Fueron casi treinta años de guerras, batallas y traiciones entre Esparta y Atenas. A su término, el brillo de la ciudad de Pericles se apagó, y con él se extinguió el fulgor de la Grecia clásica.
Las guerras médicas de principios del siglo V a.C. salvaguardaron la independencia de Grecia frente al imperio asiático de los reyes persas, pero a la vez permitieron que en dos ciudades helénicas germinara la ambición de alzarse con la hegemonía sobre todo el mundo griego.
Atenas, con su boyante comercio, su esplendor artístico y el poderío de su armada, se alzaba frente a la dueña del Peloponeso, Esparta, con su peculiar régimen aristocrático y su imbatible infantería. Cada una de las dos urbes organizó una liga de ciudades adictas, en un ambiente de recelos mutuos que estalló finalmente en el año 431. El pretexto lo dieron las medidas de Atenas contra Corinto, rival comercial y aliada de Esparta. La primera fase de la guerra produjo un desgaste parejo en ambas partes, y se resolvió con una tregua promovida por el líder ateniense, Nicias, en el año 421.
El ascenso del joven e impetuoso Alcibíades en Atenas precipitó la reanudación de las hostilidades. Frente a la prudencia de Nicias, Alcibíades propugnaba una política agresiva contra Esparta, que pasaba por imponerle un bloqueo. Pese a que la infantería ateniense sufrió una grave derrota en Mantinea, en el año 415 la flota se lanzaba a una aventura aún mayor: la de conquistar Sicilia, aliada de Esparta. La defección de Alcibíades, acusado por el pueblo de impiedad, permitió a los espartanos acorralar a los atenienses en Sicilia e infligirles una derrota trascendental para el curso de la guerra. En los años siguientes Atenas, en medio de golpes de estado y luchas internas de todo tipo, logró aún rehacerse, gracias en parte al talento de Alcibíades.
Pero tras la batalla naval de Ergopóstamos su resistencia se hundió y en el año 404 Lisandro, el general lacedemonio, desembarcaba frente a Atenas y ordenaba derribar sus murallas. Era el fin de una edad de oro de la cultura y de la democracia griegas, un período irrepetible al que sucedería el desencanto y la nostalgia.
Historia National Geographic
Las guerras médicas de principios del siglo V a.C. salvaguardaron la independencia de Grecia frente al imperio asiático de los reyes persas, pero a la vez permitieron que en dos ciudades helénicas germinara la ambición de alzarse con la hegemonía sobre todo el mundo griego.
Atenas, con su boyante comercio, su esplendor artístico y el poderío de su armada, se alzaba frente a la dueña del Peloponeso, Esparta, con su peculiar régimen aristocrático y su imbatible infantería. Cada una de las dos urbes organizó una liga de ciudades adictas, en un ambiente de recelos mutuos que estalló finalmente en el año 431. El pretexto lo dieron las medidas de Atenas contra Corinto, rival comercial y aliada de Esparta. La primera fase de la guerra produjo un desgaste parejo en ambas partes, y se resolvió con una tregua promovida por el líder ateniense, Nicias, en el año 421.
El ascenso del joven e impetuoso Alcibíades en Atenas precipitó la reanudación de las hostilidades. Frente a la prudencia de Nicias, Alcibíades propugnaba una política agresiva contra Esparta, que pasaba por imponerle un bloqueo. Pese a que la infantería ateniense sufrió una grave derrota en Mantinea, en el año 415 la flota se lanzaba a una aventura aún mayor: la de conquistar Sicilia, aliada de Esparta. La defección de Alcibíades, acusado por el pueblo de impiedad, permitió a los espartanos acorralar a los atenienses en Sicilia e infligirles una derrota trascendental para el curso de la guerra. En los años siguientes Atenas, en medio de golpes de estado y luchas internas de todo tipo, logró aún rehacerse, gracias en parte al talento de Alcibíades.
Pero tras la batalla naval de Ergopóstamos su resistencia se hundió y en el año 404 Lisandro, el general lacedemonio, desembarcaba frente a Atenas y ordenaba derribar sus murallas. Era el fin de una edad de oro de la cultura y de la democracia griegas, un período irrepetible al que sucedería el desencanto y la nostalgia.
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