenecientes a cuatro niños en lo que parece ser un caso de canibalismo ritual. Al parecer, sus habitantes intentaron también esta vez buscar la intercesión divina para que las cosas siguieran como antes. Sin embargo, en esta ocasión la recuperación ya no fue posible, lo que plantea numerosas cuestiones relativas a la causa de la destrucción de esos riquísimos complejos palaciales y a las razones por las que no se reconstruyeron. Algunos investigadores han sugerido que el activo comercio de Creta despertó la ambición de los griegos micénicos, quienes acabaron conquistando la isla.
La teoría más difundida sobre la destrucción de los centros palaciales es la que lanzó, en 1939, el arqueólogo griego Spyridon Marinatos. La atribuyó a una gran erupción volcánica, que se habría producido en una isla del archipiélago de las Cícladas llamada Tera en la Antigüedad, y rebautizada como Santorini por los venecianos durante la Edad Media. Situada 112 kilómetros al norte de Creta, Santorini es, en realidad, un enorme volcán que se ha ido formando y transformando durante los últimos 1,8 millones de años, y que ha sufrido una larga serie de erupciones de distinta magnitud.
En 1967, cerca de la moderna localidad de Akrotiri, en Santorini, Marinatos comenzó la excavación de un asentamiento conocido como la Pompeya minoica. La erupción del volcán conservó muy bien, bajo seis metros de cenizas, un pequeño poblado que sorprende por la riqueza de su cultura material: frescos de la misma calidad (e incluso mayor) que los de Cnosos cubren por completo las paredes de algunas estancias; y tampoco son inferiores la cerámica o el mobiliario. Ello plantea la posibilidad de que el poblado descubierto en Akrotiri fuera tan sólo un barrio de una suntuosa ciudad situada en la isla desaparecida.
Historia National Geographic
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